
En vilo
Marisancho Menjón, de Sijena: "Se dice desde determinados ámbitos vinculados al museo que los guarda que no se tiene en cuenta el estado de las pinturas"
“Queda mucho arte por devolver de la época de la guerra", explica la exdirectora general de Patrimonio Cultural del Gobierno de Aragón

“Queda mucho arte por devolver de la época de la guerra. Cuando terminó el conflicto muchas piezas quedaron en los depósitos de los museos. En todas partes hay retablos que no se han devuelto. De hecho, se realizaron exposiciones de arte salvado de la furia roja, como las llamaban, para que los propietarios vieran lo que había y se pudiera restablecer. Pero en muchos casos no se hizo nada. Y cuando había piezas de gran categoría la propia estructura franquista no era favorable a que volviera a sus pueblos de origen”, dice categóricamente Marisancho Menjón, la exdirectora de Patrimonio Cultural del Gobierno de Aragón con Javier Lambán.
Porque la exfuncionaria ha publicado recientemente su novela ‘El grupo de Roda’, inspirada en el arte aragonés y su posible espolio durante la guerra civil. Un libro en el que hay espacio preferente para un personaje clave en dichos sucesos, Josep Gudiol. Al ser preguntada en ‘El Periódico de Aragón’ por la trascendencia que este tuvo, la aragonesa lo tiene claro. Considera que no era ni un expoliador ni un salvador del arte.
Se hubieran destruido porque se había quedado sin techo
“Realmente estaba haciendo las dos cosas a la vez. Gudiol aprendió a arrancar pinturas murales con uno de los italianos que arrancó las pinturas románicas del valle del Bohí. Por aquel entonces era un procedimiento habitual el ofrecer a un obispo o una comunidad religiosa el recuperar pinturas que estaban degradadas o cubiertas por retablos para el museo diocesano a cambio de quedarse unos fragmentos”, explica en el diario local la escritora.
Menjón, durante su entrevista en el medio de comunicación, habla evidentemente del ferviente caso de las pinturas murales de Sijena, en donde también “se actuó con este planteamiento. Fue una operación de salvamento puesto que si no se hubieran sacado muy probablemente se hubieran destruido en pocos meses porque se había quedado sin techo”.
“Además con la guerra no se sabe qué hubiera pasado”, continúa. “El asunto se convierte en un expolio cuando, sin más ni más, sin contar con autoridades o con las dueñas, se decide que esas pinturas se quedan en Barcelona”, sentencia contundente la autora del libro.
Oponerse a una sentencia del Tribunal Supremo sería muy fuerte
Para terminar, Marisancho Menjón ofrece su opinión sobre lo que cree que ocurrirá con la sentencia. “Creo que prevalecerá la razón. Oponerse a una sentencia del Tribunal Supremo sería muy fuerte. Se dice desde determinados ámbitos vinculados al museo que los guarda que no se tiene en cuenta el estado de las pinturas. Pero bueno, este estado tendrá que analizarse por parte de los técnicos. Y si están tan mal que se van a pulverizar, pues habrá que restaurarlas antes de trasladarlas. Eso no invalida la sentencia”.
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