Bulos

Los 5 mitos sobre tu cerebro que posiblemente te has creído

Fantasear con nuestro cerebro sobre nuestro cerebro es atractivo, pero ha popularizado un buen número de errores

Cerebro humano visto en un corte sagital (izquierda) y desde abajo (derecha) Dibujos de Johannes Sobotta hechos en 1909
Cerebro humano visto en un corte sagital (izquierda) y desde abajo (derecha) Dibujos de Johannes Sobotta hechos en 1909Johannes SobottaCreative Commons

A todo el mundo le interesa cómo funciona su cerebro, aunque solo sea un poco. Sabemos que tenemos, emparedada en nuestro cráneo, una masa pesada y gelatinosa de casi un kilo y medio. Sabemos que ese amasijo de neuronas tiene que ver con nuestro pensamiento y que, de él, interactuando con el entorno y con el resto de nuestro cuerpo, emerge el lenguaje, la atención, la memoria… lo que nos hace humanos. Llevamos siglos buscando respuestas y, por fin, ahora el cerebro tiene las herramientas para estudiarse a sí mismo y, con suerte, responder a algunas de ellas. Sin embargo, es tan complejo entender su funcionamiento y tan atractivo hablar sobre él, que no pocos “charlantes” profesionales deciden saltarse los primeros pasos y pasar directamente a ese en el que pueden vender sus fantasías sobre el inquietante cerebro humano.

A esto se suma que, durante las últimas décadas, el conocimiento del cerebro se ha revolucionado y, lo que hasta hace poco pensábamos que era estrictamente cierto, ya lo hemos descubierto como falso. Entre fantasías y anacronismos, las redes sociales se nutren de memes, retos y reflexiones incorrectas, las radios dan entrevistas a coaches que no han abierto un libro de neurociencia en la vida, a psicólogos que no saben de neurociencia y neurocientíficos que no saben de psicología. Por eso mismo, de entre todas las historias para no dormir que se escuchan en los mentideros, hemos seleccionado cinco especialmente populares.

1 - Cerebro reptiliano

Nos gusta el número tres. Quienes se dedican a contar historias saben que funciona muy bien e incluso le han llamado “regla del tres” a la recomendación de usar listas de tres elementos donde el tercero rompa una serie, por ejemplo. Platón ya dividía el alma humana en tres partes y, por qué no, ha habido quien confundió el cerebro con un tríptico. Es muy popular esa división que plantea que el cerebro son tres estructuras muy diferenciadas evolutiva y anatómicamente: un cerebro reptiliano primitivo y responsable de nuestros impulsos más básicos, un cerebro mamífero amoroso y propio de los padres preocupados por el cuidado de su prole y, finalmente, el neocórtex que asocian exclusivamente a lo humano y que nos permite pensar, contener nuestros impulsos, etc.

La evolución no funciona así, por capas, sino modificando, por eso las divisiones anatómicas tampoco están tan claras. Y, aunque el tronco del encéfalo mantiene funciones básicas como la respiración, llamarle cerebro y o reptiliano parece propasarse en todos los sentidos. El mamífero podría coincidir con lo que históricamente se ha llamado sistema límbico, pero la poca definición de algunas de sus estructuras ha hecho que, ahora, muchas voces desaconsejen el uso de ambos términos, aunque sobre todo del primero, porque de exclusivamente mamífero tiene bien poco.

El neocórtex tampoco es único de los humanos y no es necesario para que exista contención y pensamiento, es solo otra forma de estructurar la corteza cerebral que parece tener ventajas. En resumen, que es un mito inventado por Paul D. MacLean y popularizado por el incauto Carl Sagan, que patinaba frecuentemente en neurociencia porque, en fin… nadie es perfecto.

2 - ¿Eres derecho o izquierdo?

Todos hemos visto esas imágenes que giran sobre sí mismas de un modo ambiguo. Suelen ir acompañadas de un texto diciendo que si la ves girar hacia tal o cual lado, tu cerebro será izquierdo o derecho. Hablan de dominancia de una mitad de tu cerebro (hemisferio) sobre el otro, pero todo lo que tenía de científico lo perdió hace décadas. El motivo por el que esta afirmación triunfa tanto es que resuena con los atractivos horóscopos, que te dicen a qué categoría perteneces y te regalan los oídos con halagos difusos y críticas indulgentes.

En este caso, es cierto que algunos científicos siguen hablando de dominancia hemisférica, pero no porque un lado supere al otro, sino porque no todos tenemos el cerebro “del derecho” como quien dice. Aunque la mayoría tenemos las partes más importantes para el lenguaje en el lado izquierdo, algunos las tienen en el derecho, y como son de las estructuras que mejor conocemos, suele decirse que indican la dominancia. Y repetimos, no porque se impongan a la otra mitad, sino porque muchos estudios se enfocaban a las funciones lingüísticas y debían tener en cuenta esas diferencias entre los sujetos de estudio.

La clave está en que podemos hablar de lateralidad, de que algunas funciones se concentran más en un lado del cerebro o en el otro, pero que no por ello tienen más o menos peso. De hecho, ni siquiera podemos decir que la mayoría de las funciones creativas se acumulen en una mitad y las “racionales” (sea eso lo que sea) en la otra. El cerebro trabaja como un todo y los hemisferios están conectados de forma muy compleja, cualquier simplificación está condenada a ser mentira.

3 - El segundo cerebro

Ha quedado claro que las dos mitades de tu cerebro trabajan juntas, por lo que son un todo, un único cerebro y no dos, como algunos se empeñan en afirmar. Sin embargo, queda un frente contra el que luchar, el de aquellos que dicen tener dos cerebros porque su intestino es el segundo. Normalmente, esta afirmación tan radical se fundamenta en dos argumentos igualmente problemáticos.

El primero dice que, como hay en torno a 200 millones de neuronas en el intestino, entonces debe ser un cerebro. El problema es que un conjunto de neuronas no es necesariamente indicativo de un cerebro. No importa tanto el número como la manera en que se conecten. Si se conectan una a la otra para transmitir un impulso eléctrico siempre en la misma dirección… son cables, no procesadores de información. Un cerebro necesita un “cableado” concreto, que permita procesar la información que recibe de una manera suficientemente sofisticada, no vale con conectar algunas células. De hecho, nuestros nervios son neuronas y no solo recorren el intestino, sino que llegan a nuestra piel, al corazón y a muchos órganos más.

El otro argumento se escuda en que nuestro intestino hospeda microorganismos que producen sustancias similares o idénticas a las que usa nuestro cerebro. Desde luego, esto puede tener implicaciones interesantes, aunque todavía está por ver cómo consiguen llegar esas sustancias al cerebro para alterarlo, ya que este está franqueado por una barrera protectora impermeable a algunas moléculas, entre las que se encuentran estas. En cualquier caso, sí sabemos que las glándulas que hay sobre nuestros riñones son las productoras de la famosa adrenalina, que nos pone nerviosos y transforma nuestro cerebro. Sin embargo, a nadie se le ocurre llamarlas segundo y tercer cerebro. Como ha quedado claro, es un tema de marketing, no de rigor.

4 - Solo usamos 10%

¿El 10% de qué? Decir que solo usamos el 10% del cerebro es como no decir nada. El cerebro no es como una casa donde su 10% probablemente se refiera a una décima parte de su superficie. Quienes afirman estas cosas no terminan de aclararse si se refieren al 10% de su actividad potencial, de sus neuronas, de su superficie, de su volumen o de qué. Lo bueno es que ninguna de esas dimensiones resuelve el problema, por lo que podemos tacharlo directamente de falso.

El cerebro se usa en su totalidad porque la naturaleza no está para malgastar energía y, siendo el cerebro tan caro (un 25% de nuestros requerimientos), todo lo que hay en él ha de ser necesario, que es mucho más que “útil”. El problema que posiblemente ha dado rienda suelta a este mito es que, aunque lo usemos por completo, no usamos todas sus partes a la vez, del mismo modo que tampoco abrimos todos los programas del ordenador a la vez. Sería un caos, posiblemente se quedaría colgado y, en nuestro caso, podría dar lugar a crisis epilépticos o, simplemente, a una mala función, ya que algunas funciones comparten parcialmente estructuras cerebrales, por lo que se haría muy complejo (por no decir imposible) destinar un mismo conjunto de neuronas a dos actividades simultáneas. Así que no, no usamos solo el 10% de nuestro cerebro.

5 - El subconsciente

El último de los grandes problemas es culpa de Freud, que pese a ser neurólogo de formación, de científico tenía poco. Se negó a probar empíricamente sus especulaciones y prefirió construir una mitología sobre nuestra mente antes que indagar realmente en cómo funciona lo que hay en nuestra cabeza. El psicoanálisis (que no la psicoterapia) ha seguido siendo fiel a sus fantasías. Ahora sabemos que es una pseudociencia y que sus afirmaciones no tienen rigor. Sin embargo, tuvo un enorme predicamento entre los intelectuales (que no expertos en el cerebro) del siglo pasado. Sus raíces se extendieron tanto que hemos popularizado sus errores y, entre ellos, el que más destaca es el del subconsciente.

Solemos pensar que parte de nosotros procesa información sin que nos demos cuenta, reflexionando, evaluando y protegiéndonos. Por supuesto, lo estamos simplificando mucho, pero esa frase es tan falsa como la versión extendida con la que se engañan los psicoanalistas. Ese subconsciente inaccesible no existe, no puede explicar traumas ni las ficticias personalidades múltiples (no confundir con el trastorno disociativo de la personalidad). Lo que sí existen son algunos procesos de lo que no somos conscientes, es una actividad inconsciente (que no subconsciente) que no “piensa”, no vela por nosotros, no tiene gran cosa en especial, salvo que no solemos darnos cuenta de lo que hace.

Procesamos más información de la que somos conscientes, eso es así, pero es muy importante entender los detalles y comprender que esos procesos inconscientes ya eran estudiados antes de que Freud presentara su subconsciente, no son sus herederos, sino sus antepasados antes de que Freud empezara a fantasear. De hecho, ni siquiera podemos decir que haya unas estructuras cerebrales que siempre procesen información de manera inconsciente, por lo que se hace muy complicado defender los detalles que propone el psicoanálisis.

Y hay más, muchos más…

Podríamos haber hablado sobre detalles como que las células que forman el cerebro no son las mismas que cuando nacemos, que sí surgen algunas nuevas. Podríamos también hablar sobre que ese ubicuo número de 100.000 millones de neuronas por cerebro es falso y, por mucho que se repetía en cientos de artículos científicos, no se calculó por primera vez hasta 2003, cuando Susana Herculano-Houzel estableció que eran 86.000 millones. Puede parecer poco, pero es un gran ejemplo de cómo, algunos datos, por mucho que estemos acostumbrados a escucharlos, pueden ser errores, incluso dentro de la propia comunidad científica.

Porque leer sobre el cerebro se ha convertido en un campo de minas y uno ya no puede permitirse aceptar todo lo que digan en una revista o un libro. De hecho, nunca debimos permitírnoslo, pero eso sentíamos cuando la única conexión que teníamos con las ciencias era la de sus aspectos más espectaculares. Ahora que hay voces de todos los colores mintiendo y desmintiendo, el problema es evidente como no lo ha sido nunca, porque el caos brilla más que la mentira disfrazada de consenso a la que tan acostumbrados nos tenían.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • La neurociencia no es necesariamente lo mismo que la psicología. Mientras que la neurociencia siempre estudia el cerebro dando mayor o menor importancia al comportamiento que muestre el sujeto de estudio, la psicología se ha de centrar siempre en la conducta y sus procesos mentales. Esta clasificación es muy simplista, porque lo normal es que acaben colaborando y preocupándose de todas esas dimensiones, pero ayuda a hacernos una idea de dónde ponen el énfasis cada una.

REFERENCIAS (MLA):

  • Banich, Marie T, and Rebecca Jean Compton. Cognitive Neuroscience. Cambridge University Press, 2018.
  • Striedter, Georg F. Neurobiology, a functional approach1. Oxford University Press, 2015.
  • Shepherd, Stephen V. The Wiley Handbook Of Evolutionary Neuroscience. 1st ed., Wiley, 2016.
  • Hall, J., n.d. Tratado De Fisiología Médica.