
Opinión
Eso no es un peregrino
"El peregrino entra en Santiago feliz y satisfecho por los días que ha experimentado y vive su máxima expresión de agradecimiento cuando pisa las piedras del Obradoiro"

Hay quienes pronostican que este año se batirá récord de peregrinos que llegan a Santiago de Compostela. Las estadísticas no van mal encaminadas y hace escasos días se superó la barrera de los 4.000 en un día. En verano las noticias relacionadas con el Camino de Santiago parecen ocupar algunas páginas de los periódicos, incluso minutos en los telediarios nacionales. Pero la otra cara de la moneda también lleva a leer titulares que alertan de lo que han llamado "peregrinofobia", ese malestar que genera el peregrino en la ciudad de Santiago.
Son ya varios los veranos que dedico unas semanas a colaborar con la Oficina de Acogida al Peregrino, a quien no solo se le da la Compostela y se le pone el último sello en su Credencial, sino que se le ayuda a reposar su experiencia de una manera más humana y espiritual, a través de cómo Dios ha salido a su encuentro y cómo ha pasado por esos kilómetros que deja atrás. Os puedo asegurar que en
esos testimonios se comprende verdaderamente el sentido del Camino, de la peregrinación hasta la tumba del Apóstol.
El peregrino entra en Santiago feliz y satisfecho por los días que ha experimentado y vive su máxima expresión de agradecimiento cuando pisa las piedras del Obradoiro. Decir que en estos meses de verano -o incluso todo el año- se vive una especie de patología consistente en repudiar todo lo que viene del peregrino es romper con el verdadero sentimiento de acogida que desprende la ciudad.
El "peregrino" que llega a Santiago y genera repulsión a los vecinos del lugar, cumple los mismos estándares que el que puede llegar a Valladolid, Cuenca o Zaragoza. Es decir, la persona irrespetuosa e irresponsable con el entorno. Pero - ¡por favor!- eso no es un peregrino. En todo caso será un "turigrino", que en nada se parece a quien llega a Santiago en búsqueda de respuestas y con ansias de conocimiento de quien fue uno de los primeros amigos de Jesús.
Por eso, ensuciar la imagen de la peregrinación por parte de algunos por culpa de quien no se siente peregrino, es nublar ese clima de fe, acogida y respeto que se siente en la ciudad de quienes han llegado pietatis causa.
Hace unas semanas llegaban a Santiago un grupo de unos 70 jóvenes de una parroquia que recorrieron los últimos metros cantando y llenos de alegría hasta llegar frente a frente con la Catedral. Al cruzarse con una vecina -de esas que viven en las calles del casco histórico desde siempre- me temí algún tipo de gesto, mala cara o incluso comentario afeando los cánticos de los jóvenes. La señora muy amablemente sonrió y dijo: “no dejéis que os quiten la alegría. Esto es Santiago”.
Sin duda, eso es Santiago. Lo otro, una forma más de cómo se quiere revestir cualquier situación con tintes políticos.
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