Declaración de la Renta

Opinión
Confieso que siempre me ha llamado la atención el perfil de los directivos del Ibex35. Conocer quiénes son -y no solo en el plano profesional-, saber si tienen alguna afición, qué hacen más allá de dirigir una empresa que cotiza en Bolsa, sus relaciones familiares, sus ideas, quizá sus hábitos diarios. Y siempre encuentro lo mismo: épica. Artículos chorreantes de erótica del poder, donde se refleja un perfil heroico del directivo hecho a sí mismo. Y he decir que me gusta leerlo.
Con la salida de Álvarez-Pallete de Telefónica, la sucesión de artículos sobre “el lado más personal” de Murtra o “de Talleres Escribano en Coslada a presidir Indra” acapara medios y redes. No es sensacionalismo. Tampoco prensa rosa -crónica de salones, vaya-. Quiero creer que es una forma de humanizar el mito y bajar al ámbito terreno ese halo epopéyico que difumina al individuo -mortal-. Son historias, sus historias, y algunas de ellas verdaderas historias de superación hasta alcanzar lo que algunos denominan éxito.
Nuevo rico o de cuna. Emprendedor nato o herencia familiar. Resiliente ante los fracasos o quinta generación de éxitos. Contraposiciones, al fin y al cabo, para conocer quiénes son y dónde te encuentras tú. Si les preguntas hace veinticinco o treinta años que dónde se veían en 2025, lo más probable es que ninguno en la cúspide del Ibex. O sí. Hay quien tiene las cosas -y la intuición- claras desde que es un impúber.
Entre procedimientos judiciales ya sentenciados en la prensa y amarillismo con finalidades divisorias, de vez en cuando disfruto leyendo sobre qué hay detrás de los sillones y los Consejos de Administración. Y a veces, incluso, encuentro personas que también discuten con sus parejas, deambulan con ropa de andar por casa por el salón y tienen un pueblo en el que refugiarse o disfrutar sus fiestas patronales. Y eso sí que no cotiza en Bolsa.
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