Opinión
Marruecos ante el espejo
Tribuna a cargo del arabista y experto en políticas migratorias José Carlos Cabrera Medina
Dicen que en las circunstancias difíciles es cuando se descubre la verdadera naturaleza de las personas, quizás de los países sea de la misma manera.
Mohamed VI sin duda es un rey muy cuestionado, pero lo que es incuestionable es que, bajo su reinado, el cambio en el país ha sido más que notable. Y si lo comparamos con anteriores reinados, la mejora ha sido más que sustancial.
El Marruecos actual ha apostado por la modernidad, ha construido y construye Infraestructuras capitales para competir no sólo con los países de su entorno, sino en ciertos aspectos con Europa. Además, lidera iniciativas de primer nivel, entre ellas un modelo propio de coche de hidrógeno, de la misma manera que sigue mejorando en seguridad y limpieza para atraer a un turismo del que ha batido su mejor marca este verano.
Un Marruecos, diplomáticamente más preparado y con mayor peso internacional, que sin embargo ha optado por una posición beligerante en política internacional lo que le ha llevado gastar hasta el 10% de su PIB en armamento este año.
Sin embargo, este terremoto, ha devuelto a este Marruecos, quizás el mejor Marruecos de su historia reciente, ante un espejo que le devuelve una imagen clara y nítida. Ante ese Marruecos cada vez más seguro, desarrollado, limpio y urbano, encontramos el otro Marruecos rural, escaso de recursos y abandonado que se ha visto golpeado con virulencia por este movimiento de tierra.
Un Marruecos a dos velocidades, que desgraciadamente alimenta desde los años 80 la migración campo ciudad, y en paralelo, otros movimientos internacionales no deseados como la migración irregular hacia Europa, el tráfico de drogas o el radicalismo.
Una modernidad que olvida a los pueblos, y a la población que allí vive, y deja sin desarrollar los servicios esenciales como ambulatorios, carreteras, etc., que de alguna manera hubieran mitigado una desgracia contra la que nadie ni nada se puede hacer como un terremoto.
Un temblor que nos recuerda al de hace casi 20 años en el Rif, que sumió más aún a esa zona del país en la pobreza absoluta y que cristalizó años después en un periodo convulso y contestatario encabezado por el movimiento Popular del Rif, más conocido por el Hirak, y que sin duda puede ser un precedente de lo que puede acontecer en el futuro.
Marruecos frente al espejo. Un terremoto en forma de reflejo en el que hemos visto a un país paralizado y resiliente ante la reacción tardía de sus gobernantes, pero donde su pueblo siempre acogedor, ha reaccionado con celeridad y premura dando una lección de solidaridad, organizándose con presteza y dando lo que a muchos no le sobra.
Un pueblo que sin duda quisiéramos ver prontamente recuperado, pero que necesita que llegue esa modernidad también a ellos. Una verdadera modernidad en forma de centros de menores para los huérfanos que deja este terremoto, o una política de vivienda que sustituya al urbanismo informal y caótico fruto de la única financiación que llega, la de los migrados fuera del país. Una modernidad que solo les tiene en cuenta en forma de operación Marhaba (bienvenidos) cuando llegan después de muchas horas de carretera verano tras verano.
Nunca un terremoto es una buena noticia, nunca, pero como popularizara John F. Kennedy, en toda crisis hay una oportunidad. Una oportunidad que igual antes no se reflejaba con tanta nitidez y claridad y que no veíamos. Una ocasión para priorizar ahora una buena planificación para mejorar ese futuro que de manera tan decidida se ha lanzado este país y donde la modernidad de verdad pueda llegar a todos.
Al menos, esperemos que la UNESCO, dirigida actualmente por una marroquí, pueda ayudar a recuperar a la mayor brevedad los monumentos dañados y con ello, anime ese espíritu ahora golpeado devolviendo esa sonrisa abierta y franca con la que recibe siempre el marroquí a las personas que venimos de fuera.
Ese reflejo del espejo. Ese Marruecos rojo en verano, blanco en invierno que se merece no solo ser reconstruido sino objeto de atención.
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