Paleontolgía

El tiranosaurio era “uno y trino”: La última gran polémica

Un nuevo estudio sugiere que el tiranosaurio no era una especie, sino tres, pero la comunidad de paleontólogos ha encontrado grandes problemas en esta hipótesis

USA4211. NUEVA YORK (NY, EEUU), 06/10/2020.- Fotografía cedida por Christie's donde aparece Stan, de nombre científico BHI 3033, un esqueleto de Tiranosaurio rex de casi cuatro metros de alto y otros doce desde la cabeza a la última vértebra de la cola, procedente del Instituto de Investigación Geológica Black Hills en Dakota del Sur, que logró un récord de venta durante una subasta de esta casa este martes por la noche en Nueva York. El T. Rex Stan, bautizado con ese nombre en honor a su descubridor, el paleontólogo Stan Sacrison, arrasó este martes en una subasta celebrada por Christie's en Nueva York, donde alcanzó un precio de 31,8 millones de dólares, quintuplicando su precio estimado. EFE/Christie's /SOLO USO EDITORIAL /NO VENTAS /CRÉDITO OBLIGATORIO A CHRISTIE'S
USA4211. NUEVA YORK (NY, EEUU), 06/10/2020.- Fotografía cedida por Christie's donde aparece Stan, de nombre científico BHI 3033, un esqueleto de Tiranosaurio rex de casi cuatro metros de alto y otros doce desde la cabeza a la última vértebra de la cola, procedente del Instituto de Investigación Geológica Black Hills en Dakota del Sur, que logró un récord de venta durante una subasta de esta casa este martes por la noche en Nueva York. El T. Rex Stan, bautizado con ese nombre en honor a su descubridor, el paleontólogo Stan Sacrison, arrasó este martes en una subasta celebrada por Christie's en Nueva York, donde alcanzó un precio de 31,8 millones de dólares, quintuplicando su precio estimado. EFE/Christie's /SOLO USO EDITORIAL /NO VENTAS /CRÉDITO OBLIGATORIO A CHRISTIE'SChristie'sAgencia EFE

¿Y si el tiranosaurio fueran tres especies diferentes? Eso es lo que propone el último estudio de una larga lista que comenzó allá por el 1892, cuando Edward Drinker Cope encontró parte de una extraña vértebra. No obstante, como la paleontología estaba muy verde por aquel entonces, Edward no terminó de comprender hasta qué punto estaba haciendo historia. No en bano, Gideon Mantel había identificado al primer dinosaurio (un iguanodon) poco antes, en 1822 y Richard Owen acuñaría el término tan solo 20 años después. Lo que Edward tenía en su mano no era otra cosa que el primer resto encontrado de un tiranosaurio, el icono de la paleontología, la mole de dientes que acabaría encandilando a medio mundo con la saga Jurassic Park. El buen doctor, aunque sabía tanto como en aquella época se podía saber, bautizó al propietario de la vértebra como Manospondylus gigas, lo cual significaba, simplemente “vértebra fina gigante”. Hasta 1912, Henry Fairfield Osborn no la identificó como Tyranosaurus rex (rey gigante de los lagartos) y, en este siglo y pico que ha pasado, nuestra imagen mental del animal ha sufrido todo tipo de cambios.

Si pudiéramos hacer una secuencia con todas las reconstrucciones que una vez se hicieron del tiranosaurio, veríamos cómo, en nuestra imaginación, su postura ha pasado de estar tan erguida como la de un canguro, a tener su espalda casi paralela al suelo para, finalmente, llegar actualmente a un punto intermedio. Su cráneo también se ha ido adaptando a la nueva evidencia, desde unos primeros dibujos donde lucía un morro relativamente chato, a su actual hocico, poderoso y largo. Quedan muchas cuestiones por contestar, por supuesto: ¿era cazador o carroñero?, ¿tenía plumas como sus parientes más pequeños? Y con todo esto pretendo llegar a un punto clave: conozcamos mejor o peor al “rey de los lagartos”, de lo que no cabe duda es de que la comunidad se ha esforzado. Sin embargo, un grupo de tres paleontólogos ha publicado recientemente una investigación donde sugieren que el tiranosaurio no era una especie, sino tres, pero que (según ellos), la comunidad no se había dado cuenta porque apenas le ha prestado atención a esa posibilidad. La polémica está servida.

El rey, la reina y el emperador

El estudio culpable de la polémica ha sido publicado en la revista Evolutionary Biology, y los tres autores son Gregory S. Paul, W. Scott Persons IV & Jay Van Raalte. En él, relatan cómo han analizado 37 especímenes de Tyranosaurus rex y tratan de dar una explicación a las diferencias en sus dentaduras y a la amplia variabilidad de tamaños y grosores que han encontrado en sus huesos. Hasta ahora se ha asumido que había tiranosaurios más robustos que otros, pero que todos eran parte de la misma especie, solo que tal vez no tenían la misma edad, o eran de diferente sexo. Sin embargo, los investigadores de este estudio rechazan de plano esa explicación; para ellos las diferencias entre juveniles y adultos o entre machos y hembras no podrían explicar las diferencias que han detectado. Su propuesta, en cambio, se basa en la antigüedad de los fósiles.

Sabemos que la especie del Tyranosaurus rex sobrevivió, al menos, durante 1 millón de años. No es descabellado pensar que, durante ese tiempo, pudiera haber dado lugar a varias especies distribuidas en diferentes regiones, por ejemplo. De hecho, esa es una especulación que la comunidad de paleontólogos lleva tiempo planteando. Teniendo esto en cuenta, los autores del estudio proponen que existieron varias “cronoespecies”, ya que los restos encontrados en los sedimentos más antiguos parecen tener unas proporciones diferentes a los más modernos, que a su vez se dividirían en dos grandes grupos en función de su aspecto. Así pues, han dividido la especie en tres. Los restos antiguos pertenecerían, según ellos, a una especie que han bautizado Tyranosaurus imperator (emperador tirano de los lagartos). Los más recientes podrían separarse en una especie más robusta que mantendría el nombre de Tyranosaurus rex, y una “versión” relativamente grácil que pasaría a llamarse Tyranosaurus regina (reina tirana de los lagartos).

Los dinosaurios desaparecieron hace 66 millones de años. El mundo se recuperó, pero durante diez millones de años la mayoría de los ecosistemas fueron poco diversos y sus habitantes eran de pequeño tamaño, los descendientes directos de los supervivientes de la catástrofe. Sólo después de ese tiempo, con la llegada del Máximo Térmico del límite Paleoceno-Eoceno, algunos grupos lograron romper el bloqueo y diversificarse.
Los dinosaurios desaparecieron hace 66 millones de años. El mundo se recuperó, pero durante diez millones de años la mayoría de los ecosistemas fueron poco diversos y sus habitantes eran de pequeño tamaño, los descendientes directos de los supervivientes de la catástrofe. Sólo después de ese tiempo, con la llegada del Máximo Térmico del límite Paleoceno-Eoceno, algunos grupos lograron romper el bloqueo y diversificarse.David Monniaux

La crítica

Para hacer reclasificar uno de los dinosaurios más estudiados de la historia y describir dos especies nuevas hay que estar hecho de una pasta especial, eso seguro. Solo con eso, la comunidad de paleontólogos ya habría entrado en el debate para cuestionar el grado de rigurosidad del estudio y, así, saber cómo de especulativa era la propuesta. Sin embargo, los investigadores han añadido un poco más de leña al fuego y han lanzado a los medios declaraciones como que “Durante más de un siglo, el Tyranosaurus rex ha sido una papelera taxonómica”. Sostienen, por lo tanto, que no se ha estudiado como es debido y nos recuerdan que solo contamos con las herramientas y los especímenes suficientes desde finales del siglo XX. Ahora bien… ¿Qué hay de cierto en esto?

Resulta que una de las voces que más se ha opuesto a este estudio es la del paleontólogo Thomas D. Carr, un experto que publicó hace tan solo dos años el estudio más completo de la historia sobre las características morfológicas del tiranosaurio. En aquel estudio analizaba 44 especímenes en los cuales identificó 1850 características morfológicas con las que pudo trazar una serie del crecimiento que experimentaban los tiranosaurios durante su vida. Eso significa que conoce bien los fósiles a los que Paul, Scott y Raalte hacen referencia y no solo eso, sino que es uno de los mayores expertos en el crecimiento de estos animales, por lo que cuando dice que las variaciones sí pueden ser explicadas en buena medida por la edad y el sexo, no está hablando por hablar.

Sí, pero no

Una de las críticas más duras que ha recibido este polémico estudio se centra en que varios de los cráneos que analizaron no encajaban con ninguna de las tres especies que ellos mismos habían definido. Como decíamos antes, la comunidad no niega que pudiera haber varias especies de tiranosaurio, lo que cuestiona es que sean estas. Las variaciones descritas hasta ahora podrían deberse a lo que ya hemos comentado, pero también hay un buen margen de variabilidad entre individuos de la misma edad y el mismo sexo.

El caso de los seres humanos es extremo, en parte por nuestra amplia distribución geográfica, pero podemos compararlo con una versión moderada de nuestras diferencias, por las que hay personas más altas y bajas, más corpulentas y más espigadas, etc. Estas diferencias surgen, en parte, porque una misma especie se enfrenta a entornos ligeramente diferentes y se adapta a ellos. Cuando estos cambios son pocos no consideramos que se trate de una especie diferente, ni siquiera de una nueva subespecie, simplemente son parte de la variabilidad. Sea como fuere, parece que casi todos los expertos coinciden en que la propuesta es muy aventurada y que, por ahora, no cuenta con las pruebas necesarias para tomársela demasiado en serio. Puede que en un futuro se encuentren los restos de esas otras especies de tiranosaurio, quizá respondan a los criterios del equipo de Paul y, con suerte para ellos, decidirán recuperar aquel cuento de fantasía sobre el rey, la reina y el emperador.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • Dejando a un lado las pertinentes críticas sobre el contenido de la investigación, hay una sobre la forma que se ha dejado leer bastante en redes sociales. En ella se critica la elección de los nombres y que con ellos se perpetúen los estereotipos de “damas frágiles” al atribuirle a los ejemplares menos corpulentos el nombre científico de Tyranosaurus regina (reina tirana de los lagartos). El argumento de peso, en este caso, es que no solo coincide con los prejuicios que tenemos sobre hombres y mujeres, sino que es contrario a lo que sabemos de los tiranosaurios, ya que, en esta especie, la hembra era más grande que el macho. Sin embargo, esta última parte de la crítica probablemente esté equivocada. Aunque se ha especulado mucho sobre la diferencia de tamaños entre tiranosaurios machos y hembras, solo hemos podido identificar una hembra (Sue) de entre todos los restos conocidos, por lo que no podemos sacar conclusiones. De hecho, si tuviéramos que guiarnos por los parientes cercanos del tiranosaurio, la conclusión sería que, posiblemente, el macho fuera mayor que la hembra.

REFERENCIAS (MLA):