Historia
Noviembre de 1755, una fecha imposible de olvidar en Cádiz
Se cumplen 268 años del maremoto que «ahogó» la ciudad
Hay huellas que, por circunstancias muy diversas, permanecen imborrables en la historia y en la memoria de los pueblos. Sucesos que los marcan para siempre y que, como es el caso, les recuerdan su extrema vulnerabilidad. Uno de esos episodios históricos sucedió en la provincia de Cádiz hace ahora 268 años. Concretamente, el 1 de noviembre de 1755, entre las nueve y la diez de una mañana que, como la reciente, venía marcada por la celebración de Todos los Santos.
Aquel fatídico día, Portugal, su capital Lisboa, sufría momentos antes un terremoto devastador. Movimiento que, según algunos investigadores, pudo alcanzar una magnitud de entre 8,5 y 9,5 en la escala de Richter, destruyendo el 80% de los edificios y causando la muerte de gran parte de población (90.000 de 275.000 personas).
Dicho terremoto, que tuvo una duración de entre tres y seis minutos y cuyo epicentro se registró en el Atlántico, a menos de 300 kilómetros de la capital lusa, fue el dramático prólogo de lo que estaba por llegar a la costa gaditana.
Fue a las diez menos diez de la mañana cuando Cádiz sintió temblar la tierra, aproximadamente entre siete y ocho minutos. Movimiento que, no obstante, no hacía presagiar lo que estaba por llegar. La trimilenaria Cádiz y su provincia iban a sufrir las terribles consecuencias de uno de los mayores desastres naturales de su historia. Tan solo unos instantes después, su recinto amurallado, plantaba resistencia a olas nunca vistas por sus habitantes. Envites extremos que causaron las primeras víctimas entre pescadores que se encontraban en el entorno de la icónica Caleta, bajo las murallas del Castillo de San Sebastián. Todo ello, tras un significativo retroceso de su orilla. A partir de estos primeros golpes de mar, la costa de Cádiz y sus localidades (Chiclana, El Puerto, Sanlúcar de Barrameda, etc.), incluso Jerez, fueron víctimas de una catástrofe de terribles consecuencias tanto para sus habitantes (se calcula la muerte de cerca de dos mil personas) como para sus flotas pesqueras, edificaciones, etc. Devastación de la que aún existen huellas visibles.
Si bien el carácter amurallado de la capital (donde se le atribuye a la Virgen de La Palma su milagrosa intercesión para detener las aguas) evitó desastres mayores; no tuvieron tanta suerte localidades como Conil de la Frontera. En su término municipal tuvo lugar la desaparición de una pequeña población. Situada junto a la torre de Castilnovo, Conilete fue engullida por las olas de un Atlántico enfurecido, que arrasó con todo. Idéntica suerte corrió la Chanca de Conil, centro neurálgico de la actividad almadrabera de entonces, de la que no quedó absolutamente nada. Aquí las olas llegaron a los ocho metros. Olas que, según estudios geológicos, alcanzaron algunas de sus mayores cotas en uno de los lugares más emblemáticos del litoral gaditano, Cabo de Trafalgar. Allí, se asegura que tomaron alturas que rondaban los 20 metros, arrastrando hasta su orilla piedras de gran tonelaje. Rocas que, aunque erosionadas por el paso del tiempo, aún son visibles en este paradisíaco entorno natural, a los pies de su tómbolo.
Tras más de dos siglos, lejos de haber olvidado tan terrible suceso, en la mente de los gaditanos ronda cada vez más el temor de que este pudiera repetirse en cualquier momento. Temor que, pese aún lejano en el tiempo, está justificado. Es más, según señaló en 2005 Emilio Carreño (director de la Red Sísmica Española), con motivo de la tertulia ‘250 años del gran terremoto y tsunami de Lisboa’, este fenómeno podría llegar a repetirse en un periodo de tiempo de 200 años.
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