
Los puntos sobre las íes
El autogenocidio del PP
El presidente del PP tiene que pegar urgentemente un puñetazo encima de la mesa
Tres cosas tengo archimeridianamente claras en la guerra de Gaza. La primera, que no por obvia deja de ser menester moral repetirla, es que nada de lo que acontece tendría lugar si no se hubiera producido el ataque terrorista del 7 de octubre de 2023. La segunda se me antoja tanto más perogrullesca: la invasión duraría segundos si las malas bestias de Hamás que asesinaron a 1.200 civiles, degollaron niños y violaron mujeres el 7-O devolvieran a los 48 rehenes aún en su poder. La tercera es que a Sánchez le importan un comino los gazatíes, nadie con una pizca de realismo duda de que bombardearía indiscriminadamente la franja si ello le garantizase cuatro añitos más en Moncloa. El marido de la pentaimputada Begoña Gómez ha echado mano de su autor de cabecera, Joseph Goebbels, para tender una trampa al partido ganador de las generales. «Si no puedes desmentir lo de Bego, lo de David, lo del fiscal general, lo de Cerdán, lo de Ábalos y lo que está por venir de Armengol y Ángel Víctor Torres, invéntate noticias que distraigan a la opinión pública», debió de pensar el capo de la banda. Dicho y hecho: puso morritos, rictus de funeral y voz compungida y se puso a la cabeza de la manifestación contra la invasión de Palestina occidental. De un mes a esta parte, sólo hay un término en el diccionario del sucesor de Franco a título de caudillo y los suyos: «Genocidio». No hay día en el que un ministro, un dirigente de Sumar, de Podemos o de ETA-Bildu no pronuncie el palabro. Y les ha funcionado, vaya si les ha funcionado, al punto que salvo picos puntuales como el de esta semana apenas nos acordamos de que Bego es una cinco veces presunta delincuente y David un golfo de campeonato. Y las almas cándidas del PP han caído cual atontados ratoncillos en el cepo que les han tendido. Primero no sabían cómo reaccionar. Luego optaron por hacerse los suecos. Y finalmente olvidaron ese sabio proverbio árabe que recuerda que uno es dueño de sus silencios y esclavo de sus palabras. Cuando entraron al trapo demostraron su lamentable afición a comportarse más como el ejército de Pancho Villa que como una fuerza cohesionada de mensaje unívoco, en resumidas cuentas que lo de los versos sueltos constituye más una regla que la excepción. Ayuso se ha situado cuasiincondicionalmente del lado de la única democracia en la región, Azcón, Moreno y Rueda han comprado la mercancía averiada del «genocidio» y el siempre sensato Feijóo habla de «masacre». Como el Rey, por cierto. Consecuencia: el émulo de Otegi y sus socios dan palmas con las orejas contemplando el estratosférico nivel de tontuna del rival. El presidente del PP tiene que pegar urgentemente un puñetazo encima de la mesa: porque Génova 13 no puede ser la casa de tócame Roque y porque le asiste la razón ética, fáctica, legal y semántica. Que no es un genocidio lo demuestra el hecho de que hay cientos de miles de desplazados, si Netanyahu quisiera exterminar a los palestinos no les habría dejado salir de Gaza, estarían hace ya meses a la vera de Alá. Tan elemental que da vergüenza recordarlo. Y que, stricto sensu, es una masacre lo ratifica más allá de toda duda razonable la RAE: «Matanza de personas, por lo general indefensas, producida por ataque armado o causa parecida». Como continúen así, el genocidio autoinducido va a ser una realidad pero dentro del PP. Basta ya de hacer regalitos a Pedro Sánchez y sus socios filoterroristas. A ver Moreno, Azcón, Rueda y cía, pronunciad conmigo: «Ma-sa-cre».
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