Espacio
Guía para comprobar si un asteroide destruirá tu planeta próximamente (te adelantamos que NO)
De vez en cuando la prensa se llena de titulares sobre el posible impacto de un asteroide, no obstante, suelen ser falsos. Aquí te enseñamos cómo comprobarlos tú mismo.
Es posible que hayas leído acerca de un asteroide que, según la NASA, destruirá nuestro planeta el 6 de mayo de 2022. La noticia ha dado la vuelta a todo el ecosistema mediático nacional e internacional (nosotros mismos hemos publicado una noticia al respecto). Sin embargo, es todo un bulo. A los más aficionados a la ciencia es posible que esto no les sorprenda demasiado. Los titulares protagonizados por asteroides apocalípticos a punto de chocar con la Tierra son tristemente frecuentes y cada pocos meses aparece alguno.
Por supuesto, huelga decir que todos esos vaticinios del pasado fallaron, seguimos aquí y aquellas colisiones, o no sucedieron, o se consumieron a medida que atravesaban la atmósfera, o simplemente no tenían un tamaño significativo. En este caso ocurrirá lo mismo con 2009 FJ1, llegará el 6 de mayo de 2022 y pasará de largo sin rozarnos siquiera. Pero, entonces ¿cómo es posible que la NASA falle tanto con sus alertas? La respuesta es sencilla: la NASA no suele tener nada que ver con estas noticias, aunque tienda a aparecer en ellas.
“Lo dice la NASA”
Si algo lo dice la NASA, automáticamente suena bastante mejor y más creíble, hay que reconocerlo. Este efecto se conoce como “falacia de autoridad” y por mal que suene no siempre se utiliza de forma voluntaria. El peligro de estas noticias es ese, precisamente. Que no hay voluntariedad de engañar tras ellas, sino presión por publicar lo que muchos otros medios ya están publicando. Esto no es exculpatorio, pero ayuda a entender cómo se propagan estas noticias, desde los tabloides extranjeros hasta nuestra prensa, y posteriormente de un medio español a otro.
Si uno bucea en los medios rastreando el artículo original encuentra una falta de enlaces que deberían hacernos sospechar. Aquello que dice la NASA no suele aparecer correctamente referenciado, pero ¿y si fueron declaraciones hechas por un experto en privado? Podría entenderse la falta de enlaces y la necesidad de que unos se hicieran eco de otros, pero aquí está el problema, porque la NASA debe hablar como agencia, sus expertos, de forma individual (ya sean empleados, colaboradores, etc.) no tienen potestad para afirmar tales cosas con seguridad.
Hablamos de una colisión que podría acabar con nuestra especie, según aseguran algunos titulares. Sería un verdadero escándalo que, teniendo esta información y siendo vox populi, la NASA no diera (ni hubiera dado ya) una rueda de prensa o hubiera emitido un comunicado oficial para aclarar las cosas sobre una catástrofe de proporciones astronómicas. Pero ¿y si sí lo ha comunicado y no estoy siendo capaz de encontrarlo en internet? Por suerte, esto es extremadamente fácil de comprobar, solo hay que saber dónde buscar y aquí os dejamos los enlaces adecuados.
Cuando hablamos de un asteroide que podría acabar con la Tierra tal y como la conocemos, no deberíamos tener que buscar demasiado para encontrarnos con la noticia, es algo que conviene poner en primera plana de una agencia espacial como la NASA (que teóricamente ha dado la noticia). Por ese mismo motivo, lo más rápido y sencillo es entrar en la web de la NASA y ver las noticias que destacan en ella. Si entre los primeros artículos ninguno habla del dichoso asteroide, lo más probable es que no exista peligro alguno y que, por supuesto, la NASA no haya tenido nada que ver con la alerta. En el caso de 2009 FJ1, esto es lo que sucede, ningún organismo oficial parece haber dicho lo que la prensa comenta.
Así que, por ahora, los pasos para comprobar que una de estas noticias sea falsa se basan en buscar la falta de enlaces a comunicados oficiales en los artículos de la prensa generalista y en comprobar que la NASA no haya publicado nada en la primera página de su web. Si estas dos búsquedas no ofrecen resultados, podremos estar bastante seguros de que la noticia sea falsa, pero si pretendemos ser extremadamente precavidos podemos llevarlo al siguiente nivel, podemos buscar los datos que la NASA tiene sobre el asteroide y entender qué significa exactamente eso de “potencialmente peligroso”.
Los asteroides más preocupantes ni siquiera lo son tanto
Entre las muchas y muy variadas cosas de las que se ocupa la NASA, una de ellas resulta ser la vigilancia de los cuerpos menores del sistema solar (asteroides, meteoroides, cometas, etc.) Hace unos meses dedicamos una hora de Noosfera, el podcast científico de La Razón, a hablar de ello con Pablo Santos, experto en estos objetos astronómicos.
Esta labor de vigilancia es totalmente transparente y, de hecho, existe una página web de la propia NASA donde podemos comprobar los datos de los cuerpos menores que más posiblemente puedan chocar con nosotros. No obstante, aquí hay implicadas ciertas cuestiones semánticas, porque que sean los que más papeletas tengan de chocar no quiere decir que estas sean demasiadas. En cualquier caso, ante la duda, consultar esta web es una buena idea.
En ella podemos ver que, efectivamente, 2009 JF1 ocupa el quinto puesto en la tabla, pero esto no significa que sea el más destructivo. Se ordenan según la escala de Palermo, que valora el riesgo de impacto de estos objetos, no el daño que puedan causar. De hecho, la clave para considerar a uno de estos cuerpos como potencialmente peligroso depende de estos dos factores. Potencialmente significa que, por poder, pueden chocar (se espere que lo hagan o no). Un huevo es un pollito en potencia, pero lo más probable es que termine convirtiéndose en una tortilla. En estos casos ocurre algo parecido.
El primero de los requisitos es que el cuerpo en cuestión ya sea un asteroide, meteoroide o un cometa, vaya a pasar a menos de 0,05 unidades astronómicas de la Tierra. Dicho en kilómetros y sabiendo que una unidad astronómica equivale a la distancia entre la Tierra y el Sol, estamos hablando de 7.500.000 kilómetros. Casi como dar 190 vueltas a nuestro planeta rodeándolo por el ecuador, o como ir y volver 10 veces a la Luna, que no es poco.
La segunda condición es su magnitud absoluta (H), que es algo más difícil de entender. Básicamente, es una forma de clasificar el tamaño de los objetos en función de su brillo. Concretamente para saber cuál sería su luminosidad si estuvieran a 10 parsecs de la Tierra (aproximadamente 31.000.000.000.000 de kilómetros) y no hubiera nada que apantallara la luz entre ellos y nosotros. La magnitud absoluta mínima para considerar a un objeto como potencialmente peligroso es 22 H. Transformar esto en metros es algo más complicado porque depende de la composición de la superficie del objeto y cuánta luz rebote en él, pero imaginando que refleje el 15% que le llegue, 22H equivaldrían a algo menos de 100 metros de diámetro.
Esta medida, sin embargo, no es una estimación perfecta. En el caso del 2009 JF1 su magnitud absoluta es de 27, pero su diámetro es de 13 metros (no 130, como se indica en algunos medios) De hecho, estos datos pueden comprobarse en el mismo enlace de Sentry de la NASA. Estos conceptos los detallamos hace algunos meses en otro artículo llamado “La gran mentira del asteroide potencialmente peligroso” y que ayuda a profundizar en este tema. No obstante, todos estos detalles son solo orientativos. Lo que realmente nos interesa de esta tabla es otra información, un único dato que nos dará todas las pistas sobre la verdadera posibilidad de que el cuerpo menor en cuestión choque con nosotros.
Una mala apuesta
Una de las columnas reza “Impact Probability”, que significa “probabilidad de impacto”. A grandes rasgos y omitiendo los detalles, podemos intuir que nos indicará cómo de posible es que se produzca el choque. El problema es que los números se presentan de una forma extraña que puede confundirnos en un primer momento. Por ejemplo, en el caso de 2009 JF1 indica que la probabilidad de impacto es de 2.6e-4. Se trata de una manera de escribir los números cuando estos son realmente minúsculos y que conocemos como “notación científica”. Para convertirlo en un número legible de los de toda la vida solo necesitaremos correr la coma del primer número a la izquierda tantos puestos como indique después de la “e” con ese número negativo. En este caso 2,6e-4 (la coma de los decimales es un punto para los americanos) se convertiría en 0,00026. Con perdón: una verdadera birria.
Dicho de otro modo, 0,00026 posibilidades de impacto frente a 1, que en porcentaje es un 0,026%. Una posibilidad frente a casi 4.000. O si le damos la vuelta: la posibilidad de que el dichoso 2009 JF1 no impacte con nuestro planeta es de 99,974% Con los números en la mano, centrar la noticia en que pude impactar es hacer una apuesta realmente arriesgada.
Y hay más, porque si recordamos su tamaño (apenas 13 metros) podemos deducir que, por mucho que choque con nuestro planeta, lo más probable es que sobreviva a su paso por la atmósfera. El rozamiento producido por el aire, así como las enormes presiones a las que somete a al aire que lleva por delante en su caída, contribuyen a deteriorar su cuerpo y, con ese tamaño, raro sería que quedara algo íntegro antes de llegar a la superficie terrestre. Algo que dependerá en parte de la composición del cuerpo, así como de su velocidad y del ángulo con el que entre en nuestra atmósfera (lo cual puede verse simulado, con extrema simplicidad en esta web). Esto hace que el impacto tal y como popularmente lo entendemos sea incluso más improbable que ese 0,0026% del que hablamos antes.
Así que podemos estar realmente seguros de que ni la Tierra ni la humanidad serán destruidas el 6 de mayo de 2022, al menos no por 2009 JF1, ni por otro objeto astronómico, porque las previsiones de las agencias espaciales van 100 o 150 años por delante, y en ese tiempo, no parece que ninguno de los meteoroides, asteroides y cometas que conocemos vayan a cruzarse en nuestro camino. Y aunque parezca un calculo complejo de hacer (y lo es) recordemos que sabemos resolverlo y tenemos ordenadores para los cuales prever estas cosas no supone una gran dificultad. Ya hace décadas que las agencias espaciales calculan cómo avanzarán determinados cuerpos astronómicos en sus órbitas para aprovecharlos en su beneficio. Son las llamadas asistencias gravitatorias y consisten en hacer que una sonda (por ejemplo) orbite en torno a varios planetas para “robarles” algo de velocidad y así acelerar su viaje. Tienen que saber exactamente dónde estarán estos planetas cuando la sonda llegue a ellos y para hacer estas carambolas de billar cósmico se requieren unos modelos realmente precisos.
En definitiva: podemos estar tranquilos y ocuparnos de peligros más reales para nuestra supervivencia, como la pandemia que estamos viviendo, las bacterias multirresistentes a antibióticos, el cambio climático o la pérdida de biodiversidad.
QUE NO TE LA CUELEN:
REFERENCIAS (MLA):
- Glossary. Cneos.jpl.nasa.gov. https://cneos.jpl.nasa.gov/glossary/PHA.html. Published 2020. Accessed April 7, 2020. https://cneos.jpl.nasa.gov/glossary/PHA.html
- “National Aeronautics And Space Administration”. NASA, 2021, https://www.nasa.gov/.
- “Sentry: Earth Impact Monitoring”. Cneos.Jpl.Nasa.Gov, 2021, https://cneos.jpl.nasa.gov/sentry/.
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