Ciencia

Los árboles también guardan la distancia de seguridad

Las ramas de las copas de los árboles no crecen sin control, sino que muchas veces dejan de extenderse cuando detectan la cercanía de otro árbol, trazando fronteras de cielo entre ellos

Fotografía de las fisuras de timidez entre las copas de un bosque de Dryobalanops aromatica, en Malasia.
Fotografía de las fisuras de timidez entre las copas de un bosque de Dryobalanops aromatica, en Malasia.Patrice78500Creative Commons

Al pensar en una selva nos viene a la cabeza un amasijo de ramas y hojas. Árboles entrelazados con otros árboles, enredaderas tejiendo verde sobre marrón y un techo prieto e imbricado. Un mundo donde no hay fronteras y lo vegetal parece un único y continuo manto que lo cubre todo. La imagen es preciosa, pero no es cierta.

Si algún día tuviéramos la suerte de viajar a la selva más tupida o al bosque más frondoso, podremos levantar la mirada para ver la poca luz que se filtra entre las copas.Entonces, lo más probable, es que nos sorprenda no encontrarnos rayos de luz dispersos, como constelaciones en la bóveda vegetal. Más que esa colección de puntos discretos es muy probable que veamos brechas de luz, grietas entre los árboles, fronteras que separan las ramas de uno de las de otros. Por algún motivo las copas se «respetan», no invaden su espacio personal. Es lo que se conoce en botánica como timidez.

Fisuras de timidez

Entre seres humanos, no siempre mantenemos la misma distancia. Según con quién hablemos o el tema que estemos tratando nuestro espacio personal puede cambiar de tamaño. La disciplina que estudia esto es la proxémica y aunque las diferencias son muchas, es curioso ver cómo un concepto que parece tan humano tiene su análogo en el mundo vegetal.

Las regiones más altas de los bosques y selvas, aquellas que comprenden las copas, son llamadas doseles arbóreos. Si los observamos desde el suelo veremos en muchas zonas lo que comentábamos antes: fisuras de timidez. Esto es algo que conocemos desde hace bastantes décadas y que ha sido estudiado formalmente desde mediados del siglo pasado. A fin de cuentas, es un hecho fácil de observar y realmente despierta la curiosidad pensar cómo es posible que los árboles se respeten de este modo.

Parece evidente que por el motivo que fuere no les conviene entremezclarse. Puede que porque las hojas de uno empezarían a ensombrecer las del otro, pero aquí la pregunta no es tanto el por qué, sino el cómo. Sabemos que las plantas son capaces de «oír» y algunas incluso de «ver» ¿Puede que esto juegue algún papel?

Pues lo cierto es que una de las hipótesis que se barajan podría verse relacionada con una especie de visión, si somos laxos al definirla. La información sobre la proximidad llegaría a las hojas de un árbol a través de radiación electromagnética de baja frecuencia que rebota en las hojas de los árboles cercanos. En otras palabras: luz infrarroja, no visible para nosotros. No es nada descabellado pensar de este modo teniendo en cuenta que la dirección en la que crecen los árboles está condicionada precisamente por la capacidad de sus fotopigmentos de detectar la incidencia del sol. Los fototropismos, que se llaman, son lo que hace que las zonas más bañadas por el sol crezcan menos, inclinando la planta hacia la luz por el crecimiento desigual de su tronco o sus ramas.

Fisuras de timidez en la Plaza San Martín (Buenos Aires), Argentina. Dag Peak - FlickrThe trees in Plaza San Martin Buenos Aires form interesting patterns River of BlueCC BY 2.0File:River of Blue.jpgCreado el: 6 de noviembre de 2003
Fisuras de timidez en la Plaza San Martín (Buenos Aires), Argentina. Dag Peak - FlickrThe trees in Plaza San Martin Buenos Aires form interesting patterns River of BlueCC BY 2.0File:River of Blue.jpgCreado el: 6 de noviembre de 2003Dag PeakWIKIPEDIA

Látigo cepa

No obstante, es posible que la respuesta sea mucho más sencilla que todo esto. Una de las hipótesis más defendidas olvida todos estos complejos procesos bioquímicos y se centra en un aspecto realmente mecánico e intuitivo. Cuando las copas de dos árboles crecen suficiente es esperable que sus ramas comiencen a tocarse. A esa imagen mental solo tenemos que sumarle una cosa: viento. El viento abanea las ramas más o menos en función de la especie. Y el tipo de madera no solo condiciona cuánto y cómo se doblarán las ramas, sino lo que sucederá cuando estas choquen. Hay maderas más quebradizas, como la de los pinos, y otras tan flexibles que prácticamente pueden utilizarse como un látigo, como el avellano. El cimbreo constante de las ramas acabaría tronzando a las más rígidas. Algo así como una poda por contacto. Suena bien, la verdad. Elegante, sencillo e intuitivo. Aunque claro, si esta explicación no tuviera inconvenientes no habríamos dicho que el origen de las fisuras por timidez sigue siendo una incógnita.

Si todo esto fuera cierto sería de esperar que encontráramos más fisuras por timidez en las zonas más ventosas o en los árboles más rígidos. Es cierto que precisamente son los pinos, castaños o árboles del hierro algunos de los que presentan con más frecuencia estas fronteras en el dosel, pero tampoco existe una correlación perfecta y, lo que es más importante, no parece guardar relación con la fuerza del viento.

Esta hipótesis, la llamada explicación por abrasión mecánica, sigue siendo posiblemente la mejor que tenemos para explicar los hechos, pero a sus críticas se suma una más. Parece ser que otro de los factores que determinan si dos árboles van a mantener una fisura por timidez es su especie. Normalmente surgen entre plantas conespecíficas, esto es, de la misma especie. Por un lado, con este dato podemos apuntar a que efectivamente es un intento de evitar competir con tus iguales y a pesar de ello poder imponerse a un rival. Sin embargo, si la rigidez de las ramas fuera la clave, dos árboles de distinta especie con igual dureza deberían mostrar la misma tendencia a presentar fisuras por timidez que dos conespecíficos, y eso es algo que tampoco coincide con la realidad.

Sea como fuere, tiene que haber alguna explicación suficientemente robusta que de respuesta al extraño teselado del dosel arbóreo y antes o después daremos con ella. Mientras tanto conviene mantener la pregunta en nuestra cabeza. ¿Qué lleva a la selva a discretizar su superficie en lugar de tejerse como una lona?

QUE NO TE LA CUELEN:

  • Que las copas de los árboles respeten ciertas fronteras trazadas entre ellas no implica que tengan conciencia ni buena voluntad de ningún tipo. Será un proceso posiblemente mecánico y sencillo que se aprovecha de la geometría de los diagramas de Voronoi, que dan forma a diaclasas, células y todo tipo de estructuras no conscientes.

REFERENCIAS (MLA):

  • Goudie, James W. et al. "An Empirical Model Of Crown Shyness For Lodgepole Pine (Pinus Contorta Var. Latifolia [Engl.] Critch.) In British Columbia". Forest Ecology And Management, vol 257, no. 1, 2009, pp. 321-331. Elsevier BV, doi:10.1016/j.foreco.2008.09.005. Accessed 8 July 2020.
  • Putz, Francis E. et al. "Mechanical Abrasion And Intercrown Spacing". American Midland Naturalist, vol 112, no. 1, 1984, p. 24. JSTOR, doi:10.2307/2425452. Accessed 8 July 2020.
  • Rebertus, Alan J. “Crown Shyness In A Tropical Cloud Forest”. Biotropica, vol 20, no. 4, 1988, p. 338. JSTOR, doi:10.2307/2388326. Accessed 8 July 2020.