
Perros
Lo adoptaron pensando que era un perro, pero este animal ocultaba una bestia en su interior
Una familia pensó haber adoptado un perro, pero a medida que crecía, su verdadera naturaleza comenzó a revelarse

La llegada de una nueva mascota al hogar suele ser motivo de alegría y expectación, un momento dulce donde se forjan lazos inquebrantables. Muchos buscan expandir su familia con un cachorro, ofreciéndole un refugio y el calor de un hogar. Esta decisión, motivada por el cariño y el deseo de compañía, promete una convivencia llena de momentos tiernos y divertidos, marcando la ilusión de una nueva compañía.
Sin embargo, en ocasiones, la realidad supera la ficción y lo que parecía ser una adopción común puede transformarse en una experiencia totalmente diferente. El mundo animal es amplio y, a veces, la identificación inicial de una especie puede ser errónea, llevando a identidades sorprendentes y retos inesperados dentro de un ambiente doméstico que no siempre es el más adecuado.
Esta es precisamente la historia de una familia que, con la mejor de las intenciones, dio la bienvenida a un pequeño ser pensando que era un cachorro de perro. Lo que no sabían es que estaban a punto de embarcarse en una aventura inesperada, que cambiaría por completo su percepción sobre la vida salvaje y provocaría un giro inesperado en la dinámica del hogar.
¿Un tierno cachorro o un animal salvaje camuflado?
La historia comenzó con el hallazgo de un pequeño animal, de aproximadamente casi tres meses de edad y apariencia inofensiva, que fue rescatado por unos jóvenes. Creían firmemente que se trataba de un cachorrito de perro abandonado y, conmovidos, lo entregaron a una familia vecina para que se hiciera cargo de él, según apuntan desde La Nación. El diminuto ser, que en un principio necesitaba ser alimentado con mamadera, recibió todos los cuidados y atenciones propias de un perro doméstico, incluyendo desparasitación y una alimentación adecuada.
Con el paso de los meses, a medida que el animal crecía, comportamientos atípicos empezaron a surgir, distanciándose de lo que se esperaría de un perro. La familia notó que el cachorro mostraba una actitud defensiva, gruñendo e intentando morder a quienes se aproximaban. Este cambio en su temperamento vino acompañado de alteraciones físicas evidentes, como el alargamiento de su hocico, que encendieron las alarmas.
La situación llevó a la familia a buscar ayuda especializada. Tras una evaluación en el Centro de Recuperación de Especies de Fundación Temaikèn, se confirmó lo que ya sospechaban: el "perro" no era tal, sino un cachorro de zorro gris (Lycalopex griseus). Ante este descubrimiento, los expertos decidieron que el zorro sería rehabilitado junto a otros cinco cachorros que habían llegado al centro en condiciones similares, todos ellos huérfanos o víctimas del mascotismo en la provincia de Buenos Aires.
El objetivo de la rehabilitación fue crear un grupo de rehabilitación para zorritos huérfanos, permitiéndoles interactuar y aprender los comportamientos típicos de su especie. Aunque los zorros grises son solitarios en su vida adulta, de cachorros acostumbran a vivir en grupo para adquirir habilidades esenciales de supervivencia. Por ello, la mínima interacción humana fue fundamental para evitar la impronta, un proceso en el que el animal se identifica con la primera especie que ve al abrir los ojos, que en este caso sería la humana.
Actualmente, el cachorro y sus compañeros se encuentran en un recinto amplio con abundante vegetación y refugios, manteniendo un aislamiento riguroso del contacto humano. Son monitoreados a través de cámaras trampa, lo que permite observar su evolución y desarrollo de habilidades naturales sin interferencias. Una vez que cumplan con una cuarentena de dos meses, completen su desarrollo y aprendan a obtener su propio alimento, los expertos evaluarán si serán liberados en reservas protegidas, garantizando su reintegración exitosa en la naturaleza.
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