
Opinión
La Constitución que nos dieron
"Es un texto lleno de promesas ambiciosas: libertad, igualdad, justicia, solidaridad"

Hoy, 6 de diciembre, desempolvamos nuestras mejores intenciones cívicas para celebrar el Día de la Constitución Española, ese documento que en 1978 prometió convertirnos en una sociedad moderna, democrática y plural. Pero ¿cuánto hemos avanzado desde entonces? ¿Estamos viviendo realmente a la altura de sus principios? O, más bien, ¿la usamos como arma arrojadiza, mientras ignoramos sus valores en la práctica?
La Constitución es un texto lleno de promesas ambiciosas: libertad, igualdad, justicia, solidaridad. En sus artículos encontramos aspiraciones que podrían sonar utópicas si no supiéramos que son, precisamente, las bases de nuestra convivencia. Sin embargo, en un momento donde el debate político se nubla entre acusaciones e insultos, sin construcción de consensos, y donde el respeto mutuo a veces parece un ideal de otro siglo, vale la pena preguntarse si realmente entendemos lo que significa vivir al estilo de la Constitución.
¿Por qué son importantes esos valores hoy?
Porque vivimos tiempos de fragmentación, de ruido y de trincheras. La Constitución no es un mero texto legal, sino un marco para recordarnos que, aunque pensemos diferente, compartimos un mismo suelo, una misma historia y un futuro que, queramos o no, nos entrelaza. Libertad no significa gritar más fuerte que el otro; igualdad no implica uniformidad, sino reconocer la dignidad de cada persona; y solidaridad no es caridad ocasional, sino un compromiso constante con quienes más lo necesitan.
En un mundo donde las redes sociales premian la polarización, y donde los discursos se radicalizan con facilidad, volver a los principios constitucionales es un ejercicio de sensatez y decencia. La Constitución nos invita a ser ciudadanos responsables, no espectadores pasivos.
Por ello, en su Día, creo que es necesario recordar tres formas, sin ánimo de ser exhaustivos, para vivir más al estilo de la Constitución:
1. Recuperar el valor del diálogo: En lugar de convertir cada desacuerdo en una batalla, buscar puntos de encuentro. Hablar desde el respeto es la primera piedra para construir consensos políticos y sociales.
2. Participar activamente en la vida pública: Votar está bien, pero no es suficiente. Implicar la voz en los debates, escuchar, informarse y ser críticos con quienes tienen el poder, sin importar la ideología.
3. Reivindicar los derechos de todos: Defender los derechos constitucionales no es solo proteger los propios. Es alzar la voz por quien no puede hacerlo y garantizar que nadie quede excluido de la promesa de igualdad y justicia.
Hoy más que nunca, cuando muchos de sus principios son pisoteados o dejados al margen, es crucial recordar que la Constitución que nos dieron a las generaciones siguientes no es un adorno ni un escudo, sino una brújula. En tiempos en los que parece que la Constitución se usa más como arma política que como base de convivencia, debemos recordar que su fuerza no está en el papel, sino en nuestra voluntad de defenderla. Solo así evitaremos que quede relegada al olvido.
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