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Perros y gatos

Es mejor tener un perro que un gato: la ciencia lo avala

No es solo una sensación, es pura química: la conexión con un perro dispara nuestros niveles de oxitocina casi cinco veces más que el cariño de un gato, una diferencia forjada en la historia evolutiva de cada especie

La adopción de perros y gatos se ha incrementado del 30% al 50% según un estudio La Razón

La historia de la domesticación animal ha seguido dos caminos muy distintos, y esa divergencia ancestral explica hoy por qué la relación que establecemos con perros y gatos es tan diferente. El perro fue moldeado durante siglos para la cooperación y la compañía humana, un proceso de selección que lo convirtió en un compañero social por excelencia. Los gatos, en cambio, se acercaron a los asentamientos humanos por conveniencia mutua, pero conservaron gran parte de su esencia como cazadores autónomos.

De hecho, este origen dual se refleja directamente en su comportamiento actual. Mientras que el perro suele buscar activamente el contacto y la interacción como parte fundamental de su bienestar, el felino conserva una herencia de cazador solitario que define su carácter marcadamente más independiente. Esta autonomía no implica una falta de afecto, sino una forma distinta de expresarlo y de vincularse con las personas.

Pues bien, la ciencia ha logrado poner cifras a esta percepción casi universal sobre la química del vínculo afectivo que se forja con cada animal. Un reciente estudio ha medido las respuestas hormonales en los seres humanos al interactuar con ambas mascotas, y los resultados confirman con datos biológicos lo que la intuición ya apuntaba.

El eco hormonal de miles de años de historia

Así, la investigación revela que interactuar con un perro provoca un aumento del 57 % de oxitocina en el cerebro humano, la conocida popularmente como «hormona del amor». Este torrente químico es fundamental para generar sensaciones de apego, calma y bienestar. La diferencia con los felinos es notable, ya que el mismo tipo de interacción con un gato apenas eleva los niveles de esta hormona en un 12 %.

Además, este mecanismo no solo beneficia a las personas. El estudio también desveló que se trata de un proceso químico bidireccional, lo que quiere decir que las mascotas también experimentan una liberación de oxitocina durante estos momentos de conexión. Este fenómeno explica por qué el lazo con un perro se siente a menudo tan recíproco y por qué su efecto calmante es tan potente, ya que la oxitocina ayuda a suprimir el cortisol, la hormona directamente relacionada con el estrés.