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Joyas mediterráneas

La pequeña isla mediterránea que parece las Maldivas y tiene pasado militar: está en España

A solo una hora de Mallorca, esta isla virgen ofrece uno de los paisajes más puros del país: historia militar, biodiversidad única y aguas cristalinas

La pequeña isla mediterránea que parece las Maldivas y tiene pasado militar: está en España iStock

En un archipiélago donde Ibiza y Mallorca acaparan titulares por su bulliciosa vida turística, la isla de Cabrera se mantiene, silenciosa y majestuosa, como el último gran refugio natural del Mediterráneo español.

A apenas 15 kilómetros al sur del cabo de Ses Salines (Mallorca), este pequeño territorio insular, que forma parte del Parque Nacional Marítimo-Terrestre del Archipiélago de Cabrera, es un tesoro ecológico, histórico y paisajístico del que muchos españoles todavía no han oído hablar… y quizá sea mejor así.

Lejos de las aglomeraciones y los excesos que a veces empañan la imagen de las Baleares, Cabrera es todo lo contrario: un santuario de paz donde no hay hoteles, chiringuitos, ni música estridente.

Solo naturaleza en estado puro. Desde 1991, el archipiélago —formado por la isla principal y una docena de islotes— goza de la máxima protección ambiental gracias a su designación como Parque Nacional, siendo el primero de España en incluir espacio marino. Su acceso es limitado, regulado y, precisamente por eso, una experiencia exclusiva para quienes buscan algo más que sol y playa.

Un faro y un macizo de CabreraiStock

Un paraíso de historia y biodiversidad

A lo largo de los siglos, Cabrera ha sido escenario de múltiples episodios que mezclan la épica y la tragedia. Uno de los más conocidos ocurrió durante la Guerra de la Independencia, cuando unos 9.000 prisioneros franceses fueron confinados en la isla sin apenas recursos. Solo 3.600 sobrevivieron. Hoy, una escultura y un pequeño museo recuerdan ese oscuro capítulo que, aunque poco conocido, forma parte de la memoria europea.

Más allá de su historia, la isla es un paraíso para los amantes del mar y la fauna. Las aguas de Cabrera son algunas de las más limpias y transparentes del Mediterráneo occidental, hogar de más de 200 especies de peces y protegidas como reserva marina desde hace más de 30 años. No es raro cruzarse con delfines, tortugas o incluso el raro mero gigante, mientras que en la superficie sobrevuelan halcones, águilas pescadoras y, en temporada, miles de aves migratorias.

La posidonia oceánica —una planta marina fundamental para la calidad del agua— crece en abundancia en su litoral, motivo por el cual el fondeo está rigurosamente controlado. Las playas de la isla, como la cala Es Cargol o la del puerto de Cabrera, parecen sacadas de un folleto del Caribe, con arenas blancas y aguas turquesas. Pero aquí no hay hamacas: el lujo es la soledad.

Una visita que se planea con antelación

El acceso a Cabrera solo está permitido mediante embarcaciones autorizadas que salen desde el sur de Mallorca, principalmente desde Colònia de Sant Jordi. Los visitantes deben solicitar un permiso previo, y las plazas diarias están limitadas para evitar la masificación.

Hay una pequeña cantina gestionada por el parque, aseos públicos y un refugio donde se puede pasar la noche, pero el objetivo es claro: que el impacto humano sea mínimo.

Esta política de conservación ha hecho de Cabrera un modelo de gestión medioambiental admirado dentro y fuera de España. De hecho, organismos europeos y ONGs ambientales suelen citarlo como ejemplo de cómo conjugar protección, turismo sostenible y educación ambiental.

Un futuro que depende de todos

La amenaza del cambio climático, el aumento de la presión turística en el entorno balear y la contaminación marina siguen siendo riesgos latentes. Por eso, tanto el Govern balear como el Ministerio para la Transición Ecológica han intensificado sus esfuerzos en la última década para blindar este enclave. Nuevas medidas de vigilancia, control de vertidos y educación ambiental apuntan a mantener intacto este rincón único del país.

Cabrera no es solo una isla: es un símbolo de lo que España puede conservar cuando se actúa con responsabilidad y visión a largo plazo. Y mientras el bullicio de la temporada estival se apodera de otros puntos del archipiélago, Cabrera sigue allí, intacta, esperando al visitante que sepa verla con ojos de respeto.