Cargando...

Turismo

Los hosteleros de Mallorca "suplican" que vuelvan los británicos mientras portavoces ciudadanos dicen "que se vayan a casa"

El sector hostelero advierte del cierre de negocios mientras los activistas rechazan que la culpa sea de las protestas y apuntan a los altos precios y la especulación inmobiliaria

“No vamos contra los británicos, contra los alemanes o contra nadie en concreto" La Razón

Tras un verano de protestas que incluyeron carteles de “Mallorca no se vende” y amenazas a familias extranjeras, los restaurantes de la isla registran una caída del 20 % en la actividad de julio respecto al año anterior, con bajadas del 8,6 % en llegadas de alemanes y del 2,2 % en las de británicos, sus principales mercados. Juanmi Ferrer, de la Asociación de Restaurantes de Mallorca (CAEB), advierte que muchos locales podrían cerrar si la sangría continúa, mientras otros empresarios piden públicamente que los turistas regresen.

El rostro adolescente del movimiento

Jaume Pujol, de 17 años y comparado con Greta Thunberg por su activismo contra la masificación, encabeza las marchas que piden limitar el número de visitantes. “No vamos contra los británicos, contra los alemanes o contra nadie en concreto; queremos que el gobierno ponga coto al modelo que convierte la isla en un parque temático”, explica el joven, que niega que las protestas sean xenófobas y culpa a los altos precios y a plataformas como Airbnb del encarecimiento de la vida local. Para él, el vacío en terrazas y bares es “el espejo de un problema estructural que ahora también sufren los propios turistas”.

Según informa Metro, Pedro Milán, propietario del café Sodapop en Palma, recuerda que Mallorca lleva más de ochenta años dependiendo del turismo y que, sin él, “no hay industria ni recursos alternativos”. Reconoce tensiones crecientes cuando expatriados británicos o alemanes “llevan diez años sin aprender lo básico del idioma ni integrarse”, pero achica importancia al descenso de visitantes: “La saturación sigue aquí; lo que ha cambiado es que ahora todos pagan un coste de vida más alto por culpa de los alquileres turísticos y los impuestos”. Eva Martín Soler, dueña del bar de tapas L’Ambigú en el casco histórico, confirma la caída de clientes alemanes y el auge de franceses, suecos o estadounidenses gracias a nuevas rutas aéreas, y reclama un reparto de responsabilidades: “Hemos lucrado todos, hoteles grandes y particulares, al expandirnos sin límites; ahora toca equilibrar para que la isla siga siendo habitable”.