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Neurociencias

Así es tu cerebro cuando no duermes. Y no te gustará.

Aunque el sueño es un proceso biológico crucial, se desconoce con exactitud por qué es tan importante. Un estudio habría dado con una de las claves.

Si no dormimos, el cerebro libera una oleada de líquido cefalorraquídeo para "limpiarse" Laboratorio Facultad de Ciencias Biológicas UCM

Todos lo hemos experimentado: tras una noche de mal sueño, no estamos igual de alertas, nos sentimos lentos y la distracción parece ser una constante que nos hace perder la concentración. Física y mentalmente estamos entre una gelatina y una barra de plomo: una masa amorfa, con un cuerpo denso e impermeable al entorno.

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Ahora, un nuevo estudio publicado en Nature Neuroscience, revela lo que sucede dentro del cerebro cuando se producen estos lapsos momentáneos de atención. Los autores, liderados por Laura Lewis, del MIT, descubrieron que, durante estos lapsos, una oleada de líquido cefalorraquídeo (LCR) fluye fuera del cerebro, un proceso que normalmente ocurre durante el sueño y ayuda a eliminar los desechos acumulados durante el día. Se cree que esta eliminación es necesaria para mantener un cerebro sano y con un funcionamiento normal.

Cuando una persona sufre de privación de sueño, parece que el cuerpo intenta compensar este proceso de limpieza iniciando pulsos de flujo de LCR. Sin embargo, esto tiene como consecuencia una disminución drástica de la atención.

“Si no duermes, las ondas del líquido cefalorraquídeo comienzan a interferir en tu estado de vigilia, cuando normalmente no las percibirías. Sin embargo, esto conlleva una pérdida de atención, ya que la atención falla durante los momentos en que se produce este flujo de líquido”, señala Lewis,

Aunque el sueño es un proceso biológico crucial, se desconoce con exactitud por qué es tan importante. Parece ser esencial para mantener el estado de alerta, y está bien documentado que la privación del sueño provoca deficiencias en la atención y otras funciones cognitivas.

Durante el sueño, el líquido cefalorraquídeo que protege el cerebro ayuda a eliminar los desechos acumulados durante el día. En un estudio previo, el equipo de Lewis demostró que el flujo de líquido cefalorraquídeo (LCR) durante el sueño sigue un patrón rítmico de entrada y salida del cerebro, y que estos flujos están vinculados a cambios en las ondas cerebrales durante el sueño.

Este hallazgo llevó a Lewis a preguntarse qué podría ocurrir con el flujo de LCR tras la privación de sueño. Para explorar esta cuestión, reclutaron a 26 voluntarios que fueron evaluados dos veces: una tras una noche de privación de sueño en el laboratorio y otra después de haber descansado adecuadamente. Por la mañana, monitorizaron diversas medidas de la función cerebral y corporal mientras los participantes realizaban una tarea comúnmente utilizada para evaluar los efectos de la privación de sueño.

Durante el ejercicio, cada participante fue analizado con un electroencefalograma (EEG) que registraba las ondas cerebrales mientras se encontraban dentro de un escáner de resonancia magnética funcional (RMf). Para ello, utilizaron una versión modificada de la RMf que les permitió medir no solo la oxigenación sanguínea en el cerebro, sino también el flujo de LCR dentro y fuera del mismo. También se midieron la frecuencia cardíaca, la frecuencia respiratoria y el diámetro pupilar de cada participante.

Los participantes realizaron dos tareas de atención: una visual y otra auditiva. En la tarea visual, debían observar una pantalla con una cruz fija. A intervalos aleatorios, la cruz se convertía en un cuadrado, y se les indicó a los participantes que presionaran un botón cada vez que lo vieran. En la tarea auditiva, oían un pitido en lugar de ver una transformación visual.

Como era de esperar, los participantes con privación de sueño tuvieron un rendimiento mucho peor que los participantes bien descansados ​​en estas tareas. Sus tiempos de respuesta fueron más lentos y, con algunos estímulos, los participantes ni siquiera registraron el cambio.

Durante estos lapsos momentáneos de atención, el equipo de Lewis identificó varios cambios fisiológicos simultáneos. El más significativo fue la salida de líquido cefalorraquídeo (LCR) del cerebro justo cuando ocurrían dichos lapsos. Tras cada lapso, el LCR volvía a entrar al cerebro.

“Los resultados sugieren que, en el momento en que falla la atención, este líquido se expulsa del cerebro. Y cuando se recupera la atención, vuelve a entrar”, añade Lewis. La hipótesis del estudio es que, cuando el cerebro sufre privación de sueño, comienza a compensar la pérdida de la limpieza que normalmente ocurre durante la noche, aunque estos pulsos de flujo de LCR conllevan una pérdida de atención.

“Una forma de entender estos eventos es que, debido a la gran necesidad de sueño del cerebro, este intenta entrar en un estado similar al sueño para restaurar algunas funciones cognitivas – concluye Zinong Yang, coautor del estudio -. El sistema de fluidos del cerebro intenta restaurar la función, forzando al cerebro a alternar entre estados de alta atención y alto flujo. Lo interesante es que parece que no se trata solo de un fenómeno cerebral, sino también de un evento que afecta a todo el cuerpo”.