Opinión

La izquierda, con Ayuso

Celebración en la sede del PP de los resultados de las elecciones del 4 de Mayo de 2021
Celebración en la sede del PP de los resultados de las elecciones del 4 de Mayo de 2021Luis DíazLa Razón

En las recientes elecciones madrileñas muchos curritos han votado a la derecha, y no porque sean gilipollas, como afirma el acomodado Monedero (quien, siguiendo la lógica de su propia argumentación, sí podría hacerlo –votar a la derecha– sin autoinsultarse), sino porque si algo se impone en las urnas a cualquier ideología, eso es el hambre.

Decía Abraham Lincoln que se puede engañar a todos algún tiempo, a algunos todo el tiempo; pero no se puede engañar a todos todo el tiempo. Las promesas están muy bien mientras generan ilusión; pero cuando empiezas a contemplarlas con el ceño fruncido y rascándote la cocorota, como dudando de su viabilidad para pasar de lo etéreo a lo palpable, cuando te asaltan las dudas sobre si no te la estarán metiendo doblada, entonces lo que provocan es rechazo en su impulsor y se tornan arma arrojadiza. No se puede vender a quienes pasan apuros para llegar a fin de mes ser «uno de los vuestros» y comprarse luego un chaletazo en Galapagar. U olvidarse de la autolimitación salarial pregonada a los cuatro vientos, para poder atender sin problemas el hipotecón contraído y costearse el nuevo ritmo de vida, al que le vas cogiendo el gusto. Como tampoco un macho alfa puede ser feminista sin caer en el oxímoron, o quien es un dictador en su casa – o en su partido– puede dar luego lecciones de democracia. La gente no es tonta y todo esto lo ve, termina por calarlo.

Los españoles, como conjunto, tenemos colgado el sambenito de que lo de trabajar no está entre nuestras principales aficiones. Que currar no nos tira, vaya. Pero si algo nos tira menos es que, cuando lo necesitamos, no nos permitan hacerlo.

Ayuso lo vio claro y por eso ha arrasado en las elecciones: porque a la gente que estaba en el agua, le lanzó, al menos, un salvavidas. No miró si eran de derechas o de izquierdas, pero éstos, unos y otros, sí vieron quién les arrojaba el flotador y quién repartía la mejor medicina que existe para combatir el temido hambre, esto es, dejarles trabajar.

Iglesias quería democracia y le han dado dos tazas, movilización masiva incluida, que era la gran esperanza de la izquierda. Una izquierda que, en buena parte y sin duda alguna, optó por votar a Ayuso. Pero no porque fueran gilipollas, sino porque vieron al hambre acechando, y ya las promesas no bastaban.