Oncología

La radiación de una TC aumenta un 16% el riesgo de desarrollar cáncer hematológico en niños

Un estudio multicéntrico e internacional a gran escala pone de manifiesto que, por cada 10 mil niños que se someten a una tomografía computacional, uno o dos desarrollaran cáncer de la sangre en los 12 años siguientes a la exploración

Más de un millón de niñas y niños europeos se someten cada año a un TAC
Más de un millón de niños se someten a un TAC cada año en Europa Jesus G. FeriaLa razon

La tomografía computerizada (TC) es un procedimiento con imágenes que puede proporcionar información clínicamente valiosa en lo que se refiere al tratamiento del paciente, tanto en lo relativo al diagnóstico, como a la planificación de la terapia y el seguimiento de la enfermedad, sin embargo conlleva una exposición a la radiación superior a la de las otras aplicaciones médicas, como la ecografía o la resonancia magnética.

Al respecto, cabe señalar que todos estamos expuestos a pequeñas cantidades de radiación que procede del suelo, las rocas, los materiales de construcción, el aire, el agua y el espacio exterior. Es lo que se conoce como radiación de fondo natural y, tomando ésta como referencia, la radiación de una TC craneal equivale a hasta 8 meses de la misma y una TC abdominal, a hasta 20 meses.

Pese a ello, más de un millón de niños se someten anualmente en Europa a tomografías computerizadas, las cuales contribuyen significativamente a la exposición media a la radiación per cápita en los países occidentales. De hecho, se conoce que la exposición a radiación ionizante en dosis moderadas a altas es un factor de riesgo de cáncer en general y de leucemia en particular, mientras que existe una mayor controversia acerca del riesgo asociado a la exposición de niños y adolescentes a dosis bajas, que son las características de la TC.

Así pues, aunque en los últimos años las dosis de radiación de los TC han disminuido de forma significativa, el uso generalizado de este procedimiento en las últimas décadas ha generado preocupación por sus efectos nocivos inducidos por la radiación, especialmente en niños y jóvenes por la mayor radiosensibilidad de sus órganos y tejidos en desarrollo y por su mayor esperanza de vida tras la exposición.

En este contexto, se acaban de publicar en la revista Nature Medicine los resultados de un estudio internacional (EPI-CT), el primero multicéntrico a gran escala, que confirma la existencia de una clara asociación entre la exposición a la radiación de las tomografías computerizadas en niños y adolescentes y un mayor riesgo de desarrollar un cáncer de la sangre.

Estudio de mayor envergadura

La cohorte de este estudio incluye a 876.771 personas que se sometieron al menos a un TC antes de los 22 años de edad en uno de los 276 departamentos de radiología de los nueve de hospitales participantes en Alemania, Bélgica, Dinamarca, España, Francia, Noruega, Países Bajos, Reino Unido y Suecia.

En todos los casos, se utilizó la información de los registros de dichos departamentos para reconstruir el historial de TCs y estimar en cada examen las dosis de radiación absorbida concretamente por la médula ósea por la incidencia de los cánceres hematológicos en la población infantil y por ser este tejido, responsable de la producción de células sanguíneas, muy sensible a la radiación, que a largo largo de la vida de una persona, induce mutaciones en el ADN de estas células, pudiendo provocar cánceres de sangre.

A continuación, los investigadores vincularon la cohorte con los registros nacionales y regionales de mortalidad y cáncer y de esta manera se pudo evaluar si los que desarrollaban un cáncer de sangre tendían a ser los que recibían dosis más altas de radiación. El seguimiento de los participantes en el estudio, coordinado por el Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer y financiado en gran medida con fondos europeos, se prolongó durante una media de 7,8 años.

Un claro riesgo asociado

Y los resultados del estudio EPI-CT tras un análisis liderado por el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), centro impulsado por la Fundación “la Caixa”, ponen de manifiesto que una dosis de 100 mGy1 aumenta el riesgo de desarrollar un cáncer hematológico por un factor de aproximadamente 3. Por lo tanto, este trabajo sugiere que, hoy en día, una TC, cuya dosis media en médula ósea es de unos 8mGy, aumenta ese riesgo en cerca de un 16%, lo que, en términos de riesgo absoluto, supone que, por cada 10 mil niños que se someten a una tomografía computacional, uno o dos desarrollan un cáncer hematológico asociado a la TC en los 12 años siguientes a la exploración

Ante esta confirmación del aumento del riesgo de cáncer asociado a dosis bajas de radiación, parece evidente que es importante evitar la exposición innecesaria a la misma y más por cuanto los datos del estudio sugieren que este riesgo es acumulativo a lo largo del tiempo, de manera que, en la medida de lo posible, es conveniente recurrir al uso de otros procedimientos alternativos de obtención de imágenes con menor radiación, como la ecografía o la resonancia magnética.

Sin embargo, a menudo existen afecciones médicas concurrentes crónicas, graves y incluso potencialmente mortales que son más críticas que la exposición a la radiación, de manera que cuando, tras valorar la relación beneficio/riesgo, se considere necesario y adecuado someter a un paciente a una TC, es imprescindible, más allá de una clara justificación clínica, garantizar que las dosis sean lo más bajas posibles para adquirir la información necesaria, que los protocolos se adapten al tamaño de los pacientes pediátricos y llevar a cabo una exploración de la zona indicada, evitando exploraciones múltiples.

En definitiva, tal y como concluye Elisabeth Cardis, jefa del Grupo de Radiación de ISGlobal y coordinadora del análisis, “el procedimiento debe justificarse adecuadamente -teniendo en cuenta las posibles alternativas- y optimizarse para garantizar que las dosis se mantienen lo más bajas posible, al tiempo que se mantiene una buena calidad de imagen para el diagnóstico”