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Historia

¿Por qué se llama "Can Fanga" a Barcelona en el resto de Cataluña?

La expresión fue acuñada por los propios barceloneses en el siglo XIX

Dibujo satírico del siglo XIX Google

De todos los motes que ha recibido Barcelona a lo largo de su historia, seguramente el de “Can Fanga” es todavía hoy el más popular, junto a “pixapins” (meapinos). Esta expresión, muy habitual en las comarcas gerundenses para referirse despectivamente a la capital, tendría en su origen en la urbanización del Eixample, cuando las calles estaban sin pavimentar y se enfangaban los días de lluvia.

El Eixample empezó a urbanizarse en 1860, pero sus calles tardarían décadas en dejar de ser tierra. Según Danae Esparza, autora del libro de referencia Barcelona a ras de suelo, el motivo fue la dificultad a la hora de encontrar el pavimento más adecuado, un debate que se prolongó durante años.

Muy pronto se comprobó que la piedra arenisca de Montjuïc, utilizada para empedrar las calles de la ciudad vieja, no daba buenos resultados con el tráfico intenso del Eixample. El Ayuntamiento buscó alternativas, ensayando con materiales diversos. Se importaron piedras extranjeras, una solución excesivamente cara para generalizarla.

Tampoco fueron satisfactorias las pruebas con asfalto natural o betún. En algunas zonas, como la ronda San Pedro y la calle Pelayo, incluso se experimentó con pavimentos de madera, muy criticados por su carácter deslizante.

Finalmente, en las calzadas del Eixample se acabaría optando, mayoritariamente, por el firme de macadam. Este pavimento, inventado en 1816 por el escocés John Loudon McAdam —al que debe su nombre— se hacía a partir de piedras machacadas.

De esta manera, y a diferencia de los otros apodos la expresión de Can Fanga la acuñaron los propios barceloneses de finales del siglo XIX cuando las calles de la ciudad todavía no estaban asfaltadas. Ildefons Cerdà a mediados del siglo XIX planificó la urbanización del Eixample, pero hasta que acabaron las obras pasaron décadas y la ciudad se convirtió en todo un fangal cuando llovía, entre que las calles no estaban asfaltadas y las obras, con las lluvias todo el barro bajaba por las calles de Barcelona hasta ir a parar al mar.