Entrevista

Manuel Borja-Villel: «Barcelona ha querido ser Madrid. Hay que replantearse las cosas»

El ex director del Reina Sofía habla sobre el encargo que se le ha realizado sobre los museos de la Generalitat

Manuel Borja-Villel fotografiado ayer en el Palau Moja de Barcelona
Manuel Borja-Villel fotografiado ayer en el Palau Moja de BarcelonaJoan Mateu

En el Palau Moja de Barcelona, en su despacho decorado con un óleo y una litografía de Miquel Barceló y un grabado de Miró, Manuel Borja-Villel habló ayer con este diario de su regreso a la capital catalana.

¿Quién le propuso por primera vez ser asesor de la Conselleria de Cultura?

Se me hizo algún contacto. No sé de dónde vino el Big Bang, pero sí se me dijo que había cambios y que se quería contar conmigo. Antes vino consellera, después Jordi Martí, también el president Pere Aragonès y después llegó una oferta formal.

¿En algún momento se le propuso la dirección del Museu Nacional d’Art de Catalunya (Mnac)?

No. Si me iba del Reina Sofía era para hacer otra cosa, no para dirigir un museo. Tenía el compromiso de la Bienal de São Paulo [donde ha sido curador]. Pero dirigir un museo otra vez es algo que no me quería ni plantear. No quería hacer nada de gestión,

Ha estado y está en contacto con grandes museos internacionales. ¿Están los museos catalanes en estas grandes ligas museísticas?

Estuve en Brasil este año, en la Bienal. Allí encontré un artista, Ayrson Heráclito, que tiene trabajo allí que de algún modo se relaciona con un Beuys muy especial. Le pregunté por Europa. Me dijo algo que me tocó el corazón. A Beuys sí que lo conocía, pero me comentó que había uno que le impactaba más y que probablemente yo no conocía porque me asociaba con el Reina. Me dijo que había visto en los noventa una exposición en Barcelona que le había cambiado la vida y era Tàpies. Así que hay una proyección que no es la de los grandes museos anglosajones que es un mundo hegemónico y de academia. Estamos en una época de cambios, como mínimo de confrontación en temas climáticos, en guerras circulares globales, de entender que la cultura europea es una provincia. Por tanto hace falta un cambio epistemológico en los museos. Que Cataluña tiene una estructura periférica donde el Museu d’Art Modern es un museo periférico. El Mnac es un museo que se ha interrumpido en diversas ocasiones. Hay una fisuras que permiten hacer cosas. Dicho lo cual creo que hay que plantear otra cosa que es un problema general de país, de Cataluña, de España, y es esa voluntad de ser reconocido, de ser alguien, como usted decía, en las grandes ligas, como el Pompidou. Estamos en un momento en que hay que replantearse las cosas. Barcelona ha querido ser Madrid y Madrid ha querido ser París. Lo mejor es mirar otros sitios. Ese es el reto. Igual hay que jugar otra liga más humana.

Desde un punto de vista museográfico, ¿Barcelona se ha obsesionado con Madrid?

Sí, aunque no sé si deberíamos de hablar de obsesión que es muy fuerte. Cuando estaba allí y aquí, cuando me preguntaban de ese vacío que hay entre el Prado y el Reina Sofía, que es el siglo XIX, un periodo que nadie hace, siempre digo que el gran museo del Estado de ese periodo está en Barcelona y hay que potenciarlo, que plantea las ideas de una burguesía ilustrada. Hay que entender que hay unas especifidades, un hecho que es importante. No hay en Cataluña un gran museo como el Reina Sofía, pero sí hay estos centros monográficos, así como la colección moderna del Mnac.

¿Qué valoración le merece el Mnac, museo que parece ser el centro del encargo que ha recibido?

No hago gestión porque sería interferir en la autonomía del centro. Cada museo tiene su director que lo está haciendo muy bien. Una de las cosas que me han encargado es pasar del museo enciclopédico al social, algo que ya está en el plan de museos desde hace tiempos. No tengo nada que decir. A nivel de encargo, haciendo una metáfora, una cosa que siempre quería hacer, todos hablamos que el mundo de la cultura como un ecosistema. Miremos el cosmos donde hay estrellas, planetas y satélites, con sus órbitas. Lo que no se ha estudiado es la materia oscura que es muy importante. El museo no puede mostrarlo todo porque si lo hiciera sería «Funes el memorioso» de Borges. Hay que replantearse las cosas. El topos, el límite, te condiciona. Este es un trabajo es el encargo que llega en un momento importante. Por lo que estoy viendo es un momento importante en Cataluña y puede materializarse en cosas. No he venido con un plan maestro para cambiar las cosas. Es otra cosa que llega en un momento importante.

En los últimos años hemos visto como muchos archivos y colecciones relacionadas con Barcelona se han ido a Madrid, sobre todo al Reina Sofía, como los de Nazario o «Ajoblanco». ¿Nos hemos olvidado de los artista de una generación?

Igual se tienen que plantear las cosas desde otro punto de vista. Sobre todos estos archivos, primero deberíamos ver entre todos qué hay en el aire, por qué ha pasado. Si ya no están deberíamos crear un archivo digital de manera que se puedan consultar. El acceso universal es un derecho para todos. Es como si el MoMA decidiera no mostrar «Las señoritas de Aviñón», porque es de todos.

Usted es el comisario de una de las exposiciones más importantes del centenario de Antoni Tàpies. ¿Qué ha pasado con Tàpies para que haya estado tan relegado en los últimos años?

Es verdad que cuando murió él, también su hijo Miquel y aparecieron los problemas económicos, todo ha ido cambiando. La Fundació Tàpies ha entrado en la dinámica de no tener dinero. La bibliografía ha ido repitiendo de manera enfatizada una obsesión por demostrar que había hecho cosas antes que Rauschenberg. No hay que ser tan chauvinista. Tàpies era alguien a quien le interesaban los límites del cuadro más que el propio cuadro.