Historias
El día que el presidente ruso Boris Yeltsin se operó en Barcelona
Primer presidente de la historia de la Federación Rusa tras la caída de la URSS, gobernó hasta 1999, siendo sucedido por Vladimir Putin
Boris Yeltsin fue una de las figuras clave en la historia contemporánea de Rusia. Nacido en 1931, se convirtió en el primer presidente de la Federación Rusa y jugó un papel crucial en la transición del país tras la caída de la Unión Soviética. Su ascenso al poder comenzó con su renuncia al Partido Comunista de la Unión Soviética en julio de 1990, durante el XXVIII Congreso del partido, marcando una ruptura con la estructura política que había dominado la URSS durante décadas.
En las elecciones presidenciales de junio de 1991, Yeltsin se presentó como candidato independiente y ganó con el 58 % de los votos, convirtiéndose en el primer presidente de la República Socialista Federativa Soviética de Rusia. Su liderazgo se consolidó en agosto de 1991 cuando, durante el intento de golpe de Estado de los comunistas de línea dura contra el gobierno del reformista y aperturista Mijaíl Gorbachov, desafió abiertamente a los golpistas, posicionándose como un defensor de la democracia.
Tras la disolución de la Unión Soviética en diciembre de 1991, Yeltsin impulsó reformas económicas radicales para transformar la economía planificada de Rusia en una economía de mercado. Sin embargo, la liberalización de precios y los programas de privatización no se hicieron según las reglas del libre mercado, sino en base a lo que, popularmente, se ha llamado "capitalismo de amiguetes", esto es, el gobierno privatiza una empresa pública y se la entrega a empresarios afines. Esas prácticas llevaron a una concentración de la riqueza en manos de un pequeño grupo de oligarcas, generando descontento entre la población. Su mandato estuvo marcado por una profunda crisis económica, corrupción generalizada y dos guerras en Chechenia.
En 1993, el conflicto entre Yeltsin y el Parlamento ruso desembocó en la crisis constitucional, donde el presidente ordenó el asedio del edificio del Parlamento, la Casa Blanca rusa, en un episodio que dejó cientos de muertos. Posteriormente, impuso una nueva Constitución con un sistema presidencialista fuerte. En 1996, fue reelegido en medio de acusaciones de fraude electoral, aunque su popularidad fue decayendo rápidamente debido a la crisis económica de finales de los 90. Finalmente, el 31 de diciembre de 1999, Yeltsin sorprendió al mundo al anunciar su dimisión, cediendo el poder a su primer ministro, Vladímir Putin.
La inesperada operación de Yeltsin en Barcelona
En mayo de 1990, Boris Yeltsin visitó Barcelona como invitado de TV3, la televisión autonómica catalana. Su presencia en la ciudad estaba programada para participar en un debate sobre la perestroika (nombre que reciben las reformas económicas aperturistas), pero la visita tomó un giro inesperado cuando sufrió un fuerte ataque de ciática a su llegada al aeropuerto. A pesar del dolor inicial, Yeltsin intentó continuar con su agenda, pero al día siguiente la situación se agravó, obligándolo a cancelar entrevistas y compromisos programados.
Los médicos que lo atendieron diagnosticaron una hernia discal aguda que le provocaba una ciática paralizante en el pie derecho. El propio Yeltsin bromeó con los doctores diciendo: "Opérenme, porque no quedaría bien que un futuro presidente de la URSS tuviera un pie paralítico". Ante la gravedad del cuadro, el neurocirujano Josep Llovet Tápies dirigió la operación en el Hospital de Barcelona la noche del lunes 30 de abril de 1990.
La intervención fue un éxito, y el líder ruso se recuperó rápidamente. Al día siguiente, abandonó la unidad de cuidados intensivos y, según el informe médico, experimentó una "sorprendente recuperación motora". Yeltsin permaneció hospitalizado durante seis días, en los que se le vio de buen humor y animado, antes de recibir el alta y regresar a Moscú el 5 de mayo.
Un vínculo especial con Barcelona
El episodio en Barcelona dejó una huella en la relación de Yeltsin con la ciudad. En 1994, cuando ya era presidente de Rusia, regresó a la capital catalana para realizarse una revisión médica de su problema de espalda. Su estancia en Barcelona durante aquellos días de 1990 coincidió con un momento crucial de su carrera política, justo antes de que su figura se consolidara en el liderazgo ruso.