
Sociedad
Diez años del banco de la biomedicina y la reproducción animal
El Biobanco de la Universidad de León cumple una década desde su puesta en marcha con un 40 por ciento de ocupación y una preocupación por el incremento del precio del nitrógeno

Diez años han pasado desde que la Universidad de León pusiera en marcha lo que en aquel momento se trataba de una instalación única, tanto a nivel nacional como autonómico, para el almacenamiento seguro de muestras biológicas, principalmente de las áreas de biomedicina y reproducción.
Se trata del Biobanco, cuyo director, Paulino de Paz, define en declaraciones recogidas por Ical como “una instalación compuesta por un contenedor de nitrógeno cuyo objetivo es almacenar biomateriales, es decir, materiales biológicos de interés para la investigación y otros fines, como la reproducción animal, que es la especialización de la ULE junto con la biomedicina”.
Aunque diez años después de su creación “ya no es una instalación singular”, sino que “ya hay instalaciones de distintos tamaños y con distintos niveles de seguridad y de complejidad en cada universidad para sus propios investigadores e incluso en las clínicas veterinarias”, Paulino echa la vista al año 2014 para recordar que, en aquel entonces, existían “una serie de grupos trabajaban esencialmente en la biomedicina y la reproducción animal y que se tenían que arreglar la vida como podían, porque a veces se rompía un poco la línea de seguridad y se perdían materiales”.
Ante la necesidad de “asegurar que todo lo que se almacenara” en un momento en el que uno de los grupos de investigación estaba creando un biobanco de especies silvestres, como oso pardo, corzo, rebeco y “se empezara a unos volúmenes importantes”, se decidió “tener ya autonomía para ese almacenamiento y poder tener asegurado el el control de calidad del material”.
Una cuestión “crucial” para el Biobanco, según De Paz, es “la seguridad”, lo que se garantiza mediante dos niveles distintos. El primero de ellos es la seguridad de accesos, que se lleva a cabo mediante una doble puerta hasta el sistema de almacenamiento, al que además solamente accede el personal del servicio de microscopia, que “es quien tiene, por parte del vicerrector de Investigación, la tutela y el control del Biobanco”.
Para el segundo nivel de seguridad, que pasa por “asegurar que los niveles de nitrógeno estén siempre en el punto perfecto”, el Biobanco de la ULE cuenta con unos grandes tanques conectados a un depósito de 2000 litros de nitrógeno, que está telecontrolado por la empresa que suministra el nitrógeno, lo que ofrece “una seguridad total”.
Además, el tamaño de esos contenedores permite tener una autonomía de entre dos o tres semanas, de forma que “si fallara el suministro, mientras se va perdiendo pasivamente, hay un volumen suficiente de nitrógeno para asegurar que no hay pérdida de nivel a un punto crítico donde perderíamos materiales”.
40% de ocupación
El Biobanco de la Universidad de León se conforma a día de hoy como una “herramienta auxiliar”, aunque también “imprescindible”, ya que “es el encargado de guardar los materiales”.
Esto ha permitido dar soporte a diferentes proyectos e investigaciones a lo largo de sus diez años de vida, entre los que Paulino de Paz destaca la creación por parte del grupo de investigación ITRA-ULE de un biobanco de germoplasma de oso pardo mediante “un proceso continuo de recogida de muestras y una reserva genética”.
En estos momentos se encuentra en marcha un proyecto para crear un banco de peces, al tiempo que existen reservas de semen de mamíferos silvestres para la mejora genética de las especies, aunque también se tiene de animales domésticos, como ganado y ovino y vacuno, y de perros campeones de concursos “para hacer inseminaciones ordenadas”.
Las reservas de materiales para estas investigaciones y otras hacen que el Biobanco de la Universidad de León se encuentre en estos momentos en un 40 por ciento de ocupación en sus cuatro contenedores -de los que solo dos están en activo-, lo que deja para su director “un balance positivo” con una línea de crecimiento que, “aunque sea lento”, cuenta con “una curva suave”.
Incremento de usuarios
Dentro de este “crecimiento lento”, Paulino de Paz se marca como retos por delante el poder crecer en cuanto al número de usuarios, entre los que en estos momentos se encuentran unos ocho o diez grupos internos de investigación de la ULE que “hacen uso del Biobanco de manera constante”, principalmente del área de la Veterinaria.
A ellos se suman unos 30 usuarios externos, de los que 25 son pequeños usuarios y otros cinco medianos, una cifra que “va creciendo poquito a poquito” y que marca “la línea que seguir” con “contactos para ir ofreciendo el servicio”.
Precio del nitrógeno
A pesar de las satisfacciones que ha proporcionado el Biobanco de la ULE desde su puesta en marcha hace ya una década, su director muestra su “preocupación” por el precio del nitrógeno, que “se ha duplicado” y ha generado una sensación de “pequeña asfixia económica”, aunque ello no tendría por qué llegar a poner en riesgo el funcionamiento.
Para ello, Paulino de Paz comenta que la Universidad tiene intención de hacer un concurso general de gases, lo que permitiría negociar directamente el nitrógeno con una empresa suministradora, de manera que las empresas tengan que presentar ofertas interesantes.
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