Violencia de género
Cuando la revista “Playboy” fue acusada de asesinato
Este mes ha sido el aniversario de la muerte violenta de la actriz y modelo Dorothy Stratten
El mes de agosto puede ser especialmente asfixiante por su calor en Los Ángeles. Queda poca gente en la ciudad porque muchos prefieren instalarse en la cercanísima playa de Santa Monica. Si alguien sigue en los primeros días de agosto en Los Ángeles a veces es porque tiene que resolver algún imprevisto. Eso debió pensar Dorothy Stratten cuando tuvo que regresara a la ciudad en la que había conocido sus primeros éxitos. En agosto de 1980 había dado un giro a su carrera: de chica de las páginas centrales de “Playboy” estaba pasando a ser una actriz seria. Estaba rozando el estrellato, pero todo se vino abajo cuando quien había sido su pareja, Paul Snider, la llamó para arreglar las numerosas disputas que habían vivido.
Dorothy había llamado la atención de Snider cuando se topó con ella como vendedora de helados en una calle de Vancouver. Era 1977 y ella era una adolescente que tenía un primer empleo con el que poder ayudar en casa. Paul Snider, un proxeneta de poca monta con delirios de grandeza, vio en la joven alguien con un grandísimo potencial. Se obsesionó con ella y le insistió durante semanas para que posara para él. Estaba convencido que unas fotos de Dorothy desnuda podrían abrirle muchas puertas a la joven como modelo y a él como supuesto descubrir de talento. Si ella triunfaba era sería el principal beneficiado de todo, absolutamente de todo aquello era su triunfo, su obra más importante.
Snider se había construido una imagen como ojeador. Creía tener un instinto especial como promotor, por lo que se había convertido en alguien frecuente en discotecas y salas de fiesta. En su cacería aparecía con su pelo perfectamente peinado y engominado, además de con un bigote cortado con cuidado. Su ropa excesiva lo convertían en la quintaesencia de lo hortera, pero había quien encontraba atractivo todo ese conjunto. Se metió en negocios ruinosos en Vancouver que lo obligaron a huir hasta llegar a Los Ángeles donde alquiló una limusina dorada para iniciar una carrera como proxeneta. No logró, como era su deseo, codearse con los círculos de poder y su negocio lo obligó a regresar a la casilla de inicio de partida, hasta Vancouver en el momento en el que queda prendado de la guapa rubia de 18 años que está tras el mostrador del Dairy Queen. Logró su número de teléfono y la llamó a su casa. Él era once años mayor.
Pese a que en un primer momento Dorothy mostró indiferencia, él logró atraerla a base de todo tipo de regalos, desde un anillo a un apartamento. Era la mejor inversión de su vida, pensaba, y pronto encontró la manera de comprobar que estaba en lo cierto. En 1978, la revista “Playboy” estaba de celebración: cumplía 25 años y había iniciado una campaña para buscar a la nueva protagonista de su publicación, la vecina de al lado que podía aspirar a ser su principal modelo. Era una apuesta personal de Hugh Hefner, el editor de “Playboy”, quien anunciaba que la ganadora recibiría un premio de 25.000 dólares. Para Snider esa era la oportunidad que estaba esperando, así que contrató a un fotógrafo profesional para que hiciera un álbum con quien ya era su novia. A Dorothy le espantó la idea de desnudarse ante una cámara, pero cedió. Snider se encargó de falsificar la firma de la madre de la chica supuestamente autorizando el reportaje.
En Los Ángeles, las fotografías llamaron la atención de Hefner quien pidió a Dorothy que fuera a verlo. Era la primera vez que ella cogía un avión. Paul Snider le dio algún consejo: “Seguramente Hefner querrá acostarse contigo. Tú di que sí. No te preocupes porque yo estaré al lado”, dijo el proxeneta. Dorothy no se acostó con el editor y tampoco fue la chica del 25 aniversario, pero la escogieron como Playmate del mes de agosto. Hugh Hefner quiso que se trasladara a Los Ángeles donde podría ayudarla mucho más. Al ser extranjera, la revista hizo todo lo posible para que tuviera un permiso de trabajo con el que ser una de las conejitas del Century City Playboy Club. También le cambiaron el nombre: de Dorothy Ruth Hoogstraten, como se llama en realidad, pasó a ser Dorothy Stratten.
Snider, aprovechando que las cosas parecían ir tan bien, le pidió matrimonio y se casaron en Las Vegas el 1 de junio de 1979. Para la joven era también la mejor manera de calmar los muchos celos de un Paul que se consideraba el arquitecto de la trayectoria profesional de quien fue su esposa. Todos querían a Dorothy, todos soñaban con ella. “Playboy” la convirtió en la Playmate del año 1980, además de conseguirle algunos papeles en sus producciones. También se la pudo en episodios de las series “La isla de la fantasía” y “Buck Rogers”, aunque su gran oportunidad en la pantalla la iba a tener de la mano de uno de los grandes realizadores surgidos en la década de los 70: Peter Bogdanovich.
El cineasta era en 1978 un asiduo de la mansión Playboy de Hefner. Fue allí donde conoció a Dorothy y donde le habló por primera vez de la película que quería hacer. Un año después se volvieron a encontrar y Bogdanovich le contó que seguía con ese proyecto en el que iban a estar Audrey Hepburn y Ben Gazzara como protagonistas. Se titulaba “Todos rieron”. Snider quiso acompañarla a Nueva York para estar en el rodaje, pero no se permitían personas ajenas a la cinta en el plató. A regañadientes la dejó marchar.
Actriz y director se enamoraron durante la filmación, aunque trataron de llevar todo aquello con la mayor discreción posible. Ese verano de 1980, Bogdanovich se fue con ella de viaje por Europa. Ella tenía claro que quería divorciarse e irse con el realizador a vivir en su casa de Bel Air. Dorothy se consideraba, como así se lo comunicó en una carta, “separada física y profesionalmente” de su marido. No quería saber nada más de él. Para Paul era el final de su negocio. Solamente cedería si le proporcionaba el 50 por ciento de todo lo que ganara. Al fin y al cabo si estaba empezando a triunfar era por él. Lo mejor era llegar a una solución amistosa.
Snider empezó a merodear por los alrededores de la casa de Bogdanovich con una pistola prestada por un amigo. Cuando le pidieron que la devolviera, compró gracias a unos anuncios clasificados una escopeta del calibre 12 el 13 de agosto de 1980. Al día siguiente quedó con Dorothy en la casa que un día habían compartido.
Tanto Bogdanovich como Hefner recomendaron a Dorothy que no acudiera sola a esa reunión, pero ella tenía un defecto, como reconocieron aquellos que la conocieron bien, no sabía ver la maldad en los demás. Nunca sabremos los detalles de aquel encuentro, lo que se dijeron, el tiempo que estuvieron juntos. Lo que sí conocemos es que cuando se abrió la puerta de la habitación, muchas horas después, los cuerpos de ambos estaban desnudos y ensangrentados. Snider le voló la cara con un disparo de la escopeta comprada el día antes. El examen del forense determinó que Snider abusó del cadáver y luego se suicidó.
Aquella tragedia, aquel repulsivo asesinato machista, impactó a todos los que la conocieron, especialmente a Bogdanovich y Hefner. El cineasta se encerró a acabar el montaje de la película que habían hecho juntos teniendo que enfrentarse ante esas imágenes filmadas cada día. Posteriormente escribió un libro, inédito en nuestro país, en el que señalaba directamente a “Playboy” y su editor como inductores del crimen. El mundo que giraba alrededor de la revista era el culpable de aquella pérdida. Hefner lo llevó a juicio. Poco después, el cineasta se casó con la hermana de Dorothy cuyos restos reposan hoy en el cementerio de Westwood, en Los Ángeles, a muy pocos metros de las tumbas de Marilyn Monroe y Hugh Hefner.
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