Jesús Fonseca
Doña Sofía: con las botas puestas
En apenas unos días. El próximo sábado, 2 de noviembre, la Reina Sofía cumplirá 81 años. Toda una vida de entrega, de tiempo y energías a ser útil e implicarse. A buenas causas. Los españoles quieren muchísimo a Doña Sofía. Salta a la vista. Admiran su empeño y habilidad para ocuparse de verdad de las fragilidades y afanes de los demás. A toda hora con las botas puestas.
Pero lo que más seduce de ella, tal vez sea su capacidad de amar y verlas cosas desde el punto de vista del otro. Atiende. Se concentra en la escucha. La reina Sofía siempre está ahí. Aunque sólo sea para tomar nota y luego mover los hilos, con discreción, y echar una mano. Nunca llegaremos a saber todo lo que ha trajinado por servir y facilitar la vida a su alrededor y en otros lugares lejanos.
Durante casi medio siglo, la Reina Sofía ha desarrollado también una intensa tarea exterior, en la defensa de nuestros intereses, junto al Rey Juan Carlos, al que ha acompañado en sus viajes de Estado, así tronara o cayeran chuzos. Además, ha dado varias veces la vuelta al mundo, para respaldar la cooperación y a los voluntarios españoles, que la adoran. En cuantas veces he tenido oportunidad de coincidir con Doña Sofía, dentro y fuera de España, he sentido vivamente que a ella, lo que verdaderamente le importa, es la felicidad de los españoles.
Durante décadas, ella, la mejor reina que ha tenido España en siglos, ha sabido reforzar una Institución desde la que no se podía cometer un error, porque algunos estaban al acecho para sacar tajada; como bien se ha visto. No ha sido fácil. Pero Doña Sofía ha permanecido en su sitio y ahí sigue. Donde le corresponde como esposa, madre y reina. Jamás se ha rendido; así se haya sentido hecha polvo, o viera como la tierra se abría bajo sus pies.
Y eso no ha sido porque sea una «buena profesional». Una expresión demasiado pobre para resumir todo lo que nos aporta. Otra cosa es que sea buena en su trabajo, algo que pocos pondrán en duda. Si se ha metido a losespañoles en el bolsillo, si ha hecho el bien a manos llenas, no es porque sus 80 años representen un ejemplo de trabajo, sino porque ha sabido hacer de su vida, día tras día, una experiencia apasionante, alegre y compartida. Porque distingue el trigo de la paja. Lo que cuenta de lo que no. De su lucidez nos hemos beneficiado todos. Gracias, Señora. Y ¡Felicidades Majestad!
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