Coronavirus

Confinarse como Lorca y Dalí

Los dos amigos se encerraron durante días en la Residencia de Estudiantes

La imagen fue tomada durante la primera estancia del poeta en Barcelona
La imagen fue tomada durante la primera estancia del poeta en BarcelonaLa Razón

Nuestro escenario es la Residencia de Estudiantes, en Madrid, un centro que es mucho más que una suerte de pensión para universitarios de paso por la villa y corte. Aquel lugar situado en lo que Juan Ramón Jiménez calificó con acierto como la Colina de los Chopos fue una puerta abierta a la cultura gracias a los distinguidos invitados que pasaron por los salones de la casa. Pero no fue solo gracias a los convidados, sino que también tuvieron mucho que ver los propios residentes, que convirtieron la Residencia en un espacio de creación artística y literaria.

Las leyendas de los días pasados en la “Resi”, como les gustaba llamarla a los jóvenes residentes, han perseguido a tres de sus más famosos huéspedes: Luis Buñuel, Federico García Lorca y Salvador Dalí. Ellos ejemplifican lo que fue la llegada de la modernidad a las artes en los años veinte, en alguna ocasión rompiendo con la tradición o asumiéndola como propia. Si algo define a esa generación es la amistad que los unía y, en concreto, lo que unía más allá de los intereses comunes a Buñuel, Lorca y Dalí. Eran jóvenes, provocadores. Se divertían, jugaban y, muchas veces, con sus juegos provocaban a todo aquel que los estuviera observando. Sirva como prueba, ese día en el que Lorca y Dalí decidieron que debían confinarse en uno de los cuartos de la Residencia.

Cuando en 1928, Federico García Lorca ofrece una entrevista telefónica a la muy vanguardista revista “La Gaceta Literaria”, a su responsable, Ernesto Giménez Caballero, le habla de su estancia en la Residencia junto a sus amigos. En un momento de aquel diálogo, el director de la publicación le comenta un rumor: “dicen que se puede escribir un libro con tus aventuras de colegio, de «Residencia». ¿Cuál te parece la más divertida?” Lorca no lo duda y le explica un episodio insólito: el de un confinamiento en el cuarto que compartía con su querido amigo Dalí. El granadino se refiere a aquel episodio como a la historia de la cabaña en el desierto. “Un día nos quedamos sin dinero Dalí y yo. Un día como tantos otros. Hicimos en nuestro cuarto de la «Residencia» un desierto. Con una cabaña y un ángel maravilloso (trípode fotográfico, cabeza angélica y alas de cuellos almidonados). Abrimos la ventana y pedimos socorro a las gentes, ¡perdidos como estábamos en el desierto! Dos días sin afeitarnos, sin salir de la habitación. Medio Madrid desfiló por nuestra cabaña”.

Puede parecer una broma más entre las muchas de aquellos días, pero es indudable que causó un gran impacto en sus dos protagonistas. Muchos años después, en agosto de 1969, en una entrevista con Max Aub, Dalí recordaba todo aquello con su peculiar estilo. “En aquel momento habíamos hecho una especie de camping dentro del cuarto, hacíamos una cabaña con sábanas, como si fuera una tienda de campaña, íbamos a la ducha a buscar agua y abríamos latas de sardinas, vivíamos como hippies, pero dentro del cuarto, en vez de vivir “en” el cuarto. Y en este momento, naturalmente, Buñuel corría por allí y hacía cosas de esa clase, de echar agua, etcétera”.

Poco antes de su muerte, en declaraciones a quien esto escribe, otro residente ilustre, José Bello, recordaba perfectamente aquella aventura, rememorando a sus dos amigos con barbas y con camiseta en aquel cuarto. “Es que verdaderamente pasó todo Madrid a verlos. ¡Todo Madrid!”, exclamaba aún sorprendido tantas décadas después de aquellos hechos. Bello siempre tenía algún dato más que aportar al investigador. De ahí que me contara que “por las noches solíamos salir de fiesta Buñuel y yo con otros amigos. Cuando Salvador quería venirse, Federico lo agarraba del brazo para que se quedara con él en la habitación”. “¿Dónde vas a estar mejor que aquí conmigo?”, le decía Lorca a Dalí.

¿Cuándo tuvo lugar aquella pintoresca escena? Es muy difícil fijar una fecha concreta, pero debió ser hacia 1926, en la época de la que hubo una intensa relación entre los dos amigos y en la que debieron compartir habitación en la Residencia de Estudiantes. A Dalí le quedaba, por entonces, poco tiempo en Madrid porque antes del verano fue expulsado definitivamente de la Academia de Bellas Artes de San Fernando donde estudiaba pintura. Fue aquel momento en el que, como escribió Buñuel en carta a Bello, el pintor se encontraba bajo “la nefasta influencia del García”. Y fue probablemente durante ese confinamiento cuando Lorca trató de mantener relaciones sexuales con Dalí. Durante muchos años, el artista negó que hubiera pasado algo entre ellos: había rechazado los ofrecimientos de Lorca porque sentía miedo. Sin embargo, poco antes de su muerte, Dalí le reconoció a su fisioterapeuta Joan Prat que sí, que finalmente hubo algo. “¿Y le gustó?”, preguntó Prat. “Todavía me duele”, le contestó Dalí.

Probablemente, sin saberlo, el epílogo de aquel episodio son dos versos de “Y después”, una de las composiciones de “Poema del cante jondo”: “Solo queda/ el desierto".