Medio Ambiente

Un año del incenio de Arlanza (Burgos): De la rabia y la frustración a la repoblación

El fuego arrasó más de 2.500 hectáreas

Incendio del Arlanza
Incendio del ArlanzaRicardo OrdóñezIcal

Árboles ennegrecidos convertidos en meros esqueletos de ramas y troncos quemados, sin hoja alguna, reciben al visitante por las carreteras que llegan a Quintanilla del Coco, Santibáñez del Val y Santo Domingo de Silos, víctimas del devastador incendio forestal que hace un año arrasó un enclave privilegiado en la comarca burgalesa del Arlanza.

Con 2.500 hectáreas calcinadas, el 70 por ciento integradas en el Parque Natural de los Sabinares del Arlanza, el fuego que se desató el 24 de julio de 2022 ha sido uno de los más importantes en Burgos por su impacto social y medioambiental.

Las llamas obligaron a desalojar cinco municipios (Santibáñez, Silos, Hacinas, Villanueva de Carazo y Carazo), unos 500 vecinos sacados a la carrera de sus casas, incluidos los monjes de la abadía benedictina de Santo Domingo de Silos, a cuyas puertas quedó el incendio.

Emeterio Martín, el alcalde de la localidad, lo recuerda como “si fuera ayer”, sobre todo por su “virulencia” pues “en cuatro horas el fuego recorrió 10 kilómetros”, con dos frentes que acabaron confluyendo en Silos, ha explicado a EFE. “Hubo un momento en que los dos campanarios dejaron de verse del humo que había en el pueblo”, ha rememorado sobre el sentimiento de “rabia, impotencia y apretar dientes y puños” al ver que el incendio “se les iba de las manos”. La magnitud del fuego era tal que “las pavesas saltaban hasta cien metros y, de repente, donde no había fuego se prendía un árbol”, sin respetar cortafuegos naturales ni los abiertos por los equipos de extinción.

Domingo Pozo, el alcalde de Quintanilla del Coco, fue de los primeros en enterarse del fuego, que se declaró pasada la una de la tarde en un terreno agrícola en el que trabajaba una cosechadora, según la investigación de la Guardia Civil. “En ese momento no piensas en nada, hay que reaccionar y salir rápido”, ha recordado a EFE, y pese a que todos los vecinos se echaron al monte “no había manera de controlarlo, era imposible”. Burgos vivía esos días una intensa ola de calor, agravada en el valle del Arlanza, con temperaturas por encima de los 30 grados y un fuerte viento seco y caluroso, que empujó las llamas. A ello se unió la falta de limpieza del monte, ha asegurado Pozo, y que el río Mataviejas estaba “lleno de ramas”, lo que facilitó que el incendio se desplazase rápidamente desde Quintanilla a Santibáñez del Val, el municipio más afectado.

DEVORADO POR LAS LLAMAS

El barrio de abajo se vio literalmente devorado por las llamas, que saltaban de tejado a tejado sin que los bomberos pudieran controlarlo, una imagen desoladora de la que un año después todavía quedan importantes vestigios. Pese a que se ha iniciado la reconstrucción, son numerosas las viviendas que parecen casi en ruinas, a la espera de un proyecto de intervención, sin tejados, sin ventanas ni puertas y desprendiendo todavía olor a humo.

La alcaldesa, Ana María García, ha recordado a EFE que fueron 87 los inmuebles afectados, con 11 viviendas totalmente destrozadas; en Quintanilla del Coco fueron 12 los edificios que sufrieron daños, una cifra similar a la de Silos. García vivió el incendio “con mucha incertidumbre y un poco de frustración”, pero sin miedo, ni siquiera por su familia que estaba en el pueblo, pues la distancia le permitió gestionar la catástrofe "con calma". Estaba en Asturias y, a través de los grupos de WhatsApp, fue coordinando la evacuación de los vecinos hacia los pueblos libres del fuego: “si llego a estar aquí me hubiera puesto nerviosa y lo hubiera hecho muchísimo peor”, ha asegurado.

La regidora recuerda, eso sí, que la situación fue caótica, pero un caos normal dado que un incendio de esa magnitud es “inesperado” y “sobrepasa a cualquiera”, aunque ha criticado que no se tuvieran en cuenta las indicaciones de los vecinos. “La gente del medio rural sabe atajar las cosas, sabe encender un fuego y sabe también apagarlo”, ha insistido, y en este caso sabía dónde había agua para recargar ese primer camión de bomberos que tuvo que esperar seis horas para el relevo.

SIN AYUDAS UN AÑO DESPUÉS

La rabia, la impotencia y la desolación de los primeros momentos se han transformado en un fuerte malestar contra las administraciones un año después, ya que las promesas iniciales se han quedado en “agua de borrajas”. El Ayuntamiento de Santo Domingo de Silos ha tenido que asumir una serie de costes, alrededor de 71.000 euros, y los ha afrontado con fondos propios, a través de las nóminas de los empleados y renunciando a inversiones. “No hemos recibido ni un duro”, se ha lamentado el alcalde, “solamente se nos ha aprobado una factura de 3.000 euros por parte de la Junta de Castilla y León, que todavía no hemos cobrado”.

Y eso “duele” porque, como ha recordado Martín, él lleva dieciséis años trabajando para el consistorio, “sin salario, sin dos extraordinarias, sin un mes de vacaciones, sin jubilación y poniendo su tiempo, su vida y su conocimientos al servicio de la nación”. Lo que sí se ha acelerado por parte de la administración es la limpieza del monte quemado, con la retirada de la madera, que se está destinando a energía verde o a restauración, y las labores de repoblación de la zona afectada.