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Religión

El “preocupante” auge de las iglesias evangélicas en Cataluña

Expertos alertan del riesgo de actitudes sectarias en un movimiento sin jerarquía ni estructura común

El “preocupante” auge del evangelismo en Cataluña Web de la Iglesia Salem Barcelona

España lleva décadas secularizándose. Aunque estos últimos años el catolicismo ha vivido brotes verdes e incluso ha ganado fieles, no ha sido suficiente para revertir una tendencia a la baja. En este contexto, hay una confesión religiosa que ha crecido ininterrumpidamente durante todo el siglo XXI hasta ser ya la segunda confesión mayoritaria en el país: el evangelismo. Si en 2004 había 341 centros de culto de esta rama en Cataluña, en 2025 ya hay 889, según la Dirección General de Asuntos Religiosos de la Generalitat. Por su parte, la Iglesia Católica cuenta con 5.665 parroquias.

El teólogo de la diócesis de Barcelona, Antoni Matabosch, experto en ecumenismo y presidente del Grupo de Trabajo Estable de Religiones, explica a este medio que, “aunque es difícil definir qué es una secta, sí que existen características sectarias entre estas iglesias”. Otro sacerdote de la diócesis explica que ese crecimiento “es realmente preocupante”.

Sin embargo, la postura “oficial” de la Iglesia de Barcelona es otra. Fuentes del Arzobispado explican que no les preocupa este aparente aumento del evangelismo, ni tienen pensado ningún “plan” para frenarlo, principalmente porque, dicen, “no hay indicios de que se esté produciendo un trasvase desde el catolicismo, sino que el crecimiento de esta confesión se explica principalmente por el aumento de la inmigración hispanoamericana”, es decir, aunque hay casos puntuales, no se puede hablar de una tendencia de conversiones de católicos catalanes hacia el evangelismo. Como mucho, dicen, “sí podría haber una tendencia entre los gitanos, pues las iglesias evangélicas son iglesias vivas y festivas, lo que liga mucho con el talante gitano”. Eso explicaría que si se pone el foco sobre la capital catalana (ciudad que más inmigración hispana recibe de Cataluña) el número de centros de culto esté mucho más parejo: 225 para el catolicismo, y 209 para el evangelismo.

Autonomía y libre interpretación

Para entender el crecimiento y el funcionamiento de las iglesias evangélicas hay que remontarse a las bases de la ruptura de Martín Lutero en el siglo XVI. La Reforma protestante se sustentó sobre dos principios fundamentales: la Sola Scriptura y el libre examen. El primero afirma que la única fuente de autoridad en materia de fe es la Biblia, desechando, pues, la Tradición y el Magisterio de la Iglesia. El segundo, el libre examen, defiende que cada creyente puede leer e interpretar por sí mismo las Escrituras, sin necesitar una autoridad que le indique su sentido.

En los inicios del protestantismo, muchas comunidades conservaron estructuras inspiradas en el catolicismo. El llamado protestantismo histórico (luteranos, anglicanos o metodistas) mantuvieron liturgias y jerarquías similares a la católica. Estas confesiones conservan un marco institucional y doctrinal común, con sínodos, conferencias y órganos internacionales que regulan la vida de sus iglesias. Sin embargo, el principio del libre examen contenía en sí mismo una semilla de atomización: si cada interpretación personal es legítima, nada impide que nuevas comunidades surjan a partir de cada discrepancia o de cada nueva lectura de la Biblia.

Este funcionamiento extremadamente autónomo implica que la expansión del número de iglesias no siempre refleja un crecimiento proporcional de fieles, sino sobre todo las constantes escisiones internas. El resultado es un paisaje religioso fragmentado, compuesto por una red de comunidades autosuficientes donde la autoridad reside más en el carisma del pastor que en una estructura institucional y agrupadas bajo la etiqueta de “evangelismo”.

¿Qué crece exactamente?

Mientras el protestantismo histórico pierde fieles de forma constante, una corriente evangélica no deja de expandirse: el neopentecostalismo. Se trata de la única rama del protestantismo que crece de manera sostenida en todo el mundo, especialmente en África e Hispanoamérica, y también en Cataluña, donde su implantación se ha visto favorecida por la llegada de comunidades inmigrantes.

El teólogo Matabosch explica que este fenómeno se debe, en gran medida, a la flexibilidad organizativa de las iglesias neopentecostales y a su estilo de culto emocional y participativo, muy distinto del tono sobrio y litúrgico de las iglesias tradicionales. El neopentecostalismo se centra en la experiencia directa del Espíritu Santo y en la manifestación de sus dones o carismas, como la sanación, la profecía o el hablar en lenguas. Estas prácticas buscan una vivencia inmediata y sensible de la fe. Sus celebraciones, marcadas por la música, las expresiones afectivas y un lenguaje contemporáneo, logran conectar entre la población inmigrante o gitana, para quienes estos espacios se convierten en lugares de acogida y comunidad. “Es una fe más emocional que teológica, más de corazón que de cabeza”, comenta el teólogo. Sin embargo, apunta Matabosch, el “vivir un fervor y una tensión emocional tan intensa” es el campo de cultivo para la manipulación emocional.

El teólogo destaca que el mundo neopentecostal es extraordinariamente diverso y carece de una estructura común. “No hay ninguna organización que los englobe a todos”, explica. Se trata de un movimiento fluido, compuesto por comunidades que a veces se federan y otras funcionan de manera completamente independiente. Cada iglesia gira en torno a un líder carismático o pastor que ejerce su autoridad a partir de su capacidad de atraer fieles. Este tipo de liderazgo, advierte el teólogo, puede derivar en actitudes sectarias, tal como apuntan también los sociólogos.

Esa fragmentación tiene su raíz en la interpretación individual de las Escrituras. Al no existir una autoridad central que regule la doctrina, basta una nueva lectura subjetiva para que surja una nueva comunidad. “Desde 1517, año de la ruptura con Roma, las iglesias protestantes viven en una espiral de divisiones”, recuerda.

Otro aspecto a destacar es que los neopentecostales, afirma Matabosch, “no son ecuménicos” y adoptan una actitud más rígida y exclusivista, convencidos de ser los únicos que siguen auténticamente el Evangelio. Frente a esta visión restrictiva de la salvación, el teólogo recuerda que el catolicismo sostiene una postura más abierta: Dios juzga a cada persona según su conciencia y sus actos.

Sí existen sectas

Aunque con los evangélicos no puede hablarse propiamente de sectas, sino de ciertos comportamientos sectarios, Matabosch señala que “los testigos de Jehová y los mormones sí son considerados sectas por católicos y por protestantes porque no aceptan la Trinidad ni a Jesús como Dios”. Explica que, en el caso de los testigos de Jehová, la mayoría son catalanes, no inmigrantes, y que su forma de predicación ha cambiado: “Antes iban de dos en dos por las casas, eran muy insistentes; ahora se ponen en stands en las calles”. Pese a su presencia en el territorio, con 112 centros en Cataluña, no son grupos en expansión.

Los mormones, “que envían a jóvenes por el mundo a predicar su fe”, cuentan solo con 14 centros en Cataluña. Además, estos dos grupos mantienen un contacto con el mundo mucho más restrictivo, adoptando una actitud hostil hacia él, y refugiándose en sus comunidades, que ejercen sobre ellos actitudes coercitivas.