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¿Por qué nos deprimimos cuando anochece pronto?
Nos pasa a todos. A las seis es de noche y nos da el bajón.¿Por qué nos ocurre esto? Te ayudamos a descubrirlo.
Es invierno, anochece pronto y nos sentimos más cansados, con más ganas de llegar a casa y meternos en la cama. ¿Tiene este fenómeno una explicación científica? Entrevistamos a Sebastián Mera, miembro de Saluspot y psicólogo clínico del gabinete psicológico Sebastián Mera, que nos indica cómo el menor número de horas de luz al día influye en la salud mental, en la física, en el comportamiento y en la sensación de hambre y sueño.
Todos manifestamos un ritmo en el devenir de nuestro día a día y el más evidente es el que rige nuestro ciclo vigilia-sueño. Este ritmo se ajusta a un patrón circadiano, que se repite cada 24 horas y afecta a procesos tanto fisiológicos como conductuales. Someterse a este ritmo geológico (como que un día dure 24 horas) es adaptativo ya que permite adecuar el comportamiento y la propia fisiología a las posibilidades que ofrece el ciclo día-noche. Este ritmo no depende de la influencia de factores externos, como podría pensarse, sino que es un “reloj interno” que “se pone en hora” gracias a las señales del medio ambiente de cada día.
Son esas señales ambientales, especialmente la luz del día, las que afectan al sistema nervioso. Cada célula neuronal funciona mediante una retroalimentación de producción y degradación de proteínas producida por la luz, actuando sobre el llamado núcleo supraquiasmático, que es la estructura cerebral encargada de regular dichos ritmos circadianos.
Cuando existe una asincronía entre las horas de nuestra actividad diaria y el nivel de proteínas de esas células antes citadas, se desregulan los ciclos de sueño y el estado anímico. De esto se desprende que, al haber menos horas de luz día en la época invernal, esta estación influye de forma negativa en el ánimo de los sujetos debido al proceso neuroquímico antes explicado. Por tanto, elevará la probabilidad de experimentar episodios depresivos.
Al producirse esa asincronía, no solo el estado de ánimo puede verse afectado, sino también losciclos de sueño. La forma de abordar dicha desregulación puede llevarse a cabo mediante una aproximación farmacológica o psicológica.
Se suele llevar a cabo mediante la prescripción de melatonina. La melatonina es una hormona, derivada de la serotonina, que afecta a la modulación de los patrones de sueño y que se ve estimulada por la oscuridad y cuya segregación induce al sueño. El abordaje farmacológico debe ser pautado con cuidado extremo, ya que puede desequilibrar la química hormonal a la vez que producir dependencia.
Debe realizarse un análisis funcional de la conducta y establecer situaciones y antecedentes que puedan agravar la conciliación del sueño. El objetivo es estimar variables cognitivas, conductuales y fisiológicas que puedan estar influyendo en el posible insomnio, para a continuación pautar la correspondiente terapia en función de la problemática en el sujeto.
Otro aspecto a tener en cuenta es el referido a la ingesta alimentaria y cómo ésta puede verse alterada por la mayor o menor cantidad de horas de luz. Los estudios indican que hay una evolución en paralelo en las sociedades desarrolladas, en una correlación negativa: a menos horas de sueño, más incidencia de sobrepeso y obesidad.
La forma de no alterar el equilibrio ingesta-consumo debería ser abordada desde un prisma psicológico en el que se analizasen posibles variables: por un lado genéticas, que pueden influir en el exceso de peso (en el caso de que este exista), y por otro conductuales en el sentido de ver cómo el sujeto modifica sus pautas nutricionales y cómo influye, a la vez, en su mayor consumo calórico.
La salud física también puede verse afectada. Estos casos deberían ser abordados en términos de los déficits que el sujeto pueda experimentar como consecuencia de su modificación negativa de la salud psicológica. No debemos olvidar que tenemos un triple sistema de respuesta:
1. cognitivo
2. motor
3. y fisiológico
y los tres están íntimamente relacionados. Si emocionalmente nos sentimos menos activos, conductualmente realizaremos menos actividades y fisiológicamente tendrá la correspondiente respuesta negativa.
España es uno de los países con menor prevalencia de la depresión, mientras que las tasas más altas se dan en los países nórdicos. Comparaciones como esta permiten apreciar los pesos específicos que tienen determinadas variables ambientales (en este caso la luz) y otras como el bienestar económico y social. De este modo se da la razón al psicólogo Abraham Maslow cuando en su pirámide de jerarquía de necesidades humanas situó en la base las necesidades fisiológicas, que son básicas para mantener la homeostasis (referidas a la supervivencia).
En primer lugar debería abordarse qué supone para una persona el invierno, es decir, cómo lo interpreta y qué piensa acerca de esta época del año. Desde la aproximación cognitivo-conductual, la frase que podría servir de resumen de cualquier malestar emocional es: “El modo en que tú piensas afecta al modo en que tú sientes”. Independientemente de la escasez de luz, la persona debe continuar realizando actividades placenteras. Hay que entender que el invierno es parte del ciclo de la vida y, además, puede aprovecharse para fomentar actividades que no requieren abundancia de luz. En definitiva, se trataría de hacer comprender al sujeto de que es él quien decide y elige y que es un agente totalmente activo.
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