Exposición única

Lo mejor de Matisse está en venta en Barcelona

La Galeria Joan Gaspar presenta varias obras maestras en papel del gran artista

Una vista de Vence por Matisse
Una vista de Vence por MatisseGaleria Joan Gaspar

No es frecuente, nada frecuente que una galería de Barcelona se convierta en una suerte de pequeño Pompidou y nos de la oportunidad de ofrecer con piezas que, en su totalidad, fácilmente podrían estar en un museo. Lo que ha hecho la Galeria Joan Gaspar merecería todas las condecoraciones posibles que diera esta ciudad y este país porque qué difícil será que algunas de las obras maestras en papel de Henri Matisse no solo estén expuestas sino también en venta, una oportunidad única tanto para coleccionistas privados como para instituciones públicas.

Porque lo que verá quien entre en esta galería barcelonesa es una suerte de exposición antológica que abarca medio siglo en la carrera del único pintor al que temía Picasso como rival frente a la tela en blanco, frente a la hoja en blanco. Todo comienza con una xilografía con una figura femenina desnuda de 1906, uno de los periodos más interesantes del artista francés, en el momento en el que ha visto nueva luz creativa gracias a su conocimiento de André Derain y Maurice Vlaminck, cuya influencia se hace evidente en obras como la citada. La obra es de un año después de su presencia, junto a Derain y Vlaminck, en el Salon d’Automne, el mismo en el que el crítico Louis Vauxcelles calificó a estos autores como fauves (salvajes), un nombre que hizo fortuna hasta el punto de ser la manera de denominar al grupo.

Una litografía extraordinaria es «Odalisque voilée», de 1925, donde tenemos uno de los grandes temas habituales en Matisse, siguiendo los pasos de Ingres al igual que hacia su amigo/enemigo íntimo Picasso por aquel entonces. En esta composición, Matisse demuestra su fascinación por un mundo había conocido gracias a sus viajes a Marruecos en los inviernos de 1912 y 1913. El pintor lleva a esta obra gráfica su fascinación el exotismo que encarna esta mujer oculta tras un sencillo velo y a la que viste con collar y blusa con estrellas.

Una de las virtudes de la muestra en la Galeria Joan Gaspar es demostrarnos el magisterio del Matisse dibujante, su capacidad de hacer que parezca sencillo lo que su trazo convierte en una indiscutible obra de arte. Eso es lo que avalan piezas como el aguafuerte de 1936 protagonizado por una joven con collar o unas sirenas que son estudio para la serie de 1942 «Florilège des Amours de Ronsard». Mención aparte merece el retrato que Matisse traza de Colette, la gran autora francesa, para «La Vagabonde». Nuestro protagonista aseguraba que «el rostro humano siempre me ha interesado mucho. Tengo una memoria bastante notable para los rostros, incluso para aquellos que solo he visto una vez». Todo ello es evidente en esta muestra.

Pero no todo tiene que ver con la figura humana. En esta exposición barcelonesa podemos conocer la faceta paisajística del artista, como cuando traslada al papel una vista de Vence, uno de los más importantes escenarios en la vida y la obra del último Matisse, la población de la Costa Azul francesa en la que el artista realizó su último gran trabajo: la decoración de la Capilla del Rosario. Precisamente este dibujo fue realizado en los años en los que el maestro estuvo inmerso en la citada capilla, todo un reto para un ateo confeso como era él.

Precisamente este paisaje forma parte de ese tiempo que Matisse denominó como su «segunda vida», un tiempo en el que el pintor, pese a la edad, mantuvo una riqueza creativa y donde el dibujo, además de sus célebres papeles cortados, se adueña de todo. El reto en aquellos años llegó hasta el límite de enfrentarse a la hoja con los ojos vendados, «justo después de haber trabajado con una modelo toda la mañana, quería saber si realmente lo poseía». También apuntaría, sobre este particular, que «algunos de mis grabados los he hecho después de cientos de dibujos, después del ensayo del conocimiento, de la definición de la forma; entonces, los realicé con los ojos vendados».

La exposición también nos sirve para recordar uno de los más importantes nombres propios en el universo de Matisse. Es Lydia Delectorskaya, la que fue una de las modelos principales del pintor desde la década de los 30, la misma que podemos contemplar en todo su esplendor en un delicioso dibujo de 1950, un estudio de cabeza de mujer con turbante. Delectorskaya fue modelo, pero también la fuel asistente que acompañó al genio.