Consumo
Del nuevo etiquetado a la alerta cárnica de la OMS
Dimos la bienvenida a 2015 con un nuevo y necesario reglamento sobre el etiquetado de los alimentos. El año termina con el demoledor informe de la OMS sobre el consumo de carne roja y procesada. La regulación sobre las grasas trans será decisiva en 2016
Dimos la bienvenida a 2015 con un nuevo y necesario reglamento sobre el etiquetado de los alimentos. El año termina con el demoledor informe de la OMS sobre el consumo de carne roja y procesada. La regulación sobre las grasas trans será decisiva en 2016
El año 2014 terminó con la entrada en vigor de un nuevo sistema de etiquetado obligatorio de los alimentos en toda la Unión Europea. El reglamento 1169/2011 que marca qué y cómo debe aparecer la información en las etiquetas de los productos envasados es más sencillo para los consumidores y ha afectado a más de 28.000 empresas del sector alimentario español. La norma responde a la demanda popular y viene a unificar, modernizar y ordenar la legislación existente añadiendo valor e información en el etiquetado de cara a un consumidor cada vez más ávido de información clara, completa y sencilla. Aunque la información nutricional pasó de ser voluntaria a tener carácter obligatorio, la gran mayoría de las compañías ya lo hacía de manera voluntaria. Este reglamento ha supuesto todo un reto para la industria de alimentación y bebidas, y para el que han trabajado intensamente con los actores implicados –cadena alimentaria, Administración y asociaciones de consumidores– con el fin de poder afrontar los requisitos y cambios que supone su puesta en marcha.
Larga batalla
Precisamente, una de las batallas que llevan años persiguiendo los profesionales de la salud es, precisamente, un etiquetado correcto y, sobre todo, comprensible. La norma responde a la demanda popular y viene a unificar, modernizar y ordenar la legislación existente añadiendo valor e información en el etiquetado de cara a un consumidor cada vez más ávido de información completa y sencilla. Desde diciembre de 2014 se informa claramente de si un producto contiene alguno de los 14 alérgenos más comunes.Es obligatorio informar del tipo de aceite (no basta decir aceite vegetal, sino especificar si es de oliva, girasol, palma...). Desde abril de 2015 se indica claramente en la información y etiquetado de los alimentos los países en que los animales (cerdos, cabras, ovejas y aves) son criados y sacrificados. Desde diciembre de 2016 será obligatoria la tabla nutricional. Todos los alimentos procesados envasados, y las bebidas, deberán indicar el detalle de la información nutricional (energía, grasas, ácidos grasos saturados, hidratos de carbono, azúcares, proteínas y sal) en la parte posterior del envase y por 100 gramos o mililitros, respectivamente.
Una de las quejas de los profesionales de la salud al nuevo reglamento reside en las grasas ya que son uno de los puntos de la etiqueta que el consumidor suele mirar. Hasta ahora sólo se debía indicar si la procedencia de las grasas era vegetal, animal o de grasas hidrogenadas. La nueva legislación obliga a detallar qué tipo de aceite contiene: si es de girasol, de oliva o de palma. Sin embargo, la presencia de grasas trans seguirá sin tener que indicarse, a la espera de la resolución de 2016.
A este respecto, Concepción Maximiano Alonso, de la Asociación de Dietistas-Nutricionistas de Madrid (Addinma) y miembro de iNutralia, ve con buenos ojos que «se tenga que especificar el tipo de grasa vegetal que se use porque no es lo mismo un aceite de girasol que uno de palma. Sin embargo, no comprendo que tengamos que esperar hasta 2016 para que se exprese obligatoriamente la cantidad de grasas trans de los productos, sobre todo por el daño que producen esas grasas en nuestro organismo». Otro aspecto es que el el término sal aparece como tal y no como sodio «pero es una definición incorrecta. Lo que han contemplado es que, cuando un alimento sólo contenga “sal” debida exclusivamente al sodio presente de forma natural, pero cuando se haya añadido sal durante el proceso de transformación, o como resultado de la adición de ingredientes que contengan sal, por ejemplo, jamón, queso, aceitunas, anchoas, etc., no será posible utilizar la declaración».
Para la Organización de Cosumidores y Usuarios (OCU), no todo es bueno. En la redacción final del reglamento europeo la balanza no siempre se ha inclinado del lado del consumidor. Antes de echar las campanas al vuelo, deben resolverse algunas cuestiones, que a juicio de OCU, son muy importantes. «La información al consumidor es mejorable: OCU y otras organizaciones de consumidores pedíamos un mayor tamaño de letra (3 mm), que al final ha menguado hasta 1,2 mm. El reglamento prevé una serie de alimentos que quedan exentos de incluir todas las menciones obligatorias. Entre ellos están los envases cuya superficie mayor sea inferior a 10 cm2, como, por ejemplo, un paquete de chicles: solo estarán obligados a indicar, además de la denominación del producto, la posible presencia de alérgenos, la cantidad neta y la fecha de caducidad. Las bebidas alcohólicas también están exentas de incluir información nutricional y lista de ingredientes, y en este caso no se trata de una cuestión de tamaño. Por lo tanto, no hay motivo para que los fabricantes no informen de la composición de estas bebidas».
Asimismo, desde la OCU consideran que «queda pendiente definir lo antes posible valores de referencia para niños, sin lo que no se pueden calcular bien las Cantidades Diarias Recomendadas (CDR): en productos dirigidos a ellos se emplean valores referidos a adultos. En ese caso, la información nutricional no es de mucha utilidad. También debe establecerse qué información se incluirá en los productos vendidos a granel». Por estos motivos, consideran que, «la nueva información al consumidor supone un avance indudable, pero aún quedan muchos detalles por perfilar».
LA CARNE ROJA Y LOS PRODUCTOS PROCESADOS, EN EL PUNTO DE MIRA
En noviembre la Organización Mundial de la Salud (OMS) desató la alarma después del demoledor informe publicado por la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC),dependiente de la Organización Mundial sobre la Salud (OMS), que relaciona el consumo de carne roja y procesada con un mayor riesgo de sufrir cáncer. Se alertaba de que el consumo de 50 gramos diarios de carnes procesadas incrementa un 18 por ciento el riesgo de sufrir cáncer de colon. En el caso de la carne roja, se clasificó como «probablemente carcinógena para los humanos» (Grupo 2A). La carne procesada aparecía como «carcinógena para los humanos» (Grupo 1). El informe también señaló que para un individuo, el riesgo de desarrollar cáncer colorrectal por su consumo de carne procesada es pequeño, pero este riesgo aumenta con la cantidad de carne consumida. «El citado informe no supone un cambio en las actuales recomendaciones nutricionales de nuestra sociedad y otras sociedades nacionales e internacionales, puesto que desde hace tiempo se ha venido resaltando la importancia de una dieta variada y equilibrada, siguiendo el patrón mediterráneo, en la que el consumo de carnes procesadas y carne roja se realice de forma ocasional», advirtió la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN) . La Agencia Española de Consumo, Seguridad Alimentaria y Nutrición aconsejó seguir las actuales recomendaciones de salud pública, que indican un consumo moderado u ocasional (no más de dos veces por semana).
VACÍO LEGAL PARA LAS GRASAS MÁS NOCIVAS PARA LA SALUD
Pese a la introducción del reglamento sobre el etiquetado de alimentos ya vigente en España, la regulación sobre las grasas trans sigue ocupando un vacío legal. Ya en 2011 la Fundación Española del Corazón (FEC), a través de la European Heart Network, solicitó a la Comisión Europea una regulación en este sentido, pero a día de hoy este marco legal aún no ha sido establecido. En Estados Unidos, el pasado mes de julio, la U.S. Food and Drug Administration (FDA) prohibió el uso de las grasas trans. La medida, adoptada tras considerar esta sustancia como una amenaza para la salud pública, se aplicará de manera progresiva durante los próximos tres años. En muchos países industrializados, incluido España, el contenido de grasas trans en los alimentos que habitualmente lo contenían ha disminuido de manera considerable, debido especialmente a los cambios tecnológicos desarrollados por la propia industria. La mayor parte de los alimentos comercializados en nuestro país no contienen grasas trans, incluyendo las margarinas. Actualmente, no se incluye ningún proceso de hidrogenación parcial en la elaboración de las margarinas, lo que hace que el porcentaje de grasas trans que contienen sea inferior al uno por ciento que marca la OMS, y por debajo del dos por ciento que aprobó la FDA en Estados Unidos. Pero no son los únicos que han hecho los deberes. Fuentes de la industria alimentaria recuerdan que, por ejemplo, el 55 por ciento del volumen total del mercado de los platos con base de carne han reducido la cantidad de grasas trans en un 75 por ciento, y los productos de bollería han disminuido su contenido en ácidos grasos trans a menos del dos por ciento.
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