Nuevo libro
Albert Soler: «Puigdemont es como un cuadro de Mondrian colgado al revés»
El autor recoge sus mejores artículos en un libro con su visión irónica sobre el proceso independentista
Al periodista gerundense Albert Soler antes lo paraban por la calle para saludarlo. Ahora, el que se encuentra con él, le pregunta cómo está Carles Puigdemont o, según el nombre que inventó para él, el Vivales. Por eso, no es raro que el libro en el que reúne algunos de sus artículos sobre el personaje, publicado por Sagesse, se titule «Puigdemont: el regreso del Vivales», precisamente en el momento en el que se habla de su posible regreso.
Soler, en conversación con este diario, cuando se le pregunta por la posibilidad de que Puigdemont pueda volver, asegura que «si lo hace, será en Semana Santa, porque a él le gustaría entrar en Girona como si fuera Cristo entrando en Jerusalén, con palmas y a lomos de un burro. Y, hablando de burros, con muchos de ellos adorándole porque vuelve a estar entre nosotros». Y en esto de volver a las andadas, Soler recuerda el precedente del empresario Josep Maria Matamala que regresó a Girona como si fuera Moisés separando las aguas.
Sin embargo, el periodista reconoce con mofa que no acaba de entender el interés de Puigdemont, es decir el Vivales, por volver porque «donde mejor está es en Waterloo. Es un tipo que no sabe hacer nada. A mí me ha explicado alguien que fue profesor suyo que era muy burro. Así que allí, en la Casa de la Republiqueta, es donde mejor está sin pegar ni golpe y viviendo muy bien. Además, allí tiene la suerte de estar lejos de la familia, sin que nadie le moleste. ¿Qué más se puede pedir? En el fondo, lo que él quiere es quedarse allí». Soler cree que Puigdemont es como el cuadro de Mondrian que estuvo colgado al revés porque «puede seguir al revés y nadie sabrá nunca qué es lo que hace».
Por las páginas del libro, además del Vivales, es decir, además de Puigdemont, nos encontramos una mirada satírica a lo que ha sido, desde 2017 hasta las últimas semanas, todo lo relacionado con el proceso independentista. En este sentido, en algunos de los artículos aparecen algunos de los personajes que han sabido moverse mejor a través de toda esta historia e histeria. Algunos de los episodios que narra Soler rozan el esperpento como cuando despareció la placa con la inscripción Casa de la República –Republiqueta según Albert Soler– y Puigdemont, alias el Vivales, quiso llevar el tema al Parlamento Europeo como si se tratara de un caso de Estado, como si fuera una amenaza nuclear. «Es un buen ejemplo de lo que es esta gente. Les quitan una placa y creen que es un tema trascendental que le interesa a todo el mundo. Eso es lo que demuestra que en la actualidad todo esto del proceso independentista se encuentra en paliativos», reconoce con sorna el periodista.
Otro caso curioso es la polémica que se suscitó cuando otro de los nombres del «procés», el abogado y diputado Jaume Alonso-Cuevillas intentó hacer un «sinpa» en un restaurante con una botella de vino. «No me extraña que se enfadara. ¿A quién se le ocurre preguntarle por dinero? Es que hay que ser muy maleducado para preguntar estas cosas», apunta.
Pero hay veces que la ironía y la sátira, los buques insignia en las columnas y los libros de Albert Soler, no son bien acogidos. Eso ha ocurrido con uno de sus textos que aparece precisamente reproducido en «Puigdemont: el regreso del Vivales», ni más ni menos que en la página 155. A quien no le ha gustado nada ese texto es ni más ni menos que a Carles Puigdemont que considera que se ha atentado contra su honor. «Me pide un euro por atentar contra su honor y me parece que pone en muy alto precio su honor si cree que vale un euro. Me parece que exagera. Es un artículo satírico», asegura el periodista.
Estas líneas empezaban hablando del posible regreso del Vivales, alias Puigdemont, ¿o era al revés? Supongamos que Soler se topa con él por las calles de Girona. ¿Qué pasaría? «Lo primero que haría es tocarme la cartera y le diría que si le falta dinero. Imagine que si vuelve aquí y tiene que volver a trabajar. Pobre hombre».
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