Espacio
No mires arriba: el asteroide del próximo martes tampoco nos destruirá
Ésta es la historia de Pedro y el lobo en su versión más astronómica, un cuento de titulares ambiguos y monstruos de ficción
¿Te imaginas un titular diciendo que el próximo martes un acorazado ruso se acercará a Madrid? Siendo una capital de interior no parece tener mucho sentido, porque la costa más cercana está a casi 400 kilómetros. Sin embargo, insisto: el próximo martes un acorazado ruso se acercará a Madrid y lo sabemos porque en Kaliningrado se encuentra la Flota del Báltico Doble Bandera Roja de la Marina Imperial Rusa, a unos 3000 kilómetros de Madrid. Y sí, eso es cerca, al menos ha de serlo a juzgar de cómo se redactan las noticias de asteroides. Es más, podríamos decir que es incluso “extremadamente cerca”.
El motivo es sencillo, cada cierto tiempo la astronomía llega a todos los titulares e informativos y casi siempre es de la mano de un supuesto asteroide destructor de mundos que pasará “muy cerca” de la Tierra. El último caso es el de (7482) 1994 PC1, un asteroide que, según los medios, pasará próximo a nuestro planeta el martes de la semana que viene. Pero si te parte la tarde que el fin del mundo caiga en martes 18, no te preocupes, porque no hay de qué temer. La distancia a la que se espera que pase es de 1,9 millones de kilómetros. Y, como es difícil hacerse una idea de distancias tan grandes… ¿por qué no lo comparamos con el acorazado de antes?
Una cuestión de medida
El asteroide en cuestión mide en torno a 1 kilómetro de diámetro (no demasiado). Si tuviera el tamaño de un acorazado ruso, esos casi dos millones de kilómetros de distancia se convertirían en 136800 kilómetros. Dicho de otro modo: si este asteroide pasará cerca por aproximarse a 1,9 millones de kilómetros, el acorazado de Kaliningrado, a 3000 kilómetros es como si estuviera en la puerta de nuestra casa. De hecho, el barco ruso podría estar a un tercio de camino entre la Tierra y la Luna y seguiríamos pudiendo decir que está cerca de Madrid. Tal vez con esta comparación nos demos cuenta de lo absurdos que suenan estos titulares, que lo que buscan, presuntamente, es sembrar cierta inquietud apocalíptica.
Su trayectoria está bien controlada, medida con precisión y avanza según lo esperado. No existe el menor riesgo de colisión. Pero para ser completamente sinceros, aclaremos que, en ciencias fácticas, como la física y la biología, no podemos hacer afirmaciones tan categóricas, pero cuando el riesgo es tan bajo como lo es en este caso, podemos decir que, en la práctica, es cero. Dicho de un modo más ilustrativo: técnicamente existe una probabilidad mayor que cero de que toda la humedad de tu alrededor se condense en un cubito de hielo frente a ti, espontánea y súbitamente. Sin embargo, la probabilidad es tan ridículamente baja que podemos asumirla como nula hoy, mañana y en lo que le queda de “vida” a nuestro universo tal y como lo conocemos. Aclarado el inexistente peligro, hablemos de la roca espacial de nombre impronunciable.
Rocas gigantes espaciales
Para el gran público, un asteroide es una roca espacial gigante, y no es que vayan muy desencaminados. El problema está cuando se confunden con meteoroides (más pequeño), cometas (con cola y mayormente helados) y otros objetos menores de nuestro sistema solar. Si nos limitamos a la etimología, asteroide significa algo así como “semejante a una estrella”. Y aunque de cerca no haya parecido alguno, desde la Tierra, telescopio en ristre, un asteroide suficientemente grande y cercano se verá como un punto de luz, pero con un movimiento extraño. No se mueve a la vez que las estrellas, así que podríamos decir que, si bien se parece a una estrella, serlo no lo es. Asteroide es un nombre más que adecuado.
Por otro lado, tampoco parece moverse como el resto de los planetas y, con el tiempo, descubrimos que se trataba de grandes rocas que comprendían tamaños muy variados, entre las pocas decenas de metros y los casi mil kilómetros. La mayoría de estos objetos, rocosos o metálicos, se encuentran en el cinturón de asteroides que hay entre la órbita de Marte y la de Júpiter, sin embargo, unos pocos como (7482) 1994 PC1 tienen órbitas bastante independientes que tardan años en cruzarse con la nuestra. En el caso de nuestro visitante del martes, su periodo es de 47 años,por lo que volverá a los titulares en el lejano 2069, centenario de la llegada a la Luna y, posiblemente, un año que vendrá cargado de conspiraciones, exageraciones y por qué no, conatos de apocalipsis.
QUE NO TE LA CUELEN:
- La próxima vez que veas una noticia sobre un asteroide potencialmente peligroso (sea del medio que sea), sigue estos pasos para verificar la información:
- Busca enlaces a fuentes oficiales en las noticias generalistas más antiguas. Por suerte, Google tiene una búsqueda avanzada que nos ayuda a filtrar las noticias según cuándo fueron publicadas.
- Entra en la página principal de la NASA y comprueba si han escrito algún artículo sobre el supuesto impacto o, aunque solo sea, que hable sobre el asteroide, meteoroide o cometa en discordia (https://www.nasa.gov/).
- Finalmente, y para quedarte totalmente tranquilo, entra en el Sentry de la misma NASA y asegúrate de que los datos que la prensa está dando son correctos, incluyendo la verdadera probabilidad de impacto (https://cneos.jpl.nasa.gov/sentry/).
REFERENCIAS (MLA):
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