Escándalo

El actor que murió rodeado de mujeres en alta mar

Steve Cochran es uno de los protagonistas secundarios de “Pánico”, la nueva novela de James Ellroy

Mamie Van Doren y Steve Cochran
Mamie Van Doren y Steve CochranLa Razón

Hoy su nombre no dice nada. Ha quedado perdido en el tiempo como un anacronismo, como si fuera una especie de recuerdo de un pasado que no vale la pena rescatar. Sin embargo, en su última novela “Pánico”, James Ellroy recupera el nombre de este actor, de Steve Cochran, un hombre tan interesado por la interpretación como por el sexo. Su final es uno de esos episodios a los que prefiere Hollywood echar tierra por encima, pese a la controversia que se generó en su momento, uno de esos escándalos que es mejor ocultar, algo que se ha hecho suficientemente bien como para que hoy nadie quiera saber nada de Cochran. Este es un paseo por el lado oscuro del séptimo arte, por una serie de abusos que se llevaron la vida de un personaje tan insólito como probablemente despreciable.

Steve Cochran representaba al hombre californiano interesado por el culto al cuerpo y por broncearse. Nació el 25 de mayo de 1917 en Eureka, una soleada población del estado de California, aunque pasó buena parte de su infancia en Laramie, Wyoming. Pronto empezó a interesarse por la interpretación, especialmente por ponerse en la piel de alguno de los personajes de las tragedias de Shakespeare. Sin embargo, Cochran tuvo que combinar la interpretación con diversos trabajos, como peón de ferrocarril, vaquero o, incluso, detective de grandes almacenes.

Durante la Segunda Guerra Mundial, el proyecto de actor alternó las armas con los escenarios hasta el punto de dirigir algunas producciones en algunos de los campamentos del ejército estadounidense. Pero su suerte cambió cuando se fijó en él uno de los grandes productores de Hollywood: el todopoderoso Samuel Goldwyn quien no dudó en ofrecerle un contrato tras verlo en acción. Sin embargo hizo muy pocas películas para el estudio de Goldwyn quien no dudó en prestarlo a la competencia, a Columbia Pictures.

Cochran apareció en algunas películas de Danny Kaye con quien compartió protagonismo en “Un hombre fenómeno” junto a Virginia Mayo, en 1945. Con la misma pareja volvería a coincidir en “El asombro de Brooklyn” (1946) y “Nace una canción” (1948). La Warner Bros. también puso los ojos en él y lo convirtió en uno de los mejores villanos de las películas de gánsteres, como demostró en el clásico “Al rojo vivo” al lado de James Cagney. Con Warner, el actor cosechó algunos de sus mejores éxitos al compartir reparto con nombres como los de Joan Crawford o Doris Day. A mediados de la década de los cincuenta decidió tomar el control de su carrera fundando su propia productora, una fecha que coincidió con la del inicio de su hundimiento como intérprete. Pese a ello pudo participar en alguna serie de televisión importante, como “Los intocables” o “El virginiano”, así como en películas de como “El grito” de Antonioni o “Compañeros mortales”, el debut en la gran pantalla como realizador de Peckinpah.

Pero el actor, además del cine, tenía otra obsesión: las mujeres. Algunos de los iconos sexuales del Hollywood de ese tiempo, como Jayne Mansfield o Mamie Van Doren -quien escribió sobre él en sus escandalosas memorias- fueron sus parejas. Eso lo hizo una víctima propicia para las revistas de cotilleos de la época, pero a él no le importó nada y estaba encantando de ofrecer esa imagen de chico malo tanto en la pantalla como en la vida real. A ello se le sumaba su gusto por beber y por conducir de manera temeraria, lo que le valió para ser fichado por la Policía de Los Ángeles. Así que si no quería ser noticia lo mejor que podía hacer era huir tomando un barco y perdiéndose en alta mar.

Eso es lo que hizo el actor en junio de 1965 cuando zarpó a bordo de su yate, llamado “The Rogue”, en teoría para buscar localizaciones para una nueva película. Su idea era rodar “Capitán O’Flynn”, la historia de un marino que surcaba los mares en su nave rodeado de mujeres. Así que Cochran no se lo pensó dos veces y en cuanto pudo, es decir, cuando atracó en Acapulco, invitó a que formaran parte de su tripulación a Eva Montero Castellanos, de 21 años de edad, originaria de Papantla, Veracruz; Lorenza Infante de la Rosa, de 14 años, alumna de una escuela primaria en Acapulco; y Eugenia Bautista, de 19 años, de oficio lavandera, originaria de Cacahuatepec, Oaxaca. El intérprete las contrató como camareras, pero por poco tiempo. Al cabo de unos días, ya en alta mar y tras sobrevivir a un fuerte temporal, Steve Cochran enfermó. Sus compañeras intentaron curarlo de la mejor manera posible, pero el actor acabó muriendo. Las tres mujeres se quedaron perdidas a la deriva acompañadas del cadáver en descomposición del actor durante diez días, hasta que finalmente fueron rescatadas. Cochran, según la autopsia, falleció por una infección pulmonar aguda, aunque los rumores de algo mucho más oscuro todavía perviven. Hoy es un actor casi olvidado, pero renacido gracias a Ellroy.