Astrobiología

Cinco expertos nos dicen cómo serán los extraterrestres

“Existe el riesgo de que, si alguna vez nos encontramos con ET, no lo reconozcamos”, explica Paul Davies, uno de los directores del SETI

"Alien Romulus" conectará la saga original con "Prometheus"
"Alien Romulus" conectará la saga original con "Prometheus"THE WALT DISNEY CO.

Que haya planetas capaces de albergar vida ya no es algo que sorprende, de hecho, el Instituto de Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre (SETI) señala que hay alrededor de 300 millones de planetas con estas características… solo en nuestra galaxia. Así, las probabilidades de encontrar vida o pruebas de vida, es muy alta. El problema entonces es si sabríamos reconocerla.

Hasta hace poco la mayoría de los científicos centrados en esta exploración lo hacían basándose en las características de la biología terrestre, pero puede haber otros tipos de biología y la “lupa” con la que se buscaba no era muy amplia. Para comprender qué nos estaríamos perdiendo y cómo podría ser la vida extraterrestre, contar con la opinión de expertos es fundamental. Cinco de ellos plantean diferentes escenarios.

Brian Cox: profesor de física de partículas de la Universidad de Manchester.

Para este físico, lo más probable es que la vida en el universo sea abundante, pero la vida inteligente… Eso ya es otra cuestión. En su libro Universo Humano (del cual se ha hecho una serie) Cox señala que existe una sensación de “inevitabilidad química” de la vida en el universo, pero la vida compleja en la Tierra solo surgió después de la aparición de los eucariotas.

Las investigaciones sugieren que los eucariotas se desarrollaron como resultado de que una célula primitiva llamada procariota, como una bacteria, absorbiera otra, hace dos mil millones de años. Para Cox, la llegada de los eucariotas a la Tierra fue un acontecimiento cada vez más improbable, de hecho cree que podría haber ocurrido solo una vez en el universo.

“Es fácil imaginar que los 20 mil millones de mundos similares a la Tierra en la Vía Láctea podrían estar todos cubiertos de limo procariótico – relata Cox en el libro -. Una galaxia viva, sí, pero ¿una galaxia llena de inteligencia? … No estoy muy seguro”. Así, la vida extraterrestre sería más parecida a una sopa primigenia y burbujeante que a un animal complejo.

Chandra Wickramasinghe: astrofísico británico y coautor de la teoría de la panespermia.

Wickramasinghe fue quien, junto a Fred Hoyle, desarrolló la teoría astrobiológica conocida como panspermia, que sostiene que la vida en la Tierra llegó como microbios que viajaban por el espacio en meteoritos y polvo interestelar. La idea es que la vida microbiana habría llegado durante el período Hadeano, hace cuatro mil millones de años, cuando muchos meteoritos pequeños chocaron con nuestro planeta. De hecho, uno de ellos podría formar parte de los cuerpos implicados en el “nacimiento” de la Luna y Wickramasinghe sugiere, en un estudio publicado en 2017, que la vida extraterrestre también podría haberse depositado en nuestro satélite natural. La evidencia reciente que indica la presencia de agua y esto, concluye el astrofísico de origen cingalés “reabre la posibilidad de que pueda existir vida microbiana cerca de la superficie lunar”. La vida en otros planetas, por lo tanto, podría ser microbiana y sería fácil pasarla por alto. Puede que, según Wickramasinghe, con este criterio, la Tierra esté entre los primeros planetas cuya biología ha evolucionado a lo largo de miles de millones de años.

Paul Davies: cosmólogo y director del Grupo de Trabajo de Postdetección del SETI.

En 2016, Davies publicó, junto a Sara Imari Walker (cosmóloga y astrobióloga), uno de los estudios científicos más interesantes: El difícil problema de la vida. Allí ambos tratan uno de los temas más espinosos de la vida extraterrestre. El planteo es el siguiente: dado que toda la vida en la Tierra surgió de un único ancestro común, no tenemos forma de saber qué aspectos de la Vida son similares a leyes que se encuentran en toda la vida, en todo el universo y cuáles son específicos y únicos de nuestra propia biosfera.

De ello, Davies y Walker deducen que la vida en otros lugares no tiene por qué implicar una biología o química similar a la de la Tierra. De hecho, “es posible que en última instancia no sea reducible siquiera a principios físicos conocidos”, escriben.

Para ambos, aquellas cosas que asumimos como fundamentales, replicación y metabolismo, podrían ser características únicamente de biologías “similares a la Tierra. Existe el riesgo de que, si alguna vez nos encontramos con ET, no lo reconozcamos porque carecemos de un conjunto de criterios de propósito general para identificarlo”. En pocas palabras: la biología extraterrestre puede que a nuestros ojos no tenga nada que ver con lo que esperamos y ese sea el problema.

Chris Hadfield: astronauta y comandante de la Estación Espacial Internacional.

Para Hadfield la clave está en los fósiles de cuerpo blando de 500 millones de años de antigüedad encontrados en Burgess Shale, precisamente en Canadá. Este depósito fue descubierto en 1909 por el paleontólogo Charles Walcott quien llegó a identificar 65.000 especímenes distintos.

"Es tremendamente diferente a la vida a la que estamos acostumbrados – explica en una entrevista -. Hubo una experimentación tan salvaje a lo largo de los cuatro mil millones de años de vida en la Tierra. Podríamos encontrar vida en Marte, Encelado o Europa y podría parecer un organismo que se extinguió durante una extinción masiva aquí en la Tierra. Pero puede que esté completamente equivocado. Algunos de los extraños ejemplos que se les ocurrieron en Star Trek podrían ser una mejor representación”.

Jason Wright: astrofísico de la Universidad Estatal de Pensilvania.

Al igual que ocurre con los fósiles de animales extintos, de los cuales conocemos sus huellas, Wright sugiere que debemos buscar las huellas de los extraterrestres, en particular aquello que hayan construido. Y es que para Wright sí existe la posibilidad real de vida inteligente en otros planetas y esas huellas son la tecnología.

“Deberíamos buscar máquinas gigantes que probablemente sean “detectables por su calor residual en el espectro infrarrojo – explica Wright en un estudio -. Las estructuras podrían incluir enormes colectores de energía (conocidos como esferas Dyson), satélites y escudos defensivos. La búsqueda no tiene por qué ser cara y puede aprovecharse del trabajo que probablemente se realizará en el futuro, a medida que se descubran anomalías naturales en el curso de la ciencia exoplanetaria”.