Sociedad

La pasión más lúcida capaz de estremecer

La localidad salmantina de Serradilla del Arroyo prepara con mimo una edición especial de su vía crucis viviente que, por primera vez tras cuatro décadas de representación, ostenta el título de Fiesta de Interés Turístico Regional

Pasión de Serradilla de Arroyo
Pasión de Serradilla de ArroyoVicenteIcal

“En ese momento, me siento Jesucristo. No pienso como Héctor, sino que lo hago como Jesús. No soy consciente de que me están viendo. Me abstraigo totalmente del mundo exterior”. Madrileño, 18 años. El jovencísimo Héctor Marcos Rodríguez es el epítome de lo que, cada año desde hace cuatro décadas, sucede en la localidad salmantina de Serradilla del Arroyo. La representación del vía crucis, por su fidedigna puesta en escena, por su lucidez y singularidad, estremece a vecinos y forasteros, propios y extraños, que reviven el recuerdo de las horas más amargas de Jesús de Nazaret.

Más de un centenar de vecinos y allegados del pueblo participan en una representación orquestada desde la Asociación la Cumbre, presidida por la abnegada Belén García, que tras años de lucha, por fin, estrena la catalogación de Fiesta de Interés Turístico Regional, distinción otorgada hace un par de meses por la Junta de Castilla y León. “Es un orgullo. Un paso más que da un pueblo unido para hacer de nuestro vía crucis del Viernes Santo un momento único, donde la fe y la cultura se complementan entre sí”, explica García en declaraciones a Ical.

La representación, que se realiza en el pueblo desde 1983, con la excepción obligada por la pandemia, es la máxima expresión de la forma en que este municipio de apenas 250 habitantes, enclavado en la subcomarca mirobrigense de Los Agadones, vive la tradición religiosa. “Sentimos el dolor de Cristo en nuestra interpretación y lo hacemos con gran realismo y plasticidad. Nada es fingido, todo es sentido y vivido con la pasión que cada uno pone”, reflexiona Belén García, quien asegura que el visitante, cuando se acerca, “queda exhausto y llora con nosotros”.

Desde el atrio de la iglesia parroquial de San Lorenzo, donde se erige el Palacio de Pilatos, los actores reviven escenas clave del calvario de Cristo, como la entrada triunfal en Jerusalén, el prendimiento, la última cena o la oración del huerto. Hasta el Teso Santo, donde tiene lugar la crucifixión, el vía crucis atraviesa una ‘Vía Dolorosa’ que transcurre junto al arroyo, al paso de las lavanderas, y salpica sangre, sudor y lágrimas en cada una de las 14 estaciones de la pasión de Cristo hasta su muerte.

Meses de preparación

Hasta la llegada del Viernes Santo, este año 18 de abril, la Asociación la Cumbre trabaja a destajo para cuidar con mimo cada detalle. En esta ocasión, ya en julio, 14 mujeres del pueblo se afanaron en sacar adelante un nuevo vestuario para la pasión viviente mediante la celebración de un taller de confección, cuyos frutos se verán ahora plasmados. Una complicación añadida, de hecho, es el propio método de ensayo, puesto que la ausencia hasta la hora crítica de la mayoría de los actores, que, por motivos laborales, solo disponen de los días festivos, hace que solo estén reunidos desde el Miércoles Santo para interactuar in situ, apenas unas horas antes del día indicado.

La solución está en los medios telemáticos. Los ensayos por videollamada, de hecho, son diarios desde hace un mes. Así lo explica la vicepresidenta de la Asociación la Cumbre, Toñi González, quien desvela que en los frenéticos días en los que coinciden sobre el terreno, trabajan “a toda pastilla”. “Para el pueblo haber alcanzado este reconocimiento es algo que no creía a su alcance, que se sale de lo normal. Lo empezamos a hacer un grupo de amigos para salir de la rutina de la Semana Santa, como algo distinto, pero nunca pensamos que se llegaría a esto. La gente está encantada”, reconoce, y lo explica en “la fe, el fervor y el recogimiento” que existe en esta comunidad. “Hay que vivirlo”.

Así es también para el actor principal, la pieza central de la representación, un joven Jesús, llamado en realidad Héctor Marcos Rodríguez, que a pesar de su corta edad, con tan solo 18 años, encara el papel por tercera vez. “Cada día ensayo con gente distinta. Como hago de Jesús, tengo que ensayar unos días con unos actores y otros días con otros”, explica este estudiante madrileño de primer curso de Ingeniería Civil que lleva acudiendo al pueblo, en veranos, puentes y fines de semana, desde que tenía solo cuatro años y que, por tanto, ya es uno más entre los vecinos.

“Lo vivo con mucha emoción, Al final, te han elegido a ti para representar a todo un pueblo. Es un honor la verdad”, afirma en declaraciones a Ical, el joven en torno al que pivota toda la representación, y quien ostenta una responsabilidad, no solo espiritual, sino también a nivel físico. “Es un desafío. El primer año tenía 16 años. Cuando me vi con la cruz que se solía llevar, me di cuenta de que no podía. Entonces, me tuvieron que hacer una a medida para mí. Y con esa mucho mejor, pero ya no es llevar la cruz a rastras, sino las caídas, los latigazos, las cuestas. A nivel físico acabas muy cansado”, reconoce.

Acto de fe

Los latigazos, por cierto, son reales, aunque apenas puede sentirlos, y debe interpretar su dolor, lo que representa, a su vez, un desafío actoral, según indica, pues va ataviado con dos túnicas y, por debajo, se pertrecha con un grueso chaleco de lana, que le protege pero también le aporta demasiado calor. “Siempre hay algo que se te olvida. La primera frase de la primera vez que hice de Jesús, se me olvidó. Luego estuve todo el recorrido pensando en eso, y en realidad, lo pienso y digo: a ver, la gente no sabe lo que hay que decir, así que no pasa nada. Seguir adelante y punto. Lo hago un poco a mi manera”, comenta.

Además de su integración en el pueblo, el joven Héctor asume esta responsabilidad como una manifestación de su propia fe. “Yo soy creyente, y en parte hago esto por la creencia que yo tengo. Pienso que si yo fuera una persona que no tiene fe, no sería capaz de representar este papel”, explica, dejando sobre la mesa un concepto espiritual en el que profundiza el párroco del pueblo, Efraín Peinado, quien destaca que este municipio de la comarca mirobrigense se diferencia de otros por vivir los días de Semana Santa “con mucha interioridad”.

“No es un mero espectáculo teatral. Si solo fuera teatro, se debería sacar de los días de Semana Santa, que son de recogimiento y meditación. Lo que caracteriza este acto es que, aparte de ser una representación, es la propia oración del Viernes Santo. La gente que es cristiana vive estos días con hondura, con pasión, nunca mejor dicho, como algo importante dentro del año litúrgico, y aquí tienen la oportunidad, a través de un vía crucis más visual, de alguna manera, de vivir una experiencia desde dentro que les ayuda a profundizar en su fe”, reflexiona.

Una actividad que, si bien desde ahora comporta un reconocimiento turístico y, por tanto, como una manifestación cultural capaz de atraer visitantes, no deja de ser un acto de fe. “Hoy en día, como hay distintas sensibilidades, hay gente que participa que, a lo mejor no tiene esa vocación cristiana y que lo ve como un acto cultural al cual sumarse. Así que también intenta ser un diálogo con la sociedad de hoy en día. Un hecho que para los cristianos fue importante, como la pasión, muerte y resurrección del Señor, para otros puede ser un testimonio. La pasión de Serradilla del Arroyo, para muchos, puede ser un primer anuncio, un primer anuncio de la fe, un primer anuncio de lo que vive la iglesia universal en estos días de Semana Santa”, sugiere el sacerdote.