Lecturas
Leonardo Sciascia, el escritor que amaba leer
Libros del Kultrum recupera los textos que el gran escritor italiano redactó para las solapas de lo que editaba
En muchas ocasiones, cuando miramos y remiramos en una librería esperando encontrar aquello que nos interesa, en muchas ocasiones es el texto de la contraportada o la solapa el que nos ayuda a decidirnos. Estamos hablando de algo que es todo un arte: se trata de resumir y ofrecernos los elementos necesarios para seducirnos, para convencernos que este es el libro que merece ser nuestro compañero durante un tiempo.
El escritor, periodista y editor italiano Leonardo Sciascia era consciente de todo eso, especialmente cuando estuvo trabajando en la editorial Sellerio. Para los diferentes títulos de este sello se encargó de redactar esa mayoría de resúmenes con elementos fundamentales con los que convencer y persuadir. Eso es lo que encontramos en un volumen que acaba de ver la luz de la mano de Libros del Kultrum. Nos referimos a «Leonardo Sciascia, escritor y editor. La felicidad de hacer libros». Es una manera de conocer más de cerca a un autor imprescindible, pero también es una buena herramienta para saber más de quién amaba los libros, quien tenía la capacidad de convertir un pequeño texto, el de la solapa de un libro, en una pequeña joya como ensayo.
Antes de abordar el tema, hagámonos una pregunta: ¿Cómo debe ser una solapa? ¿Hay alguna teoría sobre estos textos? Dejemos este asunto en manos de un profesional llamado Jorge Luis Borges. El maestro argentino aseguraba que «en la triste mayoría de los casos, linda con la oratoria de sobremesa o con los panegíricos fúnebres y abunda en hipérboles irresponsables, que la lectura incrédula acepta como convenciones del género». El autor de «El Aleph» también sostenía que cuando la solapa «no es una forma subalterna del brindis; es una especie colateral de la crítica».
Eso es lo que debió pensar Sciascia cuando acometió el noble arte de escribir para libros de Oscar Wilde, Stendhal, Robert L. Stevenson, Daniel Defoe, Napoleón Bonaparte, Voltaire, Anatole France, Teresa de Ávila, Max Aub, Anita Loos, Wolfang Goethe o sus propios textos. Son unos pocos nombres de lo que es una lista inmensa en la que cabe desde la novela al ensayo pasando por la poesía. Sciascia era capaz de adentrarse en todos los géneros de todas las épocas, pero teniendo la habilidad de ofrecer al lector los elementos necesarios para poder comprender los mundos en los que estaba a punto de adentrarse.
Este «La felicidad está en los libros» parte de los materiales conservados en los archivos de la editorial Sellerio, donde Sciascia dejó su impronta, especialmente en la colección denominada «La memoria». Es allí donde se han localizado los originales de estas solapas redactadas a mano por su autor. En todos estos textos no falta la erudición de un escritor que hace de la cita, en ocasiones, de la cita un arte. Es el hombre que amaba a los libros.
Veamos un pequeño ejemplo de la mano de Oscar Wilde con su obra «El crimen de Lord Arthur Savile: una reflexión sobre el deber». Leonardo Sciascia escribe que «esta traducción de “Lord Arthur Savile’s Crime”, publicada por Federigo Verdinois en 1908, se reimprime no solo por los matices irónicos y humorísticos que ofrece de una creencia de nuevo en boga y en aumento, sino como pretexto para revivir la estancia de Oscar Wilde en Nápoles, sobre la que hasta ahora ni los biógrafos más atentos parecen tener suficiente información».
Sorprende su intento en alguna ocasión de desmitificar algún título, como pasa con «Quo vadis?», de Sienkiewicz, que desviste del áurea cinematográfica para resaltar que «el libro de una causa –polaca y humana– aún hoy terriblemente actual».
Cuando redacta la solapa para uno de sus propios libros, el autor aprovecha la oportunidad para matizar, para guiar al lector hacia los aspectos sobre los que quiere que preste una especial atención. Es el caso, por ejemplo, de «El caso Moro», el volumen sobre su reflexión al respecto del muy controvertido secuestro y asesinato de Aldo Moro. A Sciascia le interesaba subrayar que esta era una «obra de verdad» aunque muchos podían leer la como una «obra literaria». En 1983 se volvía a publicar «(ya sin el riesgo de las polémicas sino del silencio) y se le añade el informe de la minoría (de absoluta minoría) presentada en la Comisión y al Parlamento. Un informe que el autor quiso reducir en lo posible, con la esperanza de que tenga la suerte de ser ampliamente leído: algo que no suele ocurrir con los larguísimos informes que surgen de las investigaciones parlamentarias».
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