Coronavirus
Greta Garbo, el misterio de la actriz que decidió confinarse
La intérprete dejó de salir en la gran pantalla para proteger su intimidad
En 1948, Greta Garbo era una actriz deseada por muchos. Su nombre en el cartel de cualquier película era sinónimo de éxito. Había demostrado su versatilidad para enfrentarse ante cualquier papel, ya fuera Mata Hari o la reina Cristina de Suecia. La Garbo no tenía rivales y se había convertido en un modelo a seguir por muchas actrices deseosas de triunfar en el Hollywood dorado. A ello se sumaba el misterio que rodeaba a la diva: poco, muy poco sabía el público sobre la vida privada de alguien que rechazaba ofrecer entrevistas más allá de lo puramente necesario. Igualmente enigmática resultaba por su ambigüedad sexual que había disparado todo tipo de rumorología en la industria del cine.
Fue en ese año cuando llegó a las manos de la intérprete una propuesta cinematográfica interesante como era la de llevar a la gran pantalla la vida de la escritora George Sand. Más allá de su relación con Chopin, la película quería mostrar la complejidad de una mujer adelantada a su tiempo, una intelectual que plantó cara a no pocas adversidades por el hecho de no ser hombre. La idea partía de una obra de teatro que había tenido bastante éxito en los escenarios de Broadway. Se trataba de “El águila de dos cabezas”, que había protagonizado la provocadora Tallulah Bankhead. La Garbo aceptaba de esta forma la sugerencia que le había hecho su querido amigo Cecil Beaton, con quien había tenido una pequeña aventura que el propio interesado se encargó de eliminar de sus diarios cuando fueron llevados a imprenta. El guion fue encargado a Salka Viertel, una escritora austriaca que se había convertido en íntima amiga y confidente de la intérprete. De esta manera, la producción tendría no pocas cosas de la propia Garbo.
El proyecto fue poco a poco tomando forma, logrando el interés de varios productores interesados en invertir en la nueva película de Greta Garbo, como fue el caso de Walter Wangel que ya había trabado con la actriz en “La reina Cristina de Suecia”. Fue este quien sugirió como realizador a Georg Wilhelm Pabst, un viejo conocido de la actriz que la había dirigido cuando era una desconocida en “Bajo la máscara del placer”, una cinta muda de 1925. Pero Wangel no estaba interesado en George Sand sino en adaptar “La Odisea” de Homero.
A partir de aquí, empezaron los problemas para la película: Viertel fue despedida, algunos de los inversores se echaron atrás… A la Garbo se le sugirió que si quería seguir con la película, lo mejor que podía hacer era poner dinero de su propio bolsillo. ¡Hasta aquí podíamos llegar! La actriz dio un portavoz y puso punto fina a su carrera, desoyendo todas las invitaciones para volver a salir en la gran pantalla.
Desde ese momento, Greta Garbo fue la actriz confinada. La mujer que no quería saber nada de su pasado se convirtió en el objetivo de los “paparazzis” que la perseguían por las calles de Nueva York o bañándose en las aguas del Mediterráneo. Incluso probó a confinarse en una isla perdida del Báltico donde tenía una mansión de siete habitaciones.
En Klosters, un pequeño pueblo suizo, también probó confinarse, en esta ocasión de la mano de su querida Salka, íntima amiga de uno de los vecinos ilustres de la zona: el escritor Gore Vidal. En sus memorias “Navegación a la vista”, Vidal recuerda esos días y cómo le aconsejaron que no le recordara a la invitada su pasada carrera cinematográfica, “pero resultó ser el tema del que ella más deseaba hablar. Recordaba todos los detalles de cada película, incluidos los nombres de los técnicos del equipo de cámaras”. Garbo se sintió cómoda e hizo bromas en las que jugaba con la ambigüedad sexual, como al preguntar dónde estaba el servicio de los chicos. Sin embargo, no quiso volver a filtrarse en la prensa que paraba por la zona.
Billy Wilder fue otro de los testigos privilegiados del confinamiento de la Garbo, sobre todo en Nueva York. Gracias a amigos comunes pudo coincidir con ella, pero no pudo convencerla para que volviera a ponerse delante de las cámaras. Así que, al menos, tuvo que conformarse con basarse en ella para escribir dos películas: la obra maestra “El crepúsculo de los dioses” y “Fedora”.
Greta Garbo murió sola en 1990. Hasta el último momento protegió su intimidad.
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