
Diada 2025
El independentismo hace aguas en la Diada: apenas 28.000 asistentes en Barcelona
Lejos quedan los días de 2012-2015, cuando un millón y medio de personas inundaban las calles con banderas esteladas

La Diada de este 2025 ha confirmado lo que desde hace tiempo se intuía: el independentismo está en horas bajas. Lo que en 2012, 2013 o 2015 era un mar humano de más de un millón y medio de personas inundando la Diagonal y los ejes principales de Barcelona, hoy se ha reducido a un acto mucho más acotado y con cifras que muestran sin ambages el declive. Según la Guardia Urbana, en Barcelona apenas se han congregado 28.000 manifestantes, muy lejos de los 70.000 del año pasado y a años luz de los 115.000 de 2023. La caída no es solo numérica. También simbólica. La marcha de este año renunció a la espectacularidad de antaño y se ha limitado a un recorrido corto, desde el Pla de Palau hasta la Rambla.
El independentismo ha llegado a esta Diada con el viento en contra. ERC y Junts, que dominaron el Govern durante la década del procés, no solo carecen de mayoría en el Parlament, sino que se enfrentan a una base desmovilizada y desencantada por la ausencia de estrategia. Mientras tanto, Aliança Catalana, la formación de Sílvia Orriols, irrumpe con fuerza, atrayendo a los sectores más identitarios y críticos con el llamado “procesismo”. Pero su ascenso no ha servido para revitalizar el soberanismo, sino para abrir nuevas fracturas: AC es abiertamente proisraelí en un momento en el que buena parte de ERC, Junts y los comunes se han alineado con la causa palestina, lo que se traducido en que se haya debatido más sobre la presencia de banderas palestinas que sobre la causa independentista en los días previos.
La tensión también se ha reflejado en los reproches públicos. Lluís Llach, presidente de la ANC, acusó a Orriols de ir en contra de los derechos humanos, a lo que la líder de AC respondió reivindicando su presencia en los actos. Estas disputas internas han contribuido a que, más que una cita de unidad, la Diada se haya convertido en escaparate de divisiones.
La lengua como refugio
Si ha habido un elemento capaz de generar un cierto consenso, ha sido la defensa del catalán. La reciente sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC), que tumba buena parte del decreto con el que la Generalitat pretendía blindar la inmersión lingüística escolar, se ha convertido en el eje central de los discursos institucionales.
Desde el Govern, la portavoz Sílvia Paneque subrayó que “Cataluña es una nación por su lengua”, mientras Jaume Collboni, alcalde de Barcelona, ha lamentado “la incomprensión y la hostilidad” contra el catalán. El presidente del Parlament, Josep Rull, habló directamente de “persecución” y Oriol Junqueras ha vinculado independencia y justicia social. En la misma línea se han pronunciado Òmnium y la Plataforma per la Llengua, que han calificado el fallo judicial como un ataque al “gran consenso”.
Por su parte, Lluis Llach, presidente de ANC, Lluís Llach, presidente de la ANC, ha sido el encargado de leer el manifiesto unitario de la Diada y ha llamado a desobedecer las sentencias judiciales contra el catalán en la escuela, tras el fallo del TSJC que ha tumbado gran parte del decreto de inmersión lingüística. Ha reclamado a políticos, docentes y sociedad civil que no acepten que un “tribunal politizado y anticatalanista” imponga su criterio, y exigió al Govern y al Parlament que no permitan que los jueces “dinamitan” el sistema educativo.
Ha subrayado que hay “más motivos que nunca” para defender el catalán como eje vertebrador de la nación y criticó las “actitudes acomplejadas”. El acto, presentado por Iolanda Batallé, ha denunciado la "ofensiva" contra la escuela catalana y ha concluído que la única manera de blindar la lengua es con la independencia.
Apoyo popular en mínimos históricos
Los datos sociológicos acompañan la fotografía del declive. Según el Centro de Estudios de Opinión (CEO), solo un 40% de los catalanes se declara hoy partidario de la independencia, frente a un 52% que la rechaza, el mínimo desde que se tienen registros. Una cifra que contrasta con los años del auge del procés, cuando el independentismo llegó a alcanzar apoyos cercanos a la mitad del electorado y logró movilizar a millones en la calle.
La desconexión entre la euforia de antaño y el presente es tan visible que incluso los organizadores lo admiten. El manifiesto del llamado independentismo civil, firmado por nombres históricos como Carme Forcadell o Marta Rovira, reconoce que el movimiento “no está donde le gustaría” y llama a reconstruir alianzas sociales ante el riesgo de irrelevancia.
Así, entre la lluvia que ha obligado a Òmnium a suspender parte de sus actos, el recorrido menguante de la manifestación y unas cifras de asistencia que palidecen frente al pasado reciente, la Diada de 2025 quedará como el retrato de un movimiento debilitado.
El independentismo, que hace apenas una década parecía imparable, se enfrenta ahora a una triple encrucijada: la pérdida de músculo popular, la división entre sus partidos y entidades, y la competencia interna de una Aliança Catalana que fragmenta aún más el tablero.
La jornada deja una certeza: la épica multitudinaria del procés ya es historia. Y el independentismo, lejos de sumar fuerzas, hace aguas en su día más señalado.
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