20 años del Diagnóstico Genético Preimplantacional

"El mejor regalo para mis hijos es que ellos no vayan a tener la enfermedad"

Más de 300 bebés han nacido libres de enfermedades hereditarias en Cataluña gracias al Diagnóstico Genético Preimplantacional desde que el Servicio de Medicina Reproductiva del Hospital de Sant Pau-Fundación Puigvert aplicara esta técnica por primera vez, siendo pionero en España

Laia, que sufre una enfermedad genética, está esperando su tercer hijo gracias al DGP
Laia, que sufre una enfermedad genética, está esperando su tercer hijo gracias al DGPHospital Sant Pau-Fundación Puigvert

“Hemos estado años todos pendientes de una enfermedad y ahora, el que a mis hijos eso no les vaya a pasar, que ellos no vayan a tener esa enfermedad, creo que es el mejor regalo que les puedo hacer”, señala Laia Carbó, quien sufre la enfermedad de Darier, una patología heredada de su padre, que se considera rara por su baja incidencia y que afecta a la piel.

“No moriré joven por esta patología, pero tiene un gran impacto en el día a día y cuando se producen brotes, afecta mucho animicamente”, explica para a continuación indicar que “al tratarse de una enfermedad genética, la descendencia de quien la padece tiene un 50% de posibilidades de tenerla”, lo cual condicionaba sus planes de maternidad.

“Mi pareja y yo queríamos ser padres, pero teníamos que hacer todo lo posible para tener hijos sanos”, recuerda Laia, así que a sus 27 años acudió al Servicio de Medicina Reproductiva de la Fundación Puigvert- Hospital de Sant Pau para un Diagnóstico Genético Preimplantacional. (DGP).

Se trata de una técnica mediante la cual es posible detectar anomalías genéticas en el embrión antes de su implantación en el útero materno. Gracias a un análisis del DNA de células de un embrión cultivado in vitro, es posible seleccionar aquellos que no están afectos por la alteración genético y/o cromosómica en cuestión para, posteriormente, recurrir a ellos a la hora de lleva a cabo la transferencia al útero materno.

Esta técnica de detección de anomalías está indicada, según especifica la ley de 2006 que regula el DGP, para personas que son portadoras de alteraciones cromosómicas, parejas que sufren o son portadoras de enfermedades hereditarias graves incurables y que tienen altas posibilidades de transmitirlas a la descendencia, en casos de síndromes de predisposición al cáncer y en el ámbito de la selección genética de embriones compatibles con finalidad terapéutica para un tercero.

Entre el éxito y el fracaso

El caso de Laia estaba contemplado en la ley, de manera que en 2017 empezó todo el proceso para poder ser madre de unos hijos sanos mediante del DGP.

“Cuando las parejas llegan a consulta, se les hace una primera visita para valorar la idoneidad de la mujer para que esta técnica tenga una tasa de éxito mínima, de al menos un 25%”, indica la doctora Ana Polo, Directora del Servicio de Medicina Reproductiva de la Fundación Puigvert- Hospital de Sant Pau. Al respecto Laia recuerda que “lo primero era ver si existía la posibilidad de identificar el gen causante de la enfermedad”, porque de otro modo no hubiera sido posible continuar con el proceso, y afortunadamente ello se pudo realizar. Además, dada su edad, Laia no sufría problemas de fertilidad, de manera que era candidata a esta técnica.“El estudio de informatividad nos dice si para aquella pareja con una mutación concreta la técnica es fiable o no y, pese a que la fiabilidad nunca es del 100%, muchas veces sí que es del 98% o 99%", recuerda la doctora Polo.

Así las cosas, Laia se sometió a una estimulación ovárica para empezar el ciclo de fecundación in vitro y a continuación se procedió a una punción ovárica para extraer los óvulos, los cuales son seleccionados y, en el laboratorio se ponen en contacto con los espermatozoides. Completada esta fase, esos óvulos microinyectados se colocan en la incubadora, para que crezcan.

Sin embargo, en el primer intento, los óvulos de Laia murieron, de manera que tuvo que reiniciar el proceso desde el principio y, en ese segundo intento, se logró fecundar una decena de los 32 que le extrajeron.

Pero, no todos los embriones resultantes de la fecundación in vitro son aptos para la transferencia. Tal y como comenta la doctora Polo, “una vez tenemos los óvulos mircoinyectados, los dejamos crecer, antes lo hacíamos por un periodo de tres días, pero ahora se dejan hasta 5 días ya que, a la hora de hacer la biopsia, ello nos permite coger más de una célula del embrión y tener así más material para luego poder amplificar a la hora de ir a buscar la mutación del gen problema, lo cual nos permite tener unos diagnósticos más robustos y fiables”.

En busca del embrión apto

Tras realizar esa biopsia, se congelan todos los embriones, algo que no se hacía cuando se empezó a aplicar esta técnica puesto que, al no tener un óptimo control y manejo de la congelación de embriones, se reducía de forma considerable la tasa de éxito, pese a que se sabe que reduce los riesgos para la paciente. Una vez analizada la muestra y después de conocer los resultados, transcurridas unas dos semanas, ya es posible saber aquellos que no tienen mutación del gen que hemos estado buscando y cuáles son cromosómicamente correctos”, indica la doctora,

Al respecto Polo recuerda que “si tenemos cuatro embriones que nos han llegado al quinto día, los biopsiamos y, por probabilidades, al 50% les tocaría tener la enfermedad. Los otros dos restantes, no la tendrían, pero quizá uno tiene alteraciones cromosómicas, que sugieren que ese embarazo acabará en aborto, y el otro nos indica Síndrome de Down, con lo cual, no siempre llegamos a poder hacer la transferencia”.

Ese no fue el caso de Laia, aunque lo cierto es que de la decena de óvulos microinyectados de los que disponía, solo tres eran válidos para transferencia y uno de ellos no tenía demasiada calidad. “Tras la biopsia, vimos que cuatro tenían la enfermedad y tres no eran viables por ser cromosómicamente incorrectos”. Sin embargo, en su caso, la transferencia era posible, de manera que se descongeló uno de esos dos embriones aptos y se procedió a llevarla a cabo. Al respecto, cabe señalar que gracias a la mejora de la tasa de éxito de esta técnica debido, sobre todo, a los avances tecnológicos en el laboratorio y a un mayor conocimiento de la misma, a día de hoy ya no se transfieren dos o tres embriones como anteriormente, sino que con uno, máximo dos, basta, de manera que se reduce la posibilidad de un embarazo múltiple.

Desafortunadamente, esa primera transferencia fracasó y el embarazo no cuajó, otra de las razones, junto a la falta de embriones válidos y una reserva ovárica adecuada, por la que la tasa de éxito de esta técnica es del 50% o 60%. En cualquier caso, a Laia y su pareja aún les quedaba un embrión apto y se procedió a una segunda transferencia que, en esta ocasión, sí fue exitosa Era junio de 2018 y el 10 de abril de 2019 nacía Xavier.

Familia numerosa

La pareja había hecho realidad su sueño de ser padres de un niño sano, pero un par de años después les surgió el deseo de volver a serlo, así que, puesto que ya no contaban con más embriones sanos congelados, tuvieron que volver a iniciar todo el proceso para un DGP.

“En esta ocasión nos sucedió algo similar a lo que pasó en el primer embarazo y es que logramos tener 11 embriones, pero solo 4 de ellos eran aptos para transferencia", recuerda Laia, quien en junio de 2021 daba la bienvenida a su segunda hija, Mireia, mientras que el tercer vástago ya está en camino. “Nos quedaban tres embriones congelados y ya solo era necesaria una transferencia para ir a por el tercer embarazo y lo hicimos”, comenta la madre, quien pese a que no tiene intención a día de hoy de ir a por el cuarto, señala que “aún quedan dos embriones, así que tenemos el debate pendiente”.

20 años de experiencia

Pero el de Laia es solo un ejemplo de las posibilidades del Diagnóstico Genético Preimplantacional y la labor que se realiza en el marco del Programa de Reproducción Asistida del Hospital Sant Pau-Fundació Puigvert, que en 2003 fue de los pioneros en lo relativo a la aplicación médica de el DGP en la sanidad pública española. “Empezamos en 2003 con casos de indicación de alteraciones cromosómicas o enfermedades ligadas al cromosoma X. Por entonces, esta técnica aún no estaba incluida en la cartera de servicios del sistema público de salud, donde no se publicó hasta 2014, pero algunas Comunidades Autónomas quisieron apostar por ella y permitieron su aplicación antes y esto es lo que sucedió en Cataluña”, recuerda la doctora Polo, quien señala que posteriormente, con la entrada en vigor de la ley de 2006, fue posible ampliar las indicaciones de esta técnica

Así, si en aquellos inicios se llevaban a cabo entre un y tres DGP al año, en la actualidad la cifra se ha incrementado hasta los 60 o 80, aunque como destaca Polo, “también han aumentado de forma exponencial las parejas que acuden a nuestra consulta solicitando someterse a esta técnica, puesto que hemos pasado de los 20 casos anuales a las 200 derivaciones”. En definitiva, en la actualidad, cuando se cumplen 20 años de la puesta en marcha de esta técnica en Cataluña, el Programa de Reproducción Asistida del Hospital Sant Pau-Fundació Puigvert ha tratado ya a más de 600 parejas, permitiendo así que cerca de unos 300 niños hayan nacido libres de enfermedad o problemas cromosómicos, lo que para la doctora Polo supone hacer medicina preventiva. "Con el DGP disponemos de las técnicas de reproducción asistida, no por un problema de fertilidad, sino para prevenir una posible enfermedad"