Prevención
Las sillas con parasol no protegen a los socorristas de la radiación ultravioleta
Según los resultados de un estudio de Clinic-IDIBAPS, esta instalación no evita una excesiva exposición al sol, con el riesgo que ello conlleva para la salud, por ello es conveniente sustituirla por una cabina, como se ha hecho ya en las playas de Barcelona
Los expertos llevan años advirtiendo acerca de los riesgos para la salud de la exposición a la radiación ultravioleta, que se asocia con la incidencia de cáncer de piel melanoma y no melanoma. En la misma línea, insisten en la importancia de la prevención mediante el uso de cremas solares, ropa protectora y evitando la exposición a los rayos solares durante las horas de mayor intensidad.
Sin embargo, existen profesiones en las que los trabajadores realizan su actividad al aire libre, por lo que inevitablemente han de pasar muchas horas al día expuestos a la radiación ultravioleta y, en estos casos, es especialmente importante tomar las medidas de prevención adecuadas para evitar daños en la piel, que pueden acabar incluso desembocando en cáncer.
En este contexto, desde el Servicio de Dermatología del Clínic-IDIBAPS, donde en algunas ocasiones se han realizado revisiones cutáneas a los socorristas de las playas de Barcelona, se detectó que muchos de estos profesionales, que habitualmente son personas muy jóvenes, tenían signos de fotodaño e incluso, en algún caso, se llegó a diagnosticar cáncer de piel.
Por ello, en 2018, se puso en marcha un estudio para valorar las medidas de protección respecto a la radiación ultravioleta de las que entonces disponían estos socorristas, que básicamente se concretaban en una silla de vigilancia especialmente diseñada para esta función, la cual únicamente constaba de un parasol en la parte superior. "Esta sombrilla solo permite al socorrista estar a la sombra cuando el sol está más alto, en la perpendicular al suelo, y no siempre cubre todas las partes de su cuerpo. Además, ésta solo protege de la incidencia directa de los rayos solares, pero no del reflejo de los mismo en la arena, en el agua...", señala la doctora Susanna Puig, jefa del Servicio de Dermatología y del grupo de Melanoma: imagen, genética e inmunología del IDIBAPS.
Radiación excesiva
Así pues, los investigadores midieron la radiación a la que estaban expuestos los socorristas en cuatro puestos de trabajo diferentes, cada media hora desde las 10.45 y hasta las 19.15, durante cuatro días. A partir de esta información, se calcularon las dosis de eritemastosa (DEM), es decir la dosis de radiación ultravioleta necesaria para enrojecer la piel en las 24 horas siguientes a la exposición, la cual depende del tipo de piel, que se establece en función de la pigmentación vasal de la misma y de cómo ésta responde a la exposición al sol. Por ejemplo, en un fototipo I, la piel siempre se quema y nunca se broncea, mientras que en un fototipo 4, raramente se quema y se broncea fácilmente.
A partir de estos datos, los investigadores observaron que "en algunos casos, las dosis de radiación UV eran muy importantes", indica la doctora Puig. Así, en el puesto 3, los socorristas con fototipo II, desde su silla, recibieron 16,39 veces más de radiación de la necesaria para producir eritema o rojez en el brazo derecho. Es más, en los meses de junio y julio, se comprobó que a las 14 horas la dosis necesaria para producir enrojecimiento de la piel se alcanzó en solo 18 minutos.
"Vimos que en algunos casos llegaban a acumular 600 dosis eritematógenas, lo que es una burrada, porque son 600 quemaduras solares y se sabe que solo una quemadura, en la infancia y juventud, ya aumenta el riesgo de melanoma en la edad adulta", destaca la doctora Puig, quien al respecto señala que "estamos hablando de personas que normalmente son muy jóvenes y, por lo tanto, acumularán este daño durante más años y tendrán un tiempo de latencia que repercutirá". "Si me expongo a los 20 años, sigo acumulando radiación ultravioleta a lo largo de mi vida y además tengo más tiempo de latencia para hacer un cáncer de piel", explica.
Por lo tanto, este estudio confirma que, por aquellas fechas, los socorristas de las playas de Barcelona no estaban adecuadamente protegidos de la radiación ultravioleta y, por lo tanto, tenían un alto riesgo de excesiva exposición solar y de quemaduras solares. "Las sillas de las que estos profesionales disponían para protegerse de la radiación UV no eran efectivas", indica Puig, quien aplaude la decisión de sustituirlas por cabinas con cristales de protección a los rayos ultravioleta, algo que se llevó a cabo en 2021.
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