Tierra en peligro
Confirmado por la ciencia: el remedio para enfriar la Tierra es peor que la enfermedad
La geoingeniería para salvar los polos no es la solución, sino una peligrosa quimera. Una nueva investigación concluye que estas ideas, además de inviables, acarrearían consecuencias devastadoras y desviarían la atención del verdadero problema
Existe un reducido pero influyente grupo, dotado de grandes presupuestos y potentes campañas de relaciones públicas, que está promoviendo con insistencia una serie de ideas en los grandes foros internacionales sobre el clima, como la reciente cumbre COP28. Su propuesta suena tentadora: en lugar de un esfuerzo global y sostenido para reducir emisiones, ¿por qué no aplicar un atajo tecnológico para enfriar el planeta artificialmente?
De hecho, lo que defienden son proyectos de geoingeniería a gran escala, presentados casi como una solución mágica para frenar el deshielo de los casquetes polares. La promesa es tan atractiva como peligrosa, pues sugiere que podemos seguir contaminando mientras una intervención tecnológica monumental se encarga de mitigar los peores síntomas del calentamiento global, una idea que desvía la atención del verdadero problema.
Sin embargo, una nueva investigación científica echa por tierra estas esperanzas. El estudio concluye de manera rotunda que manipular el clima de forma tan colosal no solo es inviable en las próximas décadas, sino que además podría acarrear consecuencias desastrosas e imprevisibles para todo el planeta. La cura, como advierten los expertos tal y como han publicado en Ars Technica, podría resultar mucho peor que la propia enfermedad. El riesgo de alterar sistemas que no comprendemos del todo es inmenso, especialmente cuando la ciencia sigue descubriendo cómo fenómenos naturales complejos, como los terremotos en el lecho marino, cumplen funciones inesperadas para sustentar la vida.
Una solución que desata problemas mayores
En este sentido, los investigadores alertan sobre efectos secundarios de una envergadura catastrófica. Entre los riesgos más preocupantes se encuentra la posible alteración de los patrones de lluvia a nivel mundial, un fenómeno que podría desatar sequías extremas en unas regiones e inundaciones devastadoras en otras. A esto habría que sumar la disrupción de ecosistemas marinos vitales, lo que generaría crisis ecológicas y humanitarias en cadena. Se trata de intervenciones que ignoran los delicados equilibrios que gobiernan el planeta, donde incluso factores como el ritmo con que la Tierra gira sobre su eje han demostrado ser cruciales para la vida.
Además, el informe subraya que la geoingeniería es una peligrosa distracción porque se limita a tratar los síntomas sin atajar jamás la causa raíz del problema: la emisión descontrolada de gases de efecto invernadero. Fomentar una falsa sensación de seguridad con estas propuestas solo sirve para desviar recursos y voluntad política de la única estrategia que ha demostrado ser efectiva.
En última instancia, el veredicto de la comunidad científica es tajante e inequívoco. Ninguna de las tecnologías de geoingeniería analizadas cumple hoy por hoy los mínimos de viabilidad o seguridad para ser implementada. La conclusión es que no existen atajos milagrosos y que el único camino sensato para proteger el futuro del clima pasa, ineludiblemente, por reducir las emisiones de forma drástica y comprometida.