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Diario de una cuarentena con niños: Día 46

“Papi, las trompetas están prohibidas hasta que se muera el coronavirus”

Pablo y Camila son muy fans de Rosalía, incluso la tararean con la mascarilla puesta
Pablo y Camila son muy fans de Rosalía, incluso la tararean con la mascarilla puestaLa RazónCarlos Sala

¿Hemos salido hoy con los niños después de la gran marabunta del domingo? No. El susto y la impresión todavía eran grandes. Había tanta gente en la Diagonal que sólo faltaba Rafael por ahí cantando “¡Escándalo, es un escándalo!” La verdad es que yo no salí, me quedé en casa, solo, mientras Carmen se llevaba a los niños a dar un paseo en patinete, así que sólo hablo por lo que me contaron. Quizá me mienten, todo es posible. A Camila siempre que le preguntas si se ha lavado los dientes dice que sí y sabes de antemano que la primera vez siempre será mentira. Quizá también miente para todo lo demás.

La verdad es que ahora mismo tanta gente junta da mucho miedo. Los monstruos han dejado de ser vampiros o zombies y han pasado a ser simples multitudes, gente junta. ¿Qué significa eso? Pues que ahora todos somos monstruos, todos conformamos la multitud, esa es la única imagen que proyectamos. Si al menos todos llevásemos también sombrero para salir a la calle. El horror sería el mismo, pero sería un horror elegante.

Así que volvemos a lo de siempre, a lo de los pasados 46 días, y nos quedamos tranquilos en casa. Hemos salido al balcón, eso sí lo hemos hecho, y hemos contado niños de lejos. Hemos contado tres en una hora. Ha sido un poco aburrido. “Mira papá, una monja”. No había niños, pero había una monja, es curioso. La vista de Pablo es extraordinaria. “¡Hola monja!”, ha gritado histérico y se ha escondido. La pobre mujer ha mirado arriba confundida. Creo que ha pensado que le hablaba Dios o algo parecido. Me encanta pensar que Dios se presentaría así ante una religiosa, “¡hola monja!”

Luego Pablo me ha hecho una pregunta que me ha hecho reflexionar. “¿Las trompetas estarán prohibidas hasta que se muera el coronavirus?”. Bueno, supongo, pero no lo sé. A veces los niños te hacen preguntas de las que no tienes respuesta. En estos casos tienes dos opciones, o decirles que no lo sabes o decir lo que te de la gana, porque son niños y te creerán. La primera opción no es muy favorecedora. Quieres que tus hijos piensen que sabes muchas cosas. Por lo que he decidido tomar la segunda opción. “Verás, la trompeta es un instrumento de viento y sí, parece que sea una especie de proyector en el aire de virus, pero no existen pruebas científicas que certifiquen que los trompetistas escupen más al soplar el instrumento que al hablar. Nadie ha medido esa variable. Así que esperaremos a ver lo que dicen los expertos, que tienen una respuesta para todo”, he dicho. “¿Hay expertos que miden cuánto escupe la gente?”, ha preguntado Pablo extrañado. “Sí, y si estudias mucho, tú puedes ser uno de ellos”, he contestado.

Últimamente, he empezado a ponerles música jazz cuando juegan. Quiero ver si estimula su creatividad. Mi tesis es que sí y he preparado un estudio concienzudo para demostrarlo. He decidido que también quiero ser experto, decir lo que la gente tiene que hacer, y aunque me equivoque, seguir siendo experto. Eso es lo que quiero. No hay descensos de categoría en los expertos. No lo eres, dices una tontería que no se cumple, y dejas de ser un experto para ser un aficionadillo. No, ni hablar. Ser un experto es mucho mejor que ser funcionario en la nueva era del coronavirus. ¿La música jazz ayuda a los niños a ser más imaginativos? Todavía no lo sé, pero Camila mueve más el cuello ahora, es curioso, y a mí me ha dado por llamar gatita a Carmen. No le ha gustado. A mí me ha llamado una cosa horrible, incluso delante de los niños. Conclusión, el jazz te hace decir cosas que no gustan a nadie.

“¡Pon Rosalía, pon Rosalía!”, han dicho entonces los niños. Es imposible poner música sin que a los cinco minutos te pidan que pongas Rosalía. Cuando éramos pequeños, nosotros teníamos a Michael Jackson y Madonna. Ahora los niños tienen a Rosalía. La adoran. La verdad es que es adorable y una de las pocas cosas que nos gustan a los cuatro. Así que les ponemos Rosalía y aceptamos felices que somos parte de la multitud y que no pensamos renunciar nunca a nuestros miedos. ¡Por el miedo!

Malamente.