Semana Santa / Jueves Santo

La Exaltación: sabor e historia

"Al igual que otras Corporaciones existentes en esa centuria, sus salidas penitenciales no tenían la continuidad como hoy las conocemos"

Nazarenos de la hermandad de la Exaltación de Sevilla
Nazarenos de la hermandad de la Exaltación de SevillaEPEP

Jueves Santo, día grande por antonomasia de la Semana Santa. Oficios, solemnidad, ese run run matinal indefinible de vísperas señaladas. En derredor de las iglesias, colas infinitas ponen a prueba la paciencia de los sevillanos y de los foráneos. Se podría decir que merece la pena la espera. Al entrar por fin, la contemplación de las Imágenes nos hace olvidar el tiempo perdido. El fulgor de los pasos reviste un tono especial, desde la Anunciación hasta la Magdalena, desde el Salvador hasta Santa Catalina. Sin olvidarnos de esas capillas inefables y relativamente poco frecuentadas por el gran público, durante el año, como las de la primitiva del Cristo de la Fundación, el relicario que guarda el Rosario en la Plaza de los Carros o ese joyel que atesora el más bello rostro de María, allende del río y hoy regalo en Los Terceros. En toda esa sierpe de templos, la misma admiración y el bullicio contenido del pueblo que no porque no sean repetidas dejan de causar sensaciones renovadas.

Además, el día cuenta con unos valores únicos: el primero de ellos y de más profundo significado, las visitas a los Sagrarios simultaneadas con la presencia de las Hermandades que inician la jornada. Pero la mañana también ha sido singular al abrirse a la contemplación los templos de las Hermandades de la Madrugada, donde las gráciles siluetas de las sevillanas se ven envueltas por los encajes sutiles de las mantillas, escoltadas por los severos ternos de sus acompañantes. Es ciertamente un día especial que reviste solemnidad y por qué no, elegancia, amén del sabor de las Cofradías que harán sus recorridos penitenciales a lo largo y ancho de la vieja urbe.

De entre ellas, la Exaltación, una Corporación con Historia ¿Y cuál no? Si bien, en este caso, su rico patrimonio así lo demuestra. Como tantas otras ha sufrido los avatares de momentos críticos para su supervivencia. Y uno de esas difíciles etapas le tocó vivirla en el Siglo XIX, período difícil y se diría que a veces dramático para la inmensa mayoría de las Hermandades.

Al igual que otras Corporaciones existentes en esa centuria, sus salidas penitenciales no tenían la continuidad como hoy las conocemos. Resumidamente, la Cofradía que nos ocupa, salió en 1804. Después, en 1819, le sorprendió una lluvia tan intensa, que propició el abandono de nazarenos y costaleros. Posteriormente, volvió a procesionar entre otros, en 1826, tras los graves incidentes políticos acontecidos con motivo del conocido como Trienio Liberal, (1820-1823) al que siguiera la llamada Década Ominosa. En ese último, consiguió hacer Estación en la tarde del Viernes Santo igual que otras ocho Cofradías. Después, años de vacío sólo salpicados de salidas esporádicas (1835 o 1840) al que sigue un período de estabilidad de 1844 a la mitad del siglo, 1850, cuando acompañase al Santo Entierro con otros nueve pasos. Vuelve a procesionar en la década de los sesenta, en ese año y a continuación, desde el 64 hasta casi el final de la misma, 1869, fecha crucial, partiendo de Los Terceros donde celebró sus cultos en la Capilla cedida por la Esclavitud de la Virgen de la Encarnación. En 1872, suspendió la estación al faltar hermanos para acompañar a las Imágenes, si bien lo hicieron al siguiente día, Viernes, pero un aguacero descargó cuando el Cristo estaba en la calle Corona (actual Pérez Galdós) y la Virgen en Alhóndiga, por lo cual, decidieron regresar al templo. Desde 1876 goza de cierta continuidad hasta 1881, en el que volvió a realizar su salida del Convento de Los Terceros, alternando entre Jueves y Viernes Santo. En 1884, procesionó por última vez en este siglo, quedando reducida la Corporación a unos 50 miembros. Consta su unión al Sto. Entierro en 1896. Fue el gremio de curtidores el que empezó a trabajar para recuperar la Hermandad. Los antiguos hermanos fueron apartados, en tanto los nuevos comenzaron a allegar fondos hasta conseguir que ya en 1902, hiciera de nuevo Estación, que repite en 1910 el Miércoles Santo. En 1912 y 1913 otra vez el Jueves. Finalmente, en 1915, en presencia del Tte. de Alcalde Sr. Vázquez Armero y el Notario Pbtro. D. José Ponce de León, el Provisor, Sr. Castillo manifiesta que “el itinerario de las Cofradías sería el antiguo, es decir, por la Plaza de San Francisco, calle Cánovas del Castillo, Gradas a entrar en la Catedral por la Puerta de San Miguel, saliendo por la de la Torre a calle Placentines, Francos, etc. Porque para variar el itinerario hay que estudiarlo muy bien y que tornarlo con tiempo por ser muchas las dificultades que ofrece, para que no haya disgustos y todos queden contentos y recomendó el buen orden de las Cofradías al hacer estación". Mensaje que un siglo después cobra la misma vigencia de entonces.

Es este testimonio demostrativo de todo un rosario de vicisitudes, y de cuánto debieron sufrir sus antecesores para legarnos los tesoros que hoy admiramos. Al contemplarla, no olvidemos el milagro que supuso el sacrificio de aquellos cofrades que, con su entrega y amor, contribuyeron a salvar la más bella tradición de nuestra querida Sevilla: Sus Cofradías.