Los tres particulares Reyes Magos hispanos forman un triángulo equilátero, cuya base es el rey «puto amo», mientras los otro dos, Ábalos, el sereno y Aldama, el alquimista son los vértices que sostienen la geometría del tesoro, que acumulan de una a la otra costa del océano Atlántico. No se conocían antes, tras ser socios ocultos, ahora se ignoran como si fueran extraños, porque uno los acusa sin piedad.

Sus rostros ocultan la sevicia. Son Reyes de la inocencia. El sereno, jura no haber recibido ninguna recompensa por los favores otorgados al alquimista. Y el rey mayor ni si inmuta, pese a saberse que su Ábalos fue, antes de ser rey mago, su íntimo escudero. Y que tuvo trato de cercanía con Aldama. Éste, ha cantado ante un juez cómo funcionaba la trama urdida por él, para montarse en el euro fácil y en el oro de Delcy. Ha dejado muy comprometidos a sus colegas, reyes en la extorsión.

Estos Reyes Magos, tan particulares, sólo piensan en salvar el pellejo y pasar a la historia del periodismo como unas víctimas de las urdidas mentiras, del fango, que esparce la oposición de la fachosfera. Un ámbito que ha contaminado a esos jueces pertinaces que insisten en hurgar en sus cuentas. Pobres Reyes Magos hispanos, van seguros que, aunque cabalgan como jinetes sin cabezas, les salvará un indulto tras terminar su calvario judicial. Porque es Navidad, tiempo de perdón, reconciliación y paz.

Como maniobra de distracción, Sánchez saca a pasear a Franco. Quiere ganarle la guerra a ese cadáver. No puede vivir sin él. Un artilugio muy útil cuando se siente acosado en el cuadrilátero parlamentario. Llama a celebrar el cincuentenario del fallecimiento de Franco. La Transición no le vale al PSOE de Sánchez. Lee a Cervantes: “La historia es testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente y advertencia de lo porvenir”. La venganza siempre pasa factura. Sánchez parece un Macbeth de corbata roja. Feliz Navidad, lectores y en 2025 verán a Franco.