Referente literario
El arte de saber contar cuentos
El autor Steve Smallman se ha convertido en un superventas con sus libros infantiles
En una época en la que vivimos rodeados de pantallas grandes y pequeñas, en la que la interactuación digital parece ser el pan nuestro de cada día especialmente cuando hablamos de los más pequeños, a veces ocurren milagros. Y ese se llama Steve Smallman quien con una historia titulada «La ovejita que vino a cenar», publicada en nuestro país por Beascoa, ha logrado vender más de medio millón de ejemplares en todo el mundo.
El autor, quien estuvo ayer en Barcelona, habló con este diario sobre la serie que está realizando con el ilustrador Joëlle Dreidemy y que supone una vuelta de tuerca a las fábulas tradicionales. Son historias donde el lobo feroz deja de ser fiero y los armadillos buscan un abrazo. Cuando se le pregunta si esperaba una reacción así de masiva para sus historias, Smallman reconoce que «estoy sorprendido y encantado. Escribes la historia en casa, solo y la mandas por el mundo sin saber qué es lo que ocurrirá. «s maravilloso ver lo que pasa».
Smallman cree que hay espacio para todo tipo de fórmulas para acercarse a los más pequeños, incluso apoyándose en los cuentos que pueden parecer tradicionales. «Es muy importante compartir libros con los niños, algo que está lejos de esas familias que se quedan sin hablar en la mesa al estar pegados al móvil. Compartir lecturas es compartir el amor por los libros. En este sentido, los cuentos tradicionales es algo que está arraigado en nuestra mente. Me interesa combatirlos, darle s una vuelta de tuerca a esas historias que nos han contado tantas veces». A este respecto, Smallman incluso se ha atrevido a reinterpretar las tradicionales historias de hadas, aunque ese trabajo todavía no ha llegado a los lectores españoles.
El autor no se queda encerrado en su estudio sino que es un firme partidario de realizar lecturas de sus libros en colegios, librerías o bibliotecas, siempre con niños y niñas como público. Es algo que le resulta de gran ayuda porque, como él mismo confesó, «la interacción con los niños me es tremendamente útil, incluso la pronunciación incorrecta de una palabra. Cuando mi hijo Sam, que ahora tiene 38, tenía 3 años, le pregunté si sabía qué eran las abejas y me dijo que tenían rayas, que eran complicaditas y zumbonas, y si te pican es porque tienen ortigas en el culo. ¿Cómo no te va inspirar algo así? Escribí un cuento llamado ™La abeja glotona™ con esa información y, claro, se lo dediqué a mi hijo».
Mientras tiene lugar la entrevista, Steve Smallman tiene la deferencia de mostrarme sus álbumes de trabajo, donde apunta cada una de sus ideas fusionando sus palabras con unos dibujos estupendos, como los que puede ver el lector reproducidos en esta página. «Al escribir para niños pequeños hay que buscar una forma precisa, lo que es muy difícil de conseguir. Al final los niños se identifican con las emociones y pueden tenerlas muy potentes, pasando de felices a tristes en lo que tarda en acabarse un helado. Así que ellos saben reconocer pronto un personaje y tienen un gran sentido de la justicia. Tienes, como autor, que ingeniártelas para que la historia que les cuentas acabe bien, un hecho que es muy importante», dijo para pasar a dar detalles de los motivos por los que se apoya en el cuadernos que lleva con él a todas partes: «Tengo la sensación que dibujar un personaje me ayuda mucho. En mis visitas a los colegios lo que hago es una ilustración conjunta con ellos para que luego ellos escriban sobre ella. Esos niños y niñas me dan todas las ideas y yo las plasmo».
Por las páginas del álbum aparecen historias que podrían ser, como la del oso que quiso ser hada, pero no cabía en el vestido, o el dragón que llevaba una casa a lomos. Smallman es un adulto que imagina como un niño.
✕
Accede a tu cuenta para comentar