Mayores

Los primeros reencuentros en residencias, marcados por lágrimas de alegría y muchos “cuánto os echo de menos”

Los centros de Grupo Clece retoman las visitas de familiares con todas las medidas de seguridad para evitar contagios entre los mayores

Leonor saluda, a través del teléfono, a su hija Mari carmen durante la primera visita de su hijo Javier desde que comenzó la pandemia en la residencia Altos de Parquesol de Valladolid
Leonor saluda, a través del teléfono, a su hija Mari carmen durante la primera visita de su hijo Javier desde que comenzó la pandemia en la residencia Altos de Parquesol de ValladolidWellington Dos Santos Pereira

El momento se ha hecho esperar mucho, demasiado, pero el avance del coronavirus Covid-19 así lo ha impuesto. Los familiares van llegando poco a poco, en orden, a la residencia Altos de Parquesol, de Valladolid, mientras los mayores esperan dentro la visita de sus seres queridos entre nervios e ilusión.

El punto de encuentro es la terraza del centro, perteneciente al Grupo Clece, un lugar abierto, como marca la normativa, para evitar cualquier tipo de contagio, donde las mesas se han dispuesto siguiendo la distancia de seguridad y sobre las que hay a disposición de los visitantes tanto mascarillas como guantes y gel desinfectante para que ese primer abrazo en la distancia, los besos tirados al aire sean, si cabe, aún más seguros.

La primera en salir es Leonor. Su hijo Javier la está esperando. En cuanto se ven los ojos de la madre se llenan de lágrimas de alegría que no terminan de secarse en todo el reencuentro.

«Estoy muy contenta de verte, me tratan muy bien las empleadas y me ayudan en todo lo que necesito», explica Leo, quien no tarda en preguntar por toda la familia, también por los perros, y pregunta por qué no puede ir a verla su hija, Mari Carmen, residente en Ávila. «Todavía no nos dejan, pero pronto seguro que viene», le asegura Javier.

Sin embargo, y para no empañar el momento, y gracias al uso de las tecnologías, Mari Carmen aparece desde su docimilio abulense mediante una videollamada. «Te veo guapísima, mamá», le dice nada más cruzan la mirada a través de la pantalla.

La visita llega acompañada de ropa de verano, más propia para este tiempo, de recuerdos de toda la familia y buenos deseos.

Leonor y Javier son de los primeros que han podido verse después de que Clece abriera las visitas a los mayores tras el pase de Castilla y león a la fase 2.

Las actividades no han faltado para los mayores, con salidas a la terraza y diferentes talleres, aunque Javier reconoce que su madre lo pasó mal durante el tiempo que tuvieron que estar aislados para evitar los contagios en la residencia, que ha pasado sin un solo positivo.

«No podemos decir nada malo. Desde la directora a las enfermeras y todos los profesionales lo han hecho fenomenal dándoles el cariño y haciendo todo lo que no podíamos hacer los demás. Estamos muy contentos», reconoce Javier, quien destaca las llamadas y videollamadas diarias con su madre y afirma que, tras haberla visto, la ha encontrado «muy bien».

Dar lo que se ha recibido

En el mismo sentido se pronuncia Isabel, quien acude a visitar a su tía Teo. «Le han dado mucho cariño, es una residencia muy personalizada y con todos los virus que ha habido aquí no lo ha pasado ninguno debido a todas las precauciones que han tomado. Estoy encantada. Siempre que llamo se desviven por que podamos hablar», subraya.

«Tenía muchas ganas de verla, la he echado mucho de menos pero he estado muy bien», cuenta Teo, quien no ha podido evitar ponerse nerviosa ante su cita de la tarde, tan esperada después de tanto tiempo.

Visita a un familiar en una residencia de personas mayores de Valladolid en pandemia
Visita a un familiar en una residencia de personas mayores de Valladolid en pandemiaWellington Dos Santos Pereira

Además, manda para el resto de la familia muchos recuerdos. «Me acuerdo mucho de todas. Muchas gracias por preocuparos por mi», le dice a Isabel, que no duda ni un instante en responder: «Usted se preocupó por nosotras -en referencia a las sobrinas-, ahora nosotras lo hacemos por usted».

Teo es colaboradora. Ayuda mucho a los empleados de la residencia, según comentan desde el centro, a lo que ella, humilde, contesta que esas cosas «no se cuentan, se hacen de corazón y ya está».

Isabel ha ido acompañada por Toño que, por las normas de una persona por residente, no puede acceder. Por eso saluda a Teo desde la acera de enfrente, lejos pero cerca, para que, a sus 89 años, la mujer se sienta un poquito más acompañada.

El tiempo de la visita se acaba. Los besos vuelan por el aire y las sonrisas se dibujan por debajo de las mascarillas al saber que no habrá que volver a esperar tanto para volver a verse, todos sanos, tras unos meses duros y largos en los que, gracias al saber hacer de los profesionales sociosanitarios, «el bicho» se ha quedado fuera.