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Vida

El brutal bombardeo que decidió el destino de la Tierra (y sentenció a Marte)

Que la Tierra sea un oasis y Venus un infierno no es casualidad: una nueva investigación señala que el bombardeo cósmico sufrido en la fase final de su formación selló el destino de ambos mundos

El hongo que crece en Chernóbil y podría ayudarnos a sobrevivir en Marte, según National Geographic Unsplash

La violencia de un impacto cósmico puede ser, paradójicamente, tanto la cuna como la tumba de la vida. Un mismo choque de proporciones planetarias tiene el poder de aniquilar una atmósfera incipiente, convirtiendo un mundo prometedor en un desierto estéril. Sin embargo, ese mismo cataclismo puede ser el vehículo que deposite los ingredientes esenciales para la existencia, como el agua, el carbono o el nitrógeno, sobre la superficie rocosa. Este proceso de siembra cósmica no se limita a nuestro propio sistema, ya que los científicos también investigan el origen de objetos interestelares que atraviesan nuestro vecindario y podrían transportar estos mismos componentes vitales.

Este delicado y brutal equilibrio parece ser la clave para entender por qué la Tierra es un oasis de vida mientras sus vecinos planetarios siguieron caminos tan diferentes. Una nueva investigación, desarrollada por científicos del Southwest Research Institute y la Universidad de Yale en Estados Unidos, apunta a que el secreto reside en la fase final de la formación de los planetas, un proceso conocido como «acreción tardía» que representa apenas el último 1 % de su crecimiento.

En este sentido, aunque nuestro planeta ya había alcanzado el 99 % de su tamaño en sus primeros 60 o 100 millones de años, fueron las colisiones de gran envergadura posteriores las que definieron su destino. Fue una auténtica lotería cósmica, un bombardeo final que modeló las características que hoy consideramos indispensables, tal y como ha publicado el medio SciTechDaily. Precisamente, la comprensión de estos fenómenos es hoy más relevante que nunca, como demuestran los recientes experimentos en los que la NASA logró desviar un asteroide para poner a prueba nuestras defensas planetarias.

El porqué de mundos tan distintos

De hecho, esta teoría ofrece una explicación sólida para comprender las dispares trayectorias de nuestros vecinos. La actividad tectónica y la densa atmósfera de Venus, así como la presencia de agua en la Tierra, estarían directamente vinculadas a estos impactos tardíos. Por el contrario, la desértica superficie de Marte o la inusual composición metálica de Mercurio serían también la consecuencia directa de un pasado violento y de colisiones de otra naturaleza. Este escenario desolador es coherente con las últimas investigaciones que explican el motivo por el que no se ha encontrado vida en Marte a pesar de los numerosos esfuerzos.

Para llegar a estas conclusiones, los investigadores no trabajan a ciegas. Su principal fuente de información es un registro grabado en la Luna, cuyas cicatrices de impacto ofrecen un mapa detallado del bombardeo que sufrió el sistema solar interior en su juventud. Combinando estos datos con complejos modelos dinámicos por ordenador, es posible reconstruir con bastante precisión la tumultuosa infancia de los planetas rocosos.

Por tanto, todo apunta a que estos choques no solo esculpieron la geología de los mundos, sino que jugaron un papel fundamental en la química que precedió a la vida en la Tierra primitiva. La conclusión es contundente: entender este violento pasado es crucial para determinar el destino final de un planeta y su verdadera capacidad para albergar vida más allá de nuestras fronteras.