Experiencia insólita
Cómo y dónde cazar un alien en Barcelona
Un museo reconstruye la mítica nave Nostromo de la serie cinematográfica
A veces nos gustaría que las películas que amamos, aquellas que nos marcan como espectadores, vivieran más allá de su visionado. Por eso, cuando lo que hemos visto en la gran pantalla –bueno, también sirve la de televisión, sobre todo en los viejos tiempos del VHS– nos toca queremos que viva eternamente con nosotros. Eso es lo que le pasó a Luis Escribano, más conocido como Luis Nostromo, cuando vio por primera vez «Alien. El octavo pasajero», uno de los grandes clásicos de la ciencia-ficción y dirigido por Ridley Scott. La historia de la teniente de primera clase Ellen Louise Ripley, para siempre asociada a la actriz Sigourney Weaver, luchando contra uno de los seres más horribles creados en el cine se convirtió en una obsesión para Luis empezando a coleccionar todo tipo de materiales sobre aquella película y sus respectivas secuelas.
A muy pocos metros de la barcelonesa avenida Meridiana, en la calle Juan de Garay y con cita previa, puede visitarse lo que se ha convertido en el resultado de aquella obsesión. Es el Museo Alien, el noveno centro expositivo más valorado en la actualidad de la capital catalana según TripAdvisor. Luis Nostromo, como explicó a este diario durante una visita a este espacio, se encargó entre agosto de 2017 y, sobre todo, durante los meses de la pandemia de convertir un local en una reconstrucción precisa de lo que podemos encontrar en la primera entrega y en la segunda, la que dirigió James Cameron.
«Hay gente que se gasta el dinero en viajar o en ir a restaurantes. Yo me dediqué a trabajar en la construcción de este espacio», explica el responsable del museo de 70 metros cuadrados. Durante la visita pueden verse objetos y documentos originales, con una especial atención a los diseños realizados por el artista H.R. Giger, así como la creación de unos impresionantes efectos especiales en un tiempo en el que el ordenador no estaba en activo para esos trucajes fílmicos. De esta manera, por ejemplo, podemos saber cómo se realizó el monstruo con una cabeza de aspecto fálico, cómo era movido por los técnicos e, incluso, cómo se iluminaba para crear esa sensación de terror que ha pasado para siempre a la historia del séptimo arte.
El Nostromo barcelonés también se ha convertido, desde su apertura, en un espacio solicitado para rodajes de películas, cortometrajes, anuncios y videos musicales. El trabajo de Luis Nostromo ha llamado la atención de muchos de los turistas que visitan la capital catalana, especialmente aquellos procedentes de países anglosajones.
Sin embargo, lo expuesto es solamente una parte de la colección que ha ido recopilando en este tiempo. El sueño es poder tener en Barcelona un gran museo dedicado a la ciencia-ficción y no solamente limitado a las andanzas en el espacio de Ellen Ripley. Tanto Luis, como Vicenç Botella, un coleccionista especializado en la serie «Dune», se están moviendo para poder convertir en un legado al alcance de todos lo que es una verdadera pasión por una parte del cine.
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