Jesús Fonseca

Médicos de cabecera

La Razón
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Atienden a enfermos y no a enfermedades. Hacen frente, con abnegado esfuerzo, a un cúmulo de dificultades y penalidades, día tras día. Siempre comenzando de nuevo. Asegurando la calidad y la plenitud de vida hasta el final. Estoy hablando de los médicos de cabecera, ahora más conocidos como ‘de familia’. Un trabajo imprescindible y heroico en una España envejecida, que continúa sin afrontar la necesaria reorientación de su sistema sanitario. ¿A qué esperan para meter mano, de una vez por todas, a una realidad tan apremiante? Se escuchan pocos reconocimientos —por no decir ninguno—, hacia estos esforzados profesionales a los que quiero dedicar, con honda admiración y respeto, mi gacetilla de hoy. Lo primero que hay que decir de los médicos de cabecera, es que son los mejores especialistas que hay en la sanidad, así no estén especializados en nada concreto. Lo que importa no son los años del paciente, sino que puedan vivirlos con la mayor plenitud. Seguro que el amable lector habrá tenido más de una experiencia que corrobora lo que digo. Son ellos los que poseen el famoso ojo clínico, que tantos entuertos resuelve. Nuestro Sistema Nacional de Salud no tendría el prestigio que posee, dentro y fuera de España, si no fuera por la entrega vocacional de estas mujeres y estos hombres que atienden a las personas desde una perspectiva física, psíquica y social. Los médicos de cabecera, son los que más y mejor tienen en cuenta, a la hora de diagnosticar y tratar cualquier dolencia, el contexto familiar y social del paciente. Llama la atención esa capacidad suya para volcarse en la complejidad de cada enfermo; en su singularidad como persona. Algo que va, ciertamente, mucho más allá del necesario conocimiento de órganos, aparatos y sistemas. Sería interminable, desde luego, hacer la lista de estos profesionales heroicos en España y aquí, en Castilla y León. Pateándose los pueblos y atendiendo incansables, horas y horas, en ambulatorios y centros de salud. Pero me detendré en uno serio, sensible, responsable, que encarna de manera cabal la profesionalidad de todos ellos. Ese esmero y vitalidad que caracterizan al médico de familia. Me refiero al presidente del Colegio de Médicos de Valladolid: el doctor José Antonio Otero Rodríguez. Alguien del que todo el mundo habla bien; al que adoran sus pacientes. Uno de esos profesionales volcados de forma natural y plena en su vocación; empeñado, desde su puesto, en la formación continua del médico de familia. ¡La de cosas que está haciendo! El doctor Otero está aupando la medicina de familia, consiguiendo medios que aseguren su calidad y la coloquen donde este ejercicio profesional imprescindible se merece.