Polémica

De Porcioles a Colau: el patrimonio perdido de Barcelona

Algunos edificios históricos de la ciudad han desaparecido en los último años para siempre

La desaparecida Casa Trinxet en una postal de época
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En los últimos días ha surgido una nueva polémica urbanística y patrimonial en Barcelona tras el anuncio de la próxima desaparición de una columnata situada en la avenida Paral·lel. No tienen nada que ver con la Exposición Universal que tuvo lugar en la capital catalana en 1929, pero tratan de alguna manera de imitar su estética. Edificadas en los años 80, en el tiempo en el que el alcalde era Pasqual Maragall, fueron ideadas por el arquitecto Óscar Tusquets. ¿Se deberían conservar o no? Ese es el debate, pero que permite constatar que poco a poco Barcelona ha ido perdiendo algunos edificios por motivos políticos, urbanísticos o de otra índole, algo que nos puede llevar a recorrer una ciudad perdida, desde los tiempos lejanos de José María Porcioles a los más actuales de Ada Colau.

Probablemente el caso más vergonzoso de patrimonio perdido es uno de los edificios modernistas más singulares de Puig i Cadafalch, enriquecido con murales pintados por Joaquim Mir. Era la Casa Trinxet, concluida en 1904 y que estuvo ubicada en el número 268 de la calle Córcega. Fue el alcalde José María Porcioles quien autorizó que fuera eliminada. Algunos de los mejores nombres del arte catalán de principios del siglo XX trabajaron en el diseño del interior de la Casa Trinxet, prácticamente un museo en el que, además de las pinturas de Mir, podía encontrarse mobiliario de Gaspar Homar, además de esculturas de Eusebi Arnau o Josep Llimona. En la actualidad muchas de las obras que formaban parte de la Cas Trinxet están repartidas entre museos –como el Mnac o el Abelló de Mollet del Vallès– además de en colecciones privadas. Lo que pasó con esa edificación sigue siendo un ejemplo de manual de mala praxis urbanística y patrimonial.

Porcioles también se encargó, por ejemplo, de cortarle las alas al crecimiento del templo de la Sagrada Familia, al permitir que se construyeran una serie de viviendas en la calle Mallorca, un espacio que debía reservarse al proyecto gaudiniano. Todavía el conflicto sobre ese espacio no ha sido aclarado.

Can Pitarra pasaba por ser uno de los restaurantes más antiguos de Barcelona. En 2018, el histórico establecimiento con 127 años de historia desapareció para convertirse en un pub irlandés de vida efímera. Actualmente está cerrado y no se tiene ninguna noticia del legado literario que había en su interior, entre ellos algunos manuscritos originales del dramaturgo Frederic Soler, más conocido como Pitarra, así como documentos sobre Santiago Rusiñol. La nueva propiedad del local aseguró que esos materiales serían donados al Ateneu Barcelonès, pero la realidad es que nunca llegaron a ingresar en el edificio de la calle Canuda.

El pasado año se vivió la desaparición de un edificio en el distrito de Sarrià-Sant Gervasi ante la indignación de los vecinos de la zona. Una de las principales joyas arquitectónicas del modernismo en esta zona despareció para siempre cuando fue derribada la Torre Paula Canalejo, situada en el número 27 de la calle Homer. Obra del arquitecto Adolf Ruiz i Casamitjana, en ella vivió el pintor y diseñador gráfico alemán Will Faber Zietz, algo que recordaba una placa instalada por el Ayuntamiento en abril de 2013. Tras la muerte de Faber, la «Torreta», como era conocida por los vecinos, pasó a ser un geriátrico. Pese a su historia, pese a la riqueza de la construcción, sorprendentemente el edificio no estaba catalogado por parte del consistorio barcelonés. Eso hizo que no hubiera ningún problema para reducir a escombros el conjunto.

A veces sí se pueden hacer cosas para salvar estos edificios como supone adquirirlos y así evitar que caigan en manos de la especulación inmobiliaria. Es, desde luego, un gesto loable, pero hay que ir más allá. Eso es lo que se reclama para Torre Garcini, uno de los escasos ejemplos en la capital catalana de arquitectura rural en El Guinardó. La considerada como una de las últimas masías en pie en Barcelona fue comprada por el Ayuntamiento que prometió convertirla en un equipamiento destinado a personas mayores. Sin embargo, el anuncio fue realizado en 2018. Hace una semana el consistorio volvió a insistir que se llevaría a cabo la rehabilitación del inmueble.

Y no todo se limita a edificios. También hay dejadez en monumentos, aunque estos sean iconos de la ciudad. El dedicado a la sardana, ubicado en la montaña de Montjuïc, una escultura del artista Josep Cañas i Cañas, ha ido sufriendo varias mutilaciones en los últimos años, sin que en ningún momento se haya querido restaurar un conjunto situado cerca del castillo de Montjuïc.